En el ADN de muchos colombianos deambula la arrogante creencia de que los cargos públicos tienen dueños, por lo general señoritos y holgazanes que se creen con el derecho natural de acceder a las más altas dignidades e, inclusive, para saltar de la adolescencia al empresariado. El uribismo no es precisamente la excepción. Por eso no es extraño lo que está por ocurrir para designar a los próximos Registrador y Contralor.
Agoniza el período del registrador Alexander Vega, cuya labor no sorprendió porque de él se esperaba la gestión oscura y clientelista que ha hecho. Es preciso recordar que Vega se sometió a un publicitado proceso de selección convocado por los presidentes de las Cortes Constitucional, de Justicia y del Consejo de Estado, precedido de un examen de conocimientos organizado por una universidad. Este trámite dejó dudas sobre su transparencia porque nunca se aclaró si Vega tuvo o no que ver con la financiación de los viajes a México y Washington de las magistradas que presidían la Corte Constitucional y el Consejo de Estado, quienes luego hicieron entrevistas para seleccionar precisamente al hoy flamante registrador.
Ahora, ya en marcha la selección del nuevo registrador, todo apunta a que continuaría mandando Vega a través de varios aspirantes, casi todos sus cercanos, pues los presidentes de las tres altas Cortes escogerían al que, como lo vaticinan ya quienes conocen el almendrón, sería más de lo mismo, pero en cuerpo ajeno. Es decir, Vega –que no tiene un pelo de bobo– sería reemplazado, pero no se iría, porque alguno de los suyos se sentaría en el mismo sillón para continuar manejando el botín de la registraduría, ahora más jugoso cuando aprobaron un Código Electoral hecho a la medida de la corrupción politiquera.
Y, si en la Registraduría llueve, en la Contraloría no escampa. Allí está ocurriendo algo como para Ripley. El doctor Carlos Hernán Rodríguez, el caído contralor general, también fue designado en otro concurso de méritos que tampoco convenció. La prueba es el fulminante y contundente fallo del Consejo de Estado que anuló su elección. A pesar de estar despedido, se sabe que la camarilla de siempre ya está moviendo sus fichas para que el sustituto de Rodríguez sea otro de su tribu de candidatos a contralor.
Rodríguez salió del cargo, pero con la ayuda del “jurista” de las causas marrulleras –me refiero a Gregorio Eljach, secretario del Senado, experto en enrevesadas teorías que por lo general caen pulverizadas en los estrados judiciales– y con la de un noticiero de televisión en el que el expresidente Gaviria ostenta influencia grande, sigue publicitando una tutela con la que aspira a que se revoque su anulación y regresar a manejar la Contraloría. Esa es una “coloca” que encanta y por la que hay más de uno dispuesto a hacerse matar si fuere menester, porque desde allí se manda y se dispensan puestos y contratos, entre otros, a muchos parientes y amigos de magistrados de altas cortes, como ha ocurrido desde antaño y sigue sucediendo en estos tiempos, sin pudor ni prudencia.
Tan grande es el apetito por la Contraloría que ya hay quienes han acuñado la imposible e inmoral tesis de que como el nombramiento de Rodríguez fue anulado eso significa que jamás ha ejercido ese cargo y, en consecuencia, no tendría inhabilidad para volverse a presentar como candidato. Otra cosa prevén la Constitución y la ley que tajantemente prohíben la reelección del Contralor.
Sorprende que el gobierno del cambio no haya husmeado estos “feudos podridos”, de los que hablara el expresidente López Michelsen, supuestamente bendecidos por la mano redentora de unos togados que, al ejercer funciones electorales, por lo general “litigan” en causa propia. Pronto vendrá el sucesor del Fiscal, luego el del Defensor del Pueblo, y así sucesivamente seguirá el aguinaldo permanente. Esto apenas empieza.
Adenda No 1. Indignante la macabra revelación de las 49 criminales ejecuciones extrajudiciales o “falsos positivos” en Dabeiba durante el gobierno de Uribe, confesados por exoficiales del ejército.
Adenda No 2. En la concurrida carrera séptima, enfrente del parque El Chicó y en un exclusivo sector del norte de Bogotá, violento robo a plena luz del día. Y todavía hay quienes creen que la inseguridad ciudadana se combate metiendo la policía a la Universidad Nacional.