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Ramiro Bejarano Guzmán
11 de junio de 2017 - 02:00 a. m.
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El Gobierno de Santos no puede terminar pareciéndose al de Uribe ni al de Laureano Gómez, quienes pretendieron silenciar a sus opositores con el argumento de que traicionaban la patria si hablaban contra el régimen, especialmente desde el exterior.

El monstruo Laureano concibió el famoso artículo 13 que quiso fuera aprobado por su tenebrosa Constituyente, con el que pretendió convertir en delincuentes a quienes desde el exterior lo criticaban. La arbitraria propuesta tenía por objeto censurar al jefe del liberalismo Carlos Lleras Restrepo y, obviamente, a todo el que se atreviera. Uribe fue peor, porque cuando Piedad Córdoba en México dijo que el entonces presidente se había robado las elecciones e invitó a la comunidad internacional a romper relaciones diplomáticas con Colombia, le montaron la más alevosa persecución contando con el apoyo del nefasto Alejandro Ordóñez. Y lo mismo nos ocurrió a quienes criticamos ese pavoroso régimen de la seguridad democrática, pues nos pusieron en el ojo del huracán del espionaje de Estado orquestado desde la Casa de Nari, como entonces se llamó el palacio presidencial frecuentado por paracos y la oficina de Envigado.

El Gobierno parece asesorado por los enemigos. En efecto, la molestia del embajador Néstor Osorio con la intervención grotesca de Uribe en un foro en Grecia cargada de exageraciones, mentiras y calumnias, no es justificada, ni puede dar lugar a rasgarse las vestiduras acusando al senador de hablar pestes de su país en el exterior.

No se comprende cómo es que el embajador colombiano, que estaba en ese foro, después de la andanada de Uribe contra el país, no pudo tener derecho a la réplica y no pudo exigirlo. Eso no puede pasar, ni podía tolerarlo el embajador Osorio, quien ha debido romper el protocolo y hasta las formas diplomáticas para hacerse oír, del mismo modo que lo hizo Uribe, para responder lo que obviamente era infamante y calumnioso. La diplomacia no puede consistir en guardar silencio frente a los insultos contra una nación, y quien esté oficiando como embajador debió al menos dejar enérgica constancia de que estaba pidiendo la palabra para responderle allá a Uribe, donde lo oyeran los destinatarios de sus disparates, y no aquí por radio o por noticieros de televisión. Pero no, el doctor Osorio ni siquiera se levantó de la reunión, y se vino a lamentar acá con una postura nacionalista, cuando su protesta airada ha debido hacerse sentir en Atenas, que era donde estábamos siendo objeto de insultos.

La Cancillería debe tener claro que Uribe no es expresidente sino jefe de la oposición más agresiva y desleal que se conozca en la historia patria. Así como gobernó a sangre y fuego, del mismo modo pretende fustigar al régimen que ayudó a elegir en la esperanza de que Santos fuera otro de sus títeres. De Uribe no se pueden esperar gestos reconciliadores, ni siquiera caballerosos, porque él es un zafio habituado a los gritos y a las expresiones injuriosas. Y lo mismo puede decirse de la caterva del Centro Democrático, donde salvo Carlos Holmes Trujillo y Paloma Valencia, allá no hay con quien dialogar y ni siquiera saludarse, porque todos destilan odio y andan sedientos de venganza.

Nuestros embajadores tienen que exigir que en los foros donde sean invitados, si por desgracia coinciden con Uribe o con cualquiera del clan de los iracundos, se les garantice el derecho de réplica. Eso es más civilizado y efectivo que convertir en traidor a quien, como Uribe, en estricto sentido no tiene obligación de hablar bien de Santos, porque su precaria condición humana se lo impide, y por ser jefe de la oposición del partido que promueve la caída de Santos. Ahora, si nadie les puede garantizar eso a nuestros embajadores, pues que se queden quietos en sus sedes en vez de servir de testigos silentes de la ignominia.

Adenda 1. Bastante flojo en sus reportajes recientes Juan Carlos Pinzón, el precandidato gavirista-pastranista-uribista-santista, quien hoy se duele de la polarización que él como ministro de Defensa fomentó inflamando las voces contra el proceso de paz.

Adenda 2. Lo de Saúl Cruz es la más vergonzosa página del Senado.

notasdebuhardilla@hotmail.com

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