Es muy diciente que el gobierno de Duque y el Centro Democrático (CD) estén siendo cuestionados en el Parlamento británico como responsables de maniobras contra el proceso de paz, y en la CIDH, de conspirar para ocultar información a la Comisión de la Verdad.
Que en la Cámara de los Lores ya estén inquietos con lo que aquí está ocurriendo confirma que no se trata de las quejas de cuatro gatos ni de pataletas de la oposición, sino de una amenaza de consecuencias insospechadas. Las explicaciones que tuvo que ofrecer el ministro británico de Asuntos Exteriores dejan claro que su gobierno sí apoya la paz en Colombia, pero no está dispuesto a responder por las trampas del gobierno de Duque y el CD.
Tan advertidos están en Londres de lo que nos está pasando, que hasta Néstor Humberto Martínez fue mencionado a propósito de esa operación de entrampamiento contra el Acuerdo de Paz que él insiste en negar con argumentos nada creíbles y cada vez más confusos, igual que su impostura de presentarse como amigo de la reconciliación con la insurgencia. Otra cosa se deduce de los hechos, pues Martínez atacó la paz con las Farc como fiscal general y la seguirá bombardeando desde su cómoda trinchera de exfuncionario y ahora como miembro de una ampulosa e inútil Comisión contra el Crimen, donde lo metieron como premio de consolación por no haber podido nombrarlo en Madrid. El malogrado embajador en España detenta inmenso poder en el Gobierno, en la Fiscalía y en los medios que todavía creen las teorías tramoyeras que se inventa o que a regañadientes tienen que publicarle.
Es inexplicable que nadie del gobierno de Santos haya respondido a las acusaciones de Martínez en la revista Semana, donde exhibió calculados apartes de cartas suyas que oficialmente no aparecen radicadas ni tampoco lo exoneran de la sospecha de emboscar la paz desde la Fiscalía, pero que él, en otro gesto de “lealtad”, publicó a su amaño. Guardar silencio en esta ocasión es darle alas a alguien tan peligrosamente astuto y malintencionado como Néstor Humberto para que desprestigie al gobierno anterior, como quedó en evidencia cuando, de pasadita en la accidentada entrevista que sostuvo con María Jimena Duzán, lanzó el subliminal mensaje amenazante de que va a publicar 45 cartas. Fácil resulta imaginar el enrarecido caldo que está cocinándose en la perversa mente del exfiscal, con unas misivas que él sabrá divulgar en uno de los tantos medios que lo protegen.
Es histórica la petición de la Comisión de la Verdad a la CIDH encaminada a que se ordene al Estado colombiano entregar la información que se resisten a suministrar varios ministerios y entidades. ¿Por qué tuvo necesidad la Comisión de tocar en Washington las puertas de la CIDH para que aquí les entreguen información?
No hay justificación a ese interrogante, salvo la de que hay una política de Estado, promovida por Duque y su partido, para que no haya verdad. Ya es imposible ignorar esa lacerante estrategia. El actual Gobierno, vocero de grandes y oscuros intereses comprometidos en el conflicto interno, está haciendo todas las gestiones para que la verdad no se conozca. Primero, con el nombramiento de Darío Acevedo en el Centro Nacional de Memoria Histórica, encargado de borrar y reescribir la historia de la guerra, dándoles la espalda a los hechos y a las víctimas. Luego, torpedeando la JEP para que no sean oídos los paramilitares, como cuando Uribe los extraditó. Y ahora, con las autoridades negando el acceso de la Comisión de la Verdad a documentos que esta requiere, poniéndola a dar vueltas en Washington para que expire su vigencia, a finales de 2021, mientras la CIDH decide —lo cual puede tardar meses o años—. Primero se extinguirá la Comisión antes de que la CIDH o las enredadoras autoridades criollas entreguen los papeles que hoy ocultan como tesoros.
Tanta mala fe y torpeza juntas del Gobierno y el CD no les servirán; por el contrario, abrirán las puertas de la Corte Penal Internacional, porque allá, por fortuna, no habrá ni duques, ni uribes, ni nestorhumbertos, ni acevedos, ni otras yerbas del pantano.
Adenda No 1. El subpresidente Duque se ufana de haber sancionado la ley de las vacunas, cuando no tenemos una sola. Típico.
Adenda No 2. Vergüenza produce el Congreso arrodillado y comprado, eligiendo en la Corte Constitucional a quien ordena la Casa de Nari.