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Deplorable la jornada gris del 20 de julio en la caótica instalación del Congreso. Esta vez Petro no pareció tener problemas de dicción a los que nos tiene habituados, ni tampoco soltó incoherencias, como la de traer la estatua de la libertad, ni añoró sus lecturas de Marx con sus amiguitos parisinos, y otras más de su repertorio. No obstante, su intervención, extenuante y altanera, vino plagada de cifras mendaces con las que quiso convencernos de que su desastroso gobierno ha tenido éxitos en economía, salud y seguridad.
Ofende sostener que en 662 de los 1.103 municipios no ha habido homicidios en este año, es decir, un porcentaje del 60,01 %, y convertir esto en un logro. Como lo dijo La Silla Vacía, tal promedio de pueblos sin homicidios en lo que va corrido de 2025, que invocó sin sonrojarse Petro, solamente es visible en apenas 450 de los 1.103, es decir, el 40,8 % de las ciudades. Aun suponiendo que fuese verdad el promedio del 60,01 % de lugares donde no hay homicidios, tampoco ello permitiría afirmar que la seguridad está controlada, porque esa violencia incontenible que se está multiplicando afecta un número considerable de lugareños.
En efecto, esa criminalidad está sacudiendo los centros urbanos más poblados, pero también zonas rurales en las que han regresado masacres y secuestros. El promedio para medir la violencia debe hacerse sumando los habitantes intimidados y no los municipios en los que no se registren homicidios, porque esa es una óptica embustera. Con semejante criterio, si hubiere homicidios únicamente en Bogotá, Petro saldría a cobrar que hay violencia solo en una ciudad y no en el resto de las 1.103, olvidando que aquí vivimos cerca de 10 millones de colombianos. A propósito, tibia respuesta del gobierno Petro ante las amenazas contra el alcalde Galán.
Es imposible hacerle el balance al canasto de falsedades que Petro llevó al Congreso, al extremo que pidió aplaudir a su ministro bocazas Jaramillo, responsable del deterioro del sistema de salud y también de la polarización. Por eso lo despidieron gritándole “mentiroso”.
Era fácil que la oposición, en vez de los discursos emotivos con los que pretendió sepultar el castillo de naipes de Petro, refutara la falsedad de los cálculos presidenciales. Los parlamentarios opositores que replicaron se extraviaron repartiendo latigazos y no argumentos, desperdiciaron la oportunidad de haberle dicho a Petro, en su cara y en sano juicio, que tampoco esa tarde les dijo la verdad a sus compatriotas. Este Gobierno pésimo es posible por la oposición que ni se prepara ni estudia.
La senadora Paloma Valencia no hizo oposición, como era su responsabilidad, sino uribismo hirsuto, porque se sumó al coro de la ultraderecha recalcitrante que en arengas y columnas orquestadas vienen promoviendo una impresentable campaña mediática de infundios para inflamar el ambiente con el estribillo de que Uribe es inocente, que no hay una sola prueba e intimidar a la justicia. No le faltó sino leer un comunicado de unos abogados autohabilitados de juristas que no conocen las intimidades de un proceso que se inició por orden de la Sala Penal de la Corte, pero que califican irresponsablemente de montaje. “Todos a una, como en Fuenteovejuna”.
La parlamentaria Lina María Garrido al menos se sintonizó con el desespero que suscitan Petro y su banda, pero si su discurso hubiere estado fundado en confrontar datos habría resultado más contundente. Les dolió lo que oyeron de esta fogosa parlamentaria, y por eso Petro se retiró sin oír al congresista Carvalho que restaba por hablar, tanto que Benedetti anunció otra denuncia penal de las que no se atreve a formular, porque no ha olvidado la inviolabilidad parlamentaria consagrada en la Constitución y, a lo mejor, porque teme presentarse como querellante en los estrados judiciales en los que es conocido de autos y llevarse una sorpresita desagradable si aparece por allá.
Para acabar de completar la tarde fatal, Petro con sus obsecuentes ministricos con sus puños cerrados y en alto desafiaron e insultaron al Congreso, en medio de los gritos de “reelección” del provocador pastor Saade, el patán que han exaltado a la condición de estadista. Mentira tras mentira.
Adenda. En el final de su mandato Petro, obviamente de la mano de Montealegre, tergiversa a Habermas para sustentar su totalitaria amenaza de intervenir los contratos de los medios que no se sometan a sus dictatoriales designios. Va quedando al desnudo el talante de tirano.
