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También lloré con las imágenes conmovedoras del rencuentro de Clara y Consuelo con los suyos. Que estén libres junto con Emmanuel es una magnífica noticia, que debe contribuir para definir el camino a seguir con los demás secuestrados. Ese problema no puede seguirse mirando con la óptica vanidosa de que el presidente Uribe venció a las Farc, o que arrodilló a Chávez. No. Eso es cultivo para la arrogancia triunfalista de la que por estos días dieron muestras algunos funcionarios.
La lectura del Gobierno según la cual la liberación de Clara y Consuelo confirma que no hay necesidad de un despeje, es equivocada e intransigente. Si las liberadas dieron cuenta de que estuvieron en medio de bombardeos antes de quedar libres y si el presidente Uribe informó que los soldados estaban a dos kilómetros del sitio donde se produjo la liberación, cómo cree el Gobierno –y de su mano un reconocido asesor de los militares que en el canal RCN apoyó el no al despeje sin dar razón alguna–, que podrían ser puestos en libertad, sin correr riesgos, los 740 secuestrados, que, según el ministro Santos, siguen en poder de las Farc. Por el contrario, todo lo que aconteció para liberar a Clara y a Consuelo, no deja duda de la necesidad del despeje.
Si el Gobierno prefiere llamar zona de encuentro al despeje, que lo denomine como quiera, pero después de ver en libertad a Clara y Consuelo, lo que quedó claro es que lo único seguro para que regresen vivos los rehenes es el intercambio humanitario, o la liberación unilateral, jamás la azarosa opción de los rescates militares, que tantos dolores de cabeza nos han costado. Ese es el mensaje: ahora quedaron enterrados los operativos militares de rescates.
Chávez se salió con la suya y la valerosa negra Piedad Córdoba dejó mudos a sus enardecidos críticos, algunos de los cuales, en actitud canallesca, quisieron enlodarla con el cuento falso de que estaba utilizando una tarjeta de crédito donada por el gobierno venezolano. Juan Manuel Santos le pidió a Piedad abandonar su empeño de intervenir en las liberaciones, pero, luego de la libertad de Clara y Consuelo, no ha recogido sus necias palabras; Fernando Araújo acusó a la Senadora de padecer síndrome de Canciller, pero no tuvo inconveniente en prestarse a la farsa de “renunciar” brevemente a su investidura de ministro para recordar con descarado oportunismo su secuestro y fuga, obviamente con fines no propiamente humanitarios sino publicitarios.
De Chávez se puede decir todo, incluso censurarle sus atroces y provocadoras declaraciones de ayer en favor de las Farc y el Eln, pero imposible desconocer que gracias a él hoy tenemos pruebas de supervivencia de unos secuestrados, y además en libertad a Emmanuel, a Clara y a Consuelo. Por supuesto, es imposible pensar en la intermediación de Chávez después de ponderar a las Farc, pero hay que buscar a alguien que cumpla ese papel. Cada vez se comprueba la utilidad de los buenos oficios internacionales, porque la mediación de la Iglesia Católica, en la que el presidente Uribe tiene depositadas sus esperanzas, por el contrario, no ha cuajado y no se le ve futuro.
Si el presidente Uribe no quiere ser desplazado de lo que suceda después en materia de liberación de los secuestrados, como le ocurrió con Clara y Consuelo, va a tener que ser flexible, pues de insistir en su tajante no al despeje, continuará dejando a terceros el manejo de la liberación y condenando al olvido a quienes siguen pudriéndose en la selva.
De la terquedad de los criminales de las Farc no tenemos dudas, pero de la del Gobierno todavía abrigamos la esperanza de que los últimos sucesos le indiquen que le llegó la hora de olvidarse de los rescates militares y jalarle a un despeje, aunque lo llame zona de encuentro. Si se pudo con los paramilitares en Ralito, ¿por qué no ahora ?
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Adenda. Extraordinario y delicioso Encyclopédie, el libro de Philipp Blom, sobre la inmortal aventura de la Ilustración en Francia.
notasdebuhardilla@hotmail.com
