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No hay una sola cara amable ni competente en los cambios hechos en el gabinete ministerial, menos en la Casa de Nariño, ni en el Gobierno.
El sello de quienes están nombrando es oportunismo y mediocridad. Difícil entender la estrategia de plagar el Gobierno de lagartos, inútiles y hasta de un lobista famoso en Interbolsa.
Al liberalismo le llegó la hora de salirse primero de la Unidad Nacional, y, como sigan así las cosas, del Gobierno. En efecto, Santos y buena parte de sus subalternos padecen de temor reverencial por Uribe y el Centro Democrático, que no los hace libres en sus decisiones. Gobiernan para no molestarlos y nombran para no irritarlos, no importa que se fastidien otros partidos, empezando por el paciente y sacrificado liberalismo. Cuando Uribe grita o se molesta tiemblan todos en la Casa de Nariño; es al único al que le temen, y por eso este reajuste del gabinete fue hecho pensando en no agraviar al expresidente y en tender puentes con él.
A Santos se le olvidó que de no haber sido por el apoyo decidido del Partido Liberal en las pasadas elecciones, junto con el de significativos sectores de la izquierda, no habría sido reelegido. Fue derrotado en la primera vuelta por sus antiguos aliados del uribismo, y cuando todo parecía perdido, los liberales de trapo rojo votaron por él, ante el temor de que ganara Zuluaga. No nos arrepentimos de haber contribuido a derrotar a Óscar Iván, pero no contábamos con que el presidente iba a desconocer ese apoyo, menos que reestructuraría su gabinete y otros cargos para fustigar al liberalismo y mandar señales de aproximación con Uribe y el Centro Democrático.
Si este va ser el gabinete de la paz y la prosperidad, francamente eso explica la razón por la cual Santos es el presidente que peor registra en las encuestas desde que se realizan. Un mandatario cuya gestión apenas aprueban menos del 20% de sus compatriotas está desconectado de todos, menos del perfumado círculo íntimo de sus protegidos.
No otra cosa puede concluirse de la decisión de haber nombrado a dos altos directivos del Polo Democrático y el Partido de los Verdes, que no cuentan con el respaldo de sus colectividades. Ninguna lógica puede tener nombrar a unos ministros que el día en el que hablen en el Congreso se van a encontrar con el fuego amigo de copartidarios indignados de ver cómo Santos sembró la discordia entre ellos.
Hay quienes creen que esta misteriosa jugada política con la que Santos supone que va enderezar el rumbo errático de su segundo cuatrienio fue decidida en función de atraer barones electorales de provincia que sean capaces de ganar el plebiscito por la paz que, entre otras cosas, todavía no se sabe si será o no aprobado por la Corte Constitucional. Inverosímil esa hipótesis, porque ninguno de los ministros o funcionarios llamados al gobierno tienen fuerza para decidir la jornada electoral que se avecina. Ni siquiera la cachaquísima Clara López, quien jamás ha ganado una sola elección. Mirando nombre por nombre de todos los designados, fácilmente se advierte que Santos está recogiendo velas en su pelea con Uribe, con quien espera, si no reconciliarse, al menos reducir la intensidad del enfrentamiento. La cuota inicial fue darle gusto en la terna para fiscal, o por qué creen que Uribe y el Centro Democrático están calladitos. Ya lo verán.
Para apoyar la paz no es necesario que el liberalismo esté en la Unidad Nacional, ni en el Gobierno. Cogobernar puede significarle el riesgo de asumir la pesada factura del desencanto creciente por Santos. Ya el partido ha sufrido el desgaste de apadrinar una reforma a la justicia que es un fiasco, y en los próximos días seguramente será forzado para que con su voto se expida una nueva e impopular reforma tributaria.
Mejor le ha ido al conservatismo, que no está en la Unidad Nacional, no apoya la paz ni los programas del Gobierno, pero tiene dos ministros; ah, y uno de los suyos es el procurador candidato.
Adenda. Magnífico el libro “El Santuario. Historia Global de una Batalla”, de Matthew Brown, traducción de Patricia Torres Londoño, editado por el Externado de Colombia, sobre el asesinato de José María Córdoba.
notasdebuhardilla@hotmail.com
