Mientras el fastidio de Petro con la prensa quedó desnudado en el reportaje de Cambio de hace unos días, la ministra Corcho acusa a los medios de crear un “Estado de opinión”. Es la temperatura de un régimen que tiene oídos para escuchar solo la lisonja y los aplausos.
Incurrió Petro en la necedad de asegurar que no lee la prensa, pero, eso sí, vive furioso o incómodo con lo que con desdén denominó “relatos periodísticos” que es la misma expresión descalificadora del “Estado de opinión” usada por la señora Corcho para cuestionar a los medios que andan vigilantes con su reforma a la salud.
Que Petro diga que no lee la prensa no es creíble porque si eso fuese cierto no estaría mortificado. Todos los mandatarios se enteran de lo que sobre ellos dice o calla la prensa, bien directamente o por referencia de los lectores palaciegos que tienen por tarea enterar a su jefe, a quien le llevan depurado todo, inclusive aportando sus odios personales.
La llamada de atención de Petro a La Silla Vacía evidencia que en la Casa de Nariño preferirían que la prensa no se ocupara de ellos. Este magnífico portal publicó una foto de la hija menor de Petro tomada cuando acompañó a su padre el día del balconazo, la cual se conoció porque la reprodujeron la presidencia y los medios. Ni Petro ni nadie del gobierno protestaron cuando esos comunicadores divulgaron desprevenidamente esa foto acompañada de buenos comentarios, pero bastó que la misma foto viniera con una información menos grata para que Petro le jalara injustamente las orejas a La Silla Vacía por divulgar la imagen de su hija sin su autorización. Petro sí lee noticias y opiniones, pero reacciona mal cuando no le gustan.
Lo que resulta casi risible es que, en esta pequeñez del reclamo presidencial a un medio por publicar la foto archiconocida de su hija, Petro terminara invocando la consabida excusa de la seguridad de su familia, que ya otros han utilizado para justificar el abuso de desplazarse con los suyos en aviones estatales dizque para protegerlos.
No es la primera vez que un mandatario usa su poder para defender a sus hijos del supuesto acoso mediático. Ni Uribe ni Duque gustaron de los medios que hablaran de sus muchachos, y hasta en el cuatrienio del último, el lagartazo e incompetente superintendente de industria y comercio, Andrés Barreto –a quien le tumbaron su ilegal nombramiento en la CREG– sancionó a un periodista por haber publicado la foto de un menor que también hacía parte del archivo público de la presidencia. Fue una retaliación a un agudo columnista que tampoco leían pero que les resultaba insoportable por sus geniales dardos irónicos.
Lo más contundente que admitió Petro es que no solo no cree en la prensa, sino que invita a que los demás tampoco le den crédito. Es muy peligroso su cuento del “relato periodístico” para referirse a las informaciones que notoriamente le son adversas o, al menos, que no militan en la lambonería que ya se empieza a notar en varios medios. Según Petro, “relato periodístico” es una noticia u opinión sesgada, mentirosa o malintencionada. El mal ejemplo cunde, por eso la señora Corcho cuestiona visceralmente la prensa sindicándola de montar un “Estado de opinión” porque lo que ella quería es que su desastrosa reforma a la salud nadie la cuestionara. En idéntico tono pendenciero hablan de los medios la vicepresidenta Francia, la ministra del Medio Ambiente, y recientemente hasta la jefe de Gabinete, la nueva dueña de las grandes decisiones.
Van a tener que serenarse el primer magistrado, su ministra Corcho y los demás que andan irritados con la prensa porque están imitando a Uribe, María Fernanda Cabal, Francisco Barbosa, entre otros detractores de sus críticos. Ya se sabe en qué terminan esos excesos totalitarios.
Adenda No 1. Así se enfurezca, la ministra de salud tendrá que explicar a cambio de qué dividió las bancadas parlamentarias de la U y los conservadores para que le aprueben su reforma a la salud.
Adenda No 2. Los hinchas del Deportivo Cali reclamamos entristecidos ante su seguro descenso a la segunda división. Esto no es un juego sino un asunto de interés público y colectivo.