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Una constancia histórica

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Ramiro Bejarano Guzmán
10 de junio de 2012 - 01:00 a. m.
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Hizo bien el senador Juan Fernando Cristo en consignar en su libro “LA GUERRA POR LAS VÍCTIMAS. Lo que nunca se supo de la Ley” las vicisitudes que se presentaron para que por fin el Congreso, con la feroz oposición del uribismo y el Partido Conservador, expidiera la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras.

Se trata de un documento valioso, que Cristo recrea con acierto y en ocasiones con justificado dramatismo personal, como cuando recuerda la muerte de su padre, acribillado por el Eln, o el secuestro de un tío por el mismo grupo subversivo, quien contó con la suerte de fugarse antes de que lo trasladaran a las selvas del Catatumbo, de donde no habría regresado con vida.

Se siente la tristeza y al mismo tiempo la indignación de Cristo, al revivir dolores ajenos y propios, por ejemplo, cuando revela que en la única ocasión en la que se ha entrevistado con el Eln para abogar en compañía de otros parlamentarios por la liberación de unos secuestrados, al momento de despedirse un guerrillero se le acercó y en tono de justificación le dijo: “Lo sucedido hace unos años en Cúcuta fue una equivocación”. Se refería al execrable asesinato de su padre perpetrado por el Eln mientras Juan Fernando era embajador en Grecia. Y esa ha sido la única “explicación” que la guerrilla le ha dado sobre ese terrible crimen que cambió para siempre su vida y la de los suyos. Él siempre supo que ese asesinato fue una equivocación, lo que no le explicaron fue por qué tenían que “equivocarse” con su padre.

Cristo con razón también se estremece con otros relatos de las víctimas humildes y desposeídas, como el de María Cecilia Mosquera, la valerosa negra que sobrevivió a la masacre de Machuca, acaecida en Segovia el 18 de octubre de 1998. Hay esperanzas si alguien como esta afrodescendiente, después de semejante tragedia que la dejó sola para siempre y con su cuerpo cicatrizado, todavía enfrenta la vida sin odio en su corazón contra quienes le causaron tanto daño y tiene “ganas de salir adelante a pesar de la pérdida de toda su familia”.

La almendra del trabajo de Cristo es dejar al descubierto la tenebrosa maniobra de poderosos alfiles del uribismo y del conservatismo para torpedear esta ley, desde los tiempos de Uribe y hasta hoy. La exaltada reacción de Uribe contra el senador Carlos Gaviria, cuando en una reunión con parlamentarios en la entonces “Casa de Nari” le pidió “en tono tranquilo, que contara en qué consistía el proyecto de ley concertado con los jefes paras en Santa Fe de Ralito”, que de todas maneras convirtieron en la desgraciada Ley de Justicia y Paz, no fue un incidente menor. Allí quedaron retratados precisamente los responsables de regalar impunidad al paramilitarismo, los mismos que después tozudamente se opusieron a la Ley de Víctimas y de Tierras y hoy combaten su reglamentación y aplicación buscando convertirla en letra muerta.

En efecto, Cristo es consciente de que la Ley de Víctimas y Tierras “tiene poderosos enemigos, tanto dentro de la legalidad como en la ilegalidad”, pues “son los mismos que en los últimos veinte años se dedicaron a despojar a los campesinos, y que en lo que va corrido de 2012 ya han asesinado a varios líderes que luchaban por lo que les pertenecía”.

Adenda. Algunos magistrados codiciosos ya empezaron a ambientar la tesis de que la tramposa prórroga de sus períodos de 8 a 12 años decretada por la reforma inmoral de la justicia que aprobarán esta semana, se computará a partir de la fecha en la que se expida la reforma y no de cuando cada quien hubiese tomado posesión del cargo. Los creo capaces, porque si se vendieron por esta canonjía, serán capaces de todo. Gobierno, Congreso y altas cortes son responsables del escandaloso soborno constitucional que perpetraron en sus propios beneficios, para vergüenza de los colombianos de bien.

notasdebuhardilla@hotmail.com

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