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Apenas se hundió legítimamente la consulta popular en el Senado, fue el propio presidente el que primero habló de la huelga, por eso en ese disparate lo secundó Benedetti, y por el mismo sendero fueron cayendo los demás obsecuentes ministros con los que se propone terminar su cuatrienio desastroso. Producen risa todos esos ministricos(as) que creen que para sobresalir tienen que llenar de lisonjas a Petro e imitarlo con discursos altaneros mal construidos y sin sustancia, como los de “bocazas” Guillermo Alfonso Jaramillo o el desagradable y alevoso Edwin Palma.
También es claro que, como el tal paro y las marchas que vimos el miércoles y jueves fueron lánguidas, eso explica la razón por la cual Petro y Benedetti se desmontaron de lo que otra vez les salió mal, al igual que las concentraciones del 1º de mayo. Sí señor, asustaron a todos con el cuento del primer paro convocado por un Gobierno y cuando vieron que sus mingas, funcionarios, contratistas, buses y aliados, tampoco llenaron las calles, entonces, como cualquier prestidigitador o culebrero, Petro salió a decir que los convocantes de ese chorro de babas eran sus amigos sindicalistas. ¿A quién creen engañar? Y las centrales obreras están tan adiestradas y arrodilladas ante las mentiras de Petro, que se tragaron semejante sapo y les tocó asumir como propio el fracaso del paro presidencial.
La estrategia de Petro ya no parece ser la reforma laboral, que cogió buen rumbo en el Congreso, ni la convocatoria de una consulta popular por decreto, sino impedir que quien no sea petrista pueda ejercer responsabilidades públicas. Todo para el M-19.
A propósito de la propuesta del “decretazo” para convocar la consulta, como lo cree Benedetti, es insostenible su alegato ambientado en la fórmula leguleya de que, como no se dio lectura íntegra al texto de la consulta que todos conocían, entonces el Senado no se pronunció sobre la tal convocatoria y que, por tanto, no ha sido negada. Olvida Benedetti que él mismo prácticamente agredió al secretario del Senado cuando comunicó la derrota estruendosa que sufrió el Gobierno al ver hundir en sus narices la consulta, y tampoco recuerda que el gabinete se entregó al innoble oficio de calificar de fraude lo que fue una merecida muenda parlamentaria.
Y luego del oso del paro gubernamental fracasado, ¿qué sigue? Petro y su siniestro equipo de gobierno quieren apoderarse de lo que van dejando de país y expulsar a todos los demás que piensan diferente. En ese grado de resentimiento, como el que destila el presidente, no solo no se puede gobernar sino ni siquiera vivir. Petro y su Gobierno corrompido detestan todo: Congreso, magistrados, medios, periodistas, canales de televisión privados, empresarios, universidades privadas, militares, policías, sus serviles ministros(as), los suyos y hasta sus amigos.
Y aunque fracasen las manifestaciones que convoca el mandatario que ultraja las vías institucionales, el paro que sigue vigente y se agudiza es el de sus funciones. El que está parado es el Ejecutivo, en el que nada funciona ni sale avante, con excepción de la corruptela que tienen montadas en todas las esquinas. El presidente llega tarde o confundido; sus alfiles están dedicados a perseguir e insultar sin distingo mientras puedan escaparse de sus funciones, pues solo les importa exacerbar los ánimos y vender falacias con fines electorales.
En esa prolongada huelga gubernamental siguen creyendo que pueden levantarse diariamente a insultar a sus compatriotas y que aquí no pasará nada. Se tienen confianza, pero se equivocan. Probablemente vendrán actos violentos, a los que se sumarán las persecuciones oficiales haciendo más invivible el país y obligando a muchas gentes a emigrar para buscar alivio en otros lugares. Es lo que pretenden Petro y sus peligrosos secuaces: vivir al estilo de Maduro y Ortega.
El daño que Petro le ha causado a la nación con su virulencia solo es comparable con el que se ha hecho a sí mismo, como lo confirman los señalamientos que a diario les hacen en las redes a él y a sus segundos como alucinados, perseguidores, impreparados, ignorantes, conflictivos y malas personas.
Adenda No 1. Por un lapsus linguae vil calami afirmé que correspondía al país del que se huye calificar la naturaleza del delito para que se conceda el asilo. No es así: tal calificación corresponde al país asilante.
Adenda No 2. No se entiende por qué el presidente de Ecopetrol, Ricardo Roa, no tiene un gesto de grandeza y renuncia para evitarle a Ecopetrol más problemas.
