Deplorables los resultados de la consulta del pasado 26 de octubre y los pronósticos o alternativas que se anuncian, tanto en las toldas del Pacto Histórico como en las de los movimientos opositores del Gobierno.
La izquierda cree que obtuvo una gran victoria y eso está por verse. En la consulta de 2022, la Colombia Humana consiguió cinco millones de votos y ahora solo la mitad. Algunos sostienen que, en aquella ocasión, ese buen suceso se debió a que la consulta estaba pegada a una elección al Congreso, pero también ahora algo de eso hubo porque se auscultaron preferencias por aspirantes al Senado. La gran diferencia no fue esa, sino que en 2022 el petrismo no estaba en el Gobierno, pero ahora sí, y aun así consiguieron solo la mitad de votos que en el pasado. Van a tener que agitar mejor las maquinarias del Gobierno para mejorar en marzo y mayo.
Aunque en el petrismo resolvieron bien lo que parecía una disputa agria sobre si debía encabezar la lista al senado María José Pizarro o Carolina Corcho, seguramente esta decisión dejará heridas y egos maltratados, porque la izquierda extrema confirmará que pelea hasta por una bandeja paisa.
Y del lado de los muchos grupos opositores se les ve extraviados repitiendo como loritos que hay que unirse o los derrotan, aun cuando todavía no saben en torno a qué sería esa unión. En efecto, ahora resulta que el uribismo concede salvoconductos para hacer posibles varias aspiraciones presidenciales, inclusive de uno que otro oportunista o traidor.
Ya se conocen conversaciones entre Uribe y Gaviria, y no sería extraño que el expresidente liberal, que en el pasado respaldó a Fico Gutiérrez y Rodolfo Hernández, termine apoyando al que diga su colega Uribe. Todo indica que el caudillo del Ubérrimo ya tiene aquerenciados a los liberales oficialistas, como el senador Mauricio Gómez Amín, el loquito alfil de César Gaviria, cuyo uribismo lo delata tanto que a veces hace el ridículo, como cuando abrazó delirante, emocionado y casi que llorando al recién elegido magistrado Carlos Camargo.
Pero Uribe también está detrás de la precandidatura de Juan Carlos Pinzón, esta vez en nombre del partido Oxígeno de Ingrid Betancourt, quien aspira a convencernos de su proverbial lealtad y de que fue él quien nos salvó de las sanciones de los Estados Unidos con ocasión de la descertificación. Uribe sabe que hay que tocar todas las puertas y por eso es mentor de Abelardo de la Espriella, su más cercana semejanza, un personaje del que la gente habla que va bien en unas encuestas que no se conocen, aunque nadie ha detectado en medio de sus amenazas e insultos cuáles son sus programas. Vicky Dávila no escapa a ese patrocinio al que tampoco renuncia Uribe, porque, aunque haya quienes aseguren que se está desinflando, siempre conviene tenerla cerca que lejos.
Por lo general, esta campaña presidencial no se ha destacado por ofrecer soluciones que rompan la brecha social y la polarización, salvo la propuesta de Mauricio Cárdenas para llevar a 400 mil familias a que tengan casa propia mediante un sistema de financiación posible, que fue rechazada con amenazas de denuncias pero sin argumentos. La cantaleta babosa de que la salvación es unirse inclusive hasta con Uribe, ha tornado muy aburrida esta campaña.
Si la opción va a ser que en las próximas elecciones presidenciales nos toque escoger por el que mande Uribe o el que escoja Petro, será preferible no votar. Ese experimento de sufragar por alguien que no gusta solo para cerrarle el paso a otro que disgusta ya ha resultado desastroso y peligroso. No más disyuntivas semejantes a la de Gustavo Petro o Rodolfo Hernández.
Los progresistas que no acompañan a Petro, que son millones, quieren que quien gane construya un discurso social que reconcilie a esta sociedad fracturada. Por ejemplo, hay que perderle el miedo a reformar la justicia y la política, con o sin asamblea constituyente. ¿Queremos los colombianos que las Altas Cortes sigan el modelo actual de elección de los togados y que no haya remedio al creciente clientelismo judicial? Por supuesto que no. Hay que derogar las facultades electorales a los magistrados y de paso las legislativas, que administren solo justicia. De eso es de lo que hay que hablarles a las gentes, no de que otra vez Uribe elija otro charlatán para que nos desgobierne, ni de que Petro haga lo propio con un sucesor igual o peor que él.
Los precandidatos andan más preocupados porque los apoyen Petro o Uribe, y no los votantes.
Adenda. Respaldo total a la hija del magistrado y profesor Manuel Gaona Cruz con su legítimo reclamo para defender la honorabilidad de su padre, ultrajada injustamente en el documental Noviembre.