Valle de lágrimas

Otra vez el Valle del Cauca está a punto de quedarse sin gobernador, deteriorando todavía más un departamento que otrora fue modelo en el país, pero que hoy, duélale a quien le duela, perdió protagonismo e importancia.

¿Cómo pudo pasar que se viniera abajo, al extremo de que no ha podido tener un gobernador que tranquilice a la comunidad, ni siquiera en las épocas de Angelino Garzón?

Seguramente en los males vallecaucanos han contribuido el narcotráfico, el clientelismo, la politiquería, el nepotismo, el paramilitarismo y la gigantesca corrupción que se ha extendido a lo largo y ancho del departamento. Lo extraño es que esos mismos vicios también han sacudido a Antioquia, pero allá al menos lograron estabilidad sus gobernantes y elegir a Sergio Fajardo, una figura nacional que convoca y es merecedor de respeto.

Algo más tiene que estar pasando en el Valle del Cauca, para que allá fracasen todas las soluciones, y mucho me temo que el meridiano de esta tragedia está pasando por la mediocridad y oportunismo de ciertas decadentes fuerzas vivas, quienes por andar pensando en sus propios negocios, se olvidaron del terruño. A ellos solo les cautiva tener alfiles en los puestos claves, como lo hicieron situando en la gobernación al indelicado y tramposo Francisco José Lourido, no importa que para ello se hubiesen valido de artificios legales, o como los tienen inclusive hoy en la propia Casa de Nariño.

Lo importante para estos semidioses de talante feudal es mandar, con quien sea, la ideología es lo de menos, por eso apoyaron a Angelino y harán lo mismo con Useche, si no lo tumban, a quien en privado le piden favorcitos, como lo hizo el momio caleño, Alfredo Carvajal Sinisterra, quien a pesar de hacer parte del entorno social que flagela al mandatario, no tuvo inconveniente en pedirle que mantuviera como directora de la Biblioteca Departamental a Juliana Garcés, una de sus consentidas. Ciertos personajes creen que cuando piden burocracia el favor no se lo hacen a ellos sino a las oficinas públicas donde trasladan a sus amanuenses, pero, eso sí, cuando sus contradictores hacen lo mismo, entonces todo es censurable y corrupto.

No apoyé a Useche durante su campaña, porque también me inquietaba su cercanía con Juan Carlos Martínez; por el contrario, fui uno de sus más severos críticos, como también en su momento de Juan Carlos Abadía, pero hoy me sorprende que el actual gobernador termine en el asfalto por un tema relacionado con la licorera del departamento, que no se ve contundente ni convincente, no obstante que esa entidad ha enfrentado problemas peores y más costosos en pasadas administraciones. ¿Dónde están las investigaciones por deterioro patrimonial contra Angelino, Carlos Holguín, Germán Villegas, por sus actuaciones como gobernadores, no solo en la Licorera? Es allí donde el asunto se torna inquietante y altamente sospechoso.

Es evidente que el momiato caleño anda de fiesta y esperando que el presidente Santos después del paso fugaz del viceministro Aurelio Iragorri por la gobernación, les haga el servicio de encargar a uno de los suyos. Desde el día uno en el que Useche inició su accidentado cuatrienio, le han llovido rayos y centellas de los más encumbrados voceros, quienes han dado por cierto que se caerá, bien por obra de la Contraloría, o por alguna destitución de la Procuraduría o un carcelazo de la Fiscalía. Ya sabremos a quién beneficiará esta destitución, y como van las cosas, todo parece que será a los mismos que andan con las mismas.

Adenda.- Pobre el más rico de los colombianos. Luis Carlos Sarmiento no ha firmado aún el contrato para hacerse a la propiedad de El Tiempo, y ya lo acosan los aspirantes a la dirección del periódico, como el inefable Plinio Apuleyo Mendoza, quien sin ningún pudor en su última columna subliminalmente se autocandidatizó a tan importante dignidad, según él, ante la necesidad de adoptar “virajes bien encaminados”.

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