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La resurrección de partidos políticos que habían perdido sus personerías jurídicas no ha traído ni aportará más democracia. Así ha quedado demostrado con el Nuevo Liberalismo y está por ocurrir con el Partido Verde Oxígeno y el Movimiento de Salvación Nacional. Empresas electoreras.
El enredo que se armó en el Nuevo Liberalismo, en cuanto la Corte Constitucional le concedió la tutela ordenándole al Consejo Nacional Electoral que lo resucitara, todavía no se soluciona. La decisión de la Corte de designar presidente y secretario de ese partido a personas sin ningún recorrido político, solo por sus cercanías con la familia de Galán o con el tristemente célebre extesorero de esa colectividad, ya causó un justificado terremoto. Un grupo de fundadores del impoluto Nuevo Liberalismo con razón protestaron por la grosera exclusión de que fueron víctimas y protocolizaron su retiro. Es una lástima, porque perdieron figuras cimeras de ese esfuerzo político como Iván Marulanda, líder y batallador de todas las horas con merecidos reconocimientos. En realidad no revivió un partido político al servicio de la militancia, sino una especie de tertuliadero íntimo que se apresta a lanzar a la primera magistratura a uno de los vástagos Galán para que participe en la consulta presidencial del mes de marzo, y además expedir avales a sus partidarios para que lleguen al Congreso.
Lo que está visto es que en cuanto a esos partidos muertos les restablecen sus personerías jurídicas, los interesados se transforman en candidatos a todo. Así lo demostró Íngrid Betancourt, quien con notoria habilidad hoy es la mandamás de la Coalición Centro Esperanza. En efecto, antes no tenía pensado aspirar a la Presidencia o por lo menos se le veía distante de esa posibilidad, pero ya con la personería entre su lujosa cartera se acordó de esa vieja e indeclinable aspiración que ahora también se renueva. Pero, además, Íngrid —que gradúa “gente buena”, como lo hizo con Margarita Rosa de Francisco y Francia Márquez, a quienes invitó a sumarse a su coalición— ahora es la mujer más poderosa en Colombia, y ella —que no tiene un pelo de boba y en cambio sí alimenta grandes aspiraciones— sabrá usar ese poder no propiamente en beneficio de los demás. La suerte se le ha mejorado porque ahora, con partido político propio, no solo será candidata presidencial y participará en la consulta de marzo, sino que con su no disimulada altivez repartirá avales para quienes aspiran a Senado y Cámara, al igual que César Gaviria en lo que queda del liberalismo.
Por el lado del Movimiento de Salvación Nacional la situación es semejante. A su improvisado vocero, que antes ha rechazado la autoría de las Farc en el crimen de su tío Álvaro Gómez Hurtado, hoy no le incomoda que le restablezcan la personería jurídica al partido de sus mayores, con la justificación de que supuestamente la había perdido por cuenta del conflicto armado 11 años después del execrable asesinato. El resultado es el mismo del Nuevo Liberalismo y Oxígeno Verde. Los laureano-alvaristas purasangre, que andaban buscando espacio para aspirar a Senado y Cámara y para que uno de ellos también acaricie la esperanza de aspirar a la Presidencia que le fue esquiva al fundador del movimiento, ya no necesitan cabildear en el Centro Democrático, en Cambio Radical o con los cristianos para que les permitan ser candidatos a todo, sin correr riesgos y además contando con una importante financiación estatal.
Por cuenta de estos restablecimientos de personerías jurídicas, ya vamos en 21 partidos, es decir, estamos regresando lenta pero perceptiblemente a ese penoso panorama en el que cada candidato era un partido o, mejor, donde cada familia poderosa es una colectividad política. Esa ha sido la constante. Hace algunos años los concesionarios de los noticieros de televisión eran precisamente las familias de los expresidentes o de los feudos políticos que se han empotrado en las venas de la cosa pública desde la encomienda. Como ya no es posible entregarles canales de televisión, el remedio más eficaz parece ser regalarles un partido, que es la nueva llave al poder y al cielo.
Adenda. El profesor Alberto Valencia Gutiérrez, con el sello editorial de la Universidad del Valle, ha publicado el texto La Violencia años 50 contada por sus víctimas. Los archivos de la Comisión Investigadora. Se trata de un trabajo serio, necesario, que aporta mucho a la historia de ese tormentoso período.
