COMO NADIE LO TOMA EN SERIO, PAsó inadvertido tanto el anuncio de Alejandro Ordóñez, de que “el país está enfermo y va por un despeñadero moral y ético”, como su receta de que esto se endereza restableciendo el temor a Dios.
El “Absolvedor” sentenció que la corrupción se concreta “con el tú me eliges y yo te elijo. Tú me escoges y yo te pago”, práctica de la que sindicó a los contratistas que financian alcaldes y gobernadores, a ninguno de los cuales ha sancionado. El santurrón predica pero no aplica.
Claro que Ordóñez sabe de qué habla, cuando sostiene que la corrupción consiste en do ut des. La Procuraduría está politizada, no hay un sólo nombramiento que no tenga justificación politiquera. Basta revisar la nómina de los nombrados o reintegrados en este nefasto período, para advertir la mano de los senadores que hicieron posible su designación. A ese grupo de privilegiados se suma la parentela de amigos y contertulios religiosos y políticos de Ordóñez, también premiada con influyentes cargos, como Cristina Grueso, esposa del ex parlamentario Pablo Victoria; o Tatiana Londoño, hija del “Héroe de Invercolsa”, Fernando Londoño, defensor a ultranza del Procurador.
Son igualmente indignantes los calculados nombramientos que viene haciendo Ordóñez de los parientes y recomendados de ciertos magistrados, para asegurar su reelección. Obviamente, de ser candidatizado para un nuevo período, en el Senado también barrería, a lo mejor otra vez con la complicidad de liberales, petros e indoctrinarios, que aun hoy siguen sin excusarse por el grave daño causado al elegir a Ordóñez.
La ambición de poder del Procurador es gigantesca. No solo le interesa perpetuarse en el cargo, sino nombrar a sus pares en la Contraloría y la Fiscalía. Ordóñez en privado se ufana de haber vencido las resistencias parlamentarias contra la Contralora; por eso ya hay quienes apuestan a que en los próximos días, cuando el abogado Jorge Moncada Rojas, funcionario de la Procuraduría, contraiga matrimonio con una de las hijas del Procurador, haría parte de la nómina de la Contraloría.
Y tampoco le es indiferente a Ordóñez lo que pueda pasar con la elección del nuevo Fiscal. Ya se supo que en relación con la terna anterior, el Procurador hizo campaña nada discreta a favor de uno de sus integrantes, abusando de la poderosa nómina de la Procuraduría. Solo falta que alguno de sus alfiles demande en el Consejo de Estado la nueva terna.
Lo insólito es que quien diagnostica que el país va a un despeñadero por la corrupción no se haya atrevido a destapar la olla podrida de los ocho años de gobierno uribista. Por allí debería empezar, pero claro, no se arriesga, entre otras cosas porque de hacerlo, dejaría al descubierto a uno que otro de sus hermanos goditos, comprometidos en los escándalos de Fondelibertad, Estupefacientes, Inpec, algunos de los cuales por algo andan torpedeando en el Congreso el Estatuto Anticorrupción.
Esta es corrupción, y de la buena.
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Adenda N° 1: Al igual que Pablo Escobar, los Ochoa y también Montesinos, todos ilustres refugiados en Panamá, la ex directora del DAS, María del Pilar Hurtado, se pone en ese país a salvo de la justicia colombiana que la investiga por un delito común, acogiéndose a un asilo político con sabor a confesión. ¿Será que el ex presidente Uribe, cercano al mandatario panameño, tuvo algo que ver en esta fuga? Por lo pronto, la cúpula del uribismo tiene asegurado el silencio de quien se rumoraba que había advertido que de ser detenida, prendería el ventilador. Sería bueno que el gobierno de Santos dejara saber si ratificó a la Cancillería panameña, que la ex funcionaria sí era perseguida política.
Adenda N° 2: Desde mayo Norbey Quevedo advirtió en un comunicado que si algo le pasaba a él o a su familia, hacía responsable a quien lo atacó alevosamente por sus artículos sobre la destitución de Juan Carlos Abadía. Ahora que el periodista fue asaltado, las autoridades tienen la palabra y el deber de protegerlo.
