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Otra vez perdidos

Ramiro Bejarano Guzmán

02 de mayo de 2015 - 09:00 p. m.

INCREÍBLE QUE AL GOBIERNO DE Santos le estén pasando la multitud de cosas malas que han llevado a que solamente el 29% de los colombianos apoyen la gestión del primer mandatario, y a que el 64% la desapruebe.

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Algo malo tiene que estar pasando en el interior de la Casa de Nariño para que todo esté saliendo mal, y me temo que la culpa de todo no es solamente que hayan caído 11 soldados acribillados en el Cauca.

En efecto, el Gobierno se ve desarticulado, algunos ministros parece que no se hablaran entre sí, y lo peor, el procurador Ordóñez, que ya prácticamente oficia como director de orquesta del proceso de paz, ahora pretende adueñarse de varias carteras ministeriales.

Empiezo por el tema de la solicitud del ministro de Salud y Protección Social, Alejandro Gaviria, para que el Consejo Nacional de Estupefacientes suspenda la aspersión aérea con glifosato. Mientras el ministro Gaviria ha procedido en cumplimiento de un auto de la Corte Constitucional que les ordenó a su Ministerio y al del Medio Ambiente hacer seguimiento al uso de esta sustancia, el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, sin ton ni son, decidió descalificar la sugerencia de su colega. A Gaviria lo respaldan conceptos de la OMS y de una institución americana contra el cáncer (IARC), y en cambio Pinzón simplemente ha dicho lo mismo que el entrometido procurador resolvió afirmar: suspendiendo el glifosato se incrementarán los cultivos ilícitos y se beneficiarán las Farc. Ni Pinzón ni Ordóñez tienen pruebas de esas aseveraciones, ni se han detenido a explicarle al país la razón por la cual, a pesar del glifosato, la siembra de coca en Colombia ha aumentado en un 39% de 2013 a 2014, pasando de 85.000 hectáreas a 112.000. Por supuesto que es preferible y más sano creer en la versión sustentada de Gaviria que en las baladronadas del ministro Pinzón, quien hoy respira por la herida después de que no le dejaron coronar su aspiración de que se expidiera una reforma al fuero penal militar hecha a la medida de los militares enredados en falsos positivos.

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Pero allí no paran las inconsistencias del Gobierno. La ministra de Educación, Gina Parody, está pasando las duras y las maduras con un paro del sindicato de maestros, Fecode, a pesar de que aparentemente le asiste la razón. El Gobierno ofrece un reajuste significativo de los salarios de los educadores, pero también les exige someterse a evaluaciones para mejorar el nivel de la educación que están recibiendo los jóvenes, y eso tan claro debería involucrar de lleno a un gobierno que se comprometió con los programas de educación, en vez de temerle a una protesta que ojalá no la repriman a bolillo ni con gases lacrimógenos.

Y para acabar de completar, de nuevo el procurador decide meterse en el paro de los educadores convocando a su despacho a Fecode, como si él fuese funcionario del Gobierno, y en esa reunión toma partido abierto por los educadores, porque obviamente él es un jefe político en trance de conquistar cautivos. A los combatientes y revolucionarios de Fecode no les importó caer en las garras del jefe del fascismo, con tal de no someterse a exámenes. Y en el Gobierno no hay nadie que sea capaz de reclamar que no les invadan sus competencias, y claro, en el Consejo de Estado, donde no se mueve una hoja sin que el procurador dé la orden, duerme el proceso donde deben anular su espurio nombramiento.

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Y qué decir de esos extraños encuentros del ministro de la Presidencia, Néstor Humberto Martínez, con el senador Álvaro Uribe Vélez, que obviamente solamente le sirven al último. Mientras el ministro salió a hablar del “patriota” que ya no es enemigo de la paz sólo por hablar con él, el expresidente insistió en que no ha cambiado un milímetro en su demencial oposición al proceso de paz. Y, entonces, ¿ para qué hacer el ridículo echándole incienso a Uribe?

No se quejen, el mal está adentro, no en las abucheos de las gentes indignadas y desesperadas.

Adenda. A propósito, algo va de un patriota, que según el diccionario de la RAE es la “persona que tiene amor por su patria y procura todo su bien” a un patriotero, adjetivo que se refiere al que “alardea excesiva e inopinadamente de patriotismo”.

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