El precandidato presidencial Gustavo Bolívar, el mismo que públicamente ha confesado que ama a Gustavo Petro, soltó el siguiente trino pesimista y extraño: “¿Petro a la cárcel? En este video les explico por qué no es una posibilidad lejana, si la derecha gana en 2026”.
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Bolívar acude a una comparación tan odiosa como incompleta. Según él, de regresar la derecha al poder, perseguirían judicialmente al expresidente Petro, aunque no dijo por qué razón ni por cuáles delitos.
En efecto, el razonamiento politizado de Bolívar consiste en que apenas Petro ponga los pies en el pavimento como expresidente, esa derecha que lo sustituya se encargará de montarle un proceso penal y meterlo a la cárcel, del mismo modo que les ocurrió a Lula da Silva en el Brasil, y les está sucediendo a los expresidentes de Argentina, Bolivia y Ecuador, Cristina Fernández, Evo Morales y Rafael Correa.
El primero que debe de estar molesto con esta elucubración punitiva es Petro, porque entraña una acusación subliminal de que algo hizo mal el mandatario y, además, porque lo terminan comparando con Cristina Fernández, lo cual incomoda a cualquiera.
Seguramente porque Bolívar entre las muchas cosas que ignora está el derecho, es bueno recordarle que, a diferencia de lo que sucede en esos lugares en los que los expresidentes han terminado en la cárcel, es posible indagar y sumariar a un exmandatario principalmente por tres razones: la primera, porque no existe una Comisión de Acusaciones; la segunda, porque evidentemente es imposible negar que en esas latitudes la justicia presenta signos inequívocos de politización; y la tercera, porque por lo general las faltas por las que han tenido que responder los expresidentes latinoamericanos no son inventadas ni menores.
A Petro no le hacen falta denuncias penales y disciplinarias, pero sabe que puede hacer y deshacer, como lo ha venido haciendo, porque nadie en la Comisión de Acusaciones o Absoluciones se atreverá a confrontarlo judicialmente. Por eso es muy probable que ese petrismo que tiene influencia en esa Comisión se apresure a archivarle varias denuncias o querellas contra Petro, por haber decretado el estado de conmoción interior sin causas reales, o por omitir el cumplimiento de los fallos de tutela que lo han obligado a retractarse del concierto de injurias y calumnias contra sus opositores, o por haber proferido el “decretazo”, para solo mencionar unos pocos casos.
Bolívar prefirió no ocuparse de los expresidentes Mujica, Martinelli y Uribe, que ameritan ser al menos mencionados. Veamos:
• José Mujica fue un dirigente de izquierda respetado en el mundo entero, que nadie se atrevió a tocar judicialmente cuando dejó el poder, porque no cruzó esa línea roja del abuso. Todos los exmandatarios quieren gozar del prestigio de Mujica, pero ninguno se ha comportado como ese anciano que sorprendió y encantó con su sensatez, su humildad y su honestidad. Podrán venir todos los gobiernos fachos en Uruguay, lo cual no es difícil, y ninguno declarará la guerra a la memoria de Mujica.
• Martinelli no es de izquierda, pero terminó condenado por varias audacias penales y hoy canta rancheras en las discotecas bogotanas como: “Sigo siendo el rey”. A él lo sucedió un exministro suyo, también de derecha, que le abrió el camino del asilo en Colombia cuando ya estaba sentenciado por la justicia panameña.
• Uribe, el controvertido expresidente de derecha, no terminó enredado judicialmente por sus actos como gobernante, por los que aún no ha sido investigado, sino por los que la justicia le reclama derivados de un proceso que él mismo promovió contra un senador de izquierda y en el que la Sala Penal de la Corte Suprema de oficio le compulsó copias para investigar los delitos por los que todavía está siendo juzgado.
Veremos si Bolívar acierta con su vaticinio, que se ve improbable, a menos que sepa algo que ignoramos la justicia y los colombianos.
Adenda No 1. Salvatore Mancuso lloró cuando confesó en la revista Cambio que Carlos Castaño le ordenó asesinar al entonces fiscal Alfonso Gómez Méndez en venganza por haber perseguido legítimamente a paramilitares. ¿Dónde están los perversos detractores que inventaron la siniestra historia de que el exfiscal había parado en su Fiscalía investigaciones contra paramilitares?
Adenda No 2. Demandar la investidura del Senador Miguel Uribe Turbay por hacer proselitismo político y está hoy en coma. Solo podía pasar en este país de cafres.