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Desigualdades en el Magdalena: Luchas por territorios, aguas y supervivencia

Colectivo ¡Re-Imaginemos!
02 de abril de 2024 - 12:54 a. m.

Este artículo hace parte de una serie de 32 columnas que exploran la desigualdad en cada uno de los 32 departamentos de Colombia. Cada columna se escribe a varias manos, tras un proceso de diálogo entre académicos, artistas y activistas de cada rincón de nuestro país. Para conocer más sobre las publicaciones semanales de los Diálogos Territoriales sobre Desigualdad y sobre el centro de investigación comunitaria que los dirige, síguenos en IG @reimaginemos.colombia o X @reimaginemos.

El departamento del Magdalena es un territorio diverso biológica y culturalmente, con una amplia gama de climas y de riqueza hídrica. Pese a estas riquezas, han existido y continúan existiendo profundas desigualdades en el acceso al agua, la tierra y el alimento. Desigualdades que se han construido a través de una historia de quinientos años marcada por procesos de despojo, racismo, violencia, y discriminación.

Y es que las desigualdades vienen en muchos sentidos de ahí. De darle a lo diferente diferentes valores y diferentes derechos. De otorgarle jerarquías a la diferencia: hombre por encima de mujer, blanco por encima de negro, rico por encima de pobre. Procesos que explican por qué, como departamento y como nación, hemos invisibilizado y marginalizado por mucho tiempo nuestras herencias, realidades y saberes indígenas y negros, mientras que reivindicamos nuestra herencia colonial europea.

Con estos procesos de discriminación y jerarquización de los derechos hemos construido desigualdades que tienen consecuencias materiales. Y que nos explican por qué, incluso hoy, las comunidades indígenas, negras y campesinas en el Caribe y en Colombia siguen luchando por acceder a la tierra, al alimento y al agua. Como lo resalta Lorena Aja, investigadora de la Universidad del Magdalena, nos hemos acostumbrado a que es normal “ver grandes plantaciones de palma y banano que toman la mayoría del agua que viene de los ríos de la Sierra Nevada de Santa Marta, mientras que al lado están los campesinos parceleros sin tierra que se ven obligados literalmente a ‘cazar el agua’ para poder sobrevivir”.

En el Magdalena, el agua pasó de ser un derecho de las comunidades, a ser un privilegio del sector empresarial. Esto concluye Levith Molina, líder juvenil y defensor de los derechos de las comunidades negras, quien nos recuerda, además, que las primeras afectadas por esta realidad son las mujeres, pues son ellas quienes se encargan de la recolección del agua y de las labores de cuidado que se realizan con el agua, incluyendo lavar, cocinar y la transmisión de los saberes. Las desigualdades en el acceso al agua afectan así la salud y la seguridad alimentaria, y además, implican una sobrecarga de trabajo para las mujeres afro e indígenas que tienen que desplazarse incluso a otros pueblos en busca del agua para poder sobrevivir. La falta de agua es una forma de desplazamiento.

La lucha por el agua en este departamento marca el día a día no solo de las comunidades rurales, sino también, de los barrios empobrecidos de la ciudad. Jahirton Betín, artista que aborda temáticas medio ambientales, señala cómo “En Santa Marta, la falta de agua es constante. En los estratos uno y dos, si recibes agua dos veces por semana, es mucho. Y puedes pasar fácilmente dos o tres semanas sin agua. Acá una casa debe tener sus mangueras y su motobomba, porque si no, no tienes aguay si no hay agua, los niños no toman agua sana, y se enferman, y no van al colegio. Esto es un espiral que no para (…) pero esto no pasa en los barrios estrato 5 y 6, siempre hay agua”.

¿Qué soluciones hay?

Pensar las soluciones a estos tipos de desigualdades nos enfrenta a un problema complejo y con muchas capas. Por eso consideramos que es importante arrancar por pensar las soluciones según la escala en la que operan: si son desigualdades urbano/rurales, o si son de género, de etnia, o de clase social. Un segundo paso para construir soluciones es identificar quiénes tienen una responsabilidad en la reproducción de estas desigualdades: si es el Estado, o la empresa, o nuestras dinámicas sociales, culturales y familiares. Un tercer paso en las soluciones es entender con qué recursos contamos y qué recursos necesitamos para poner en marcha las soluciones: ¿Cuánto debe invertir el Estado? ¿Cuál es la responsabilidad del sector empresarial? ¿Cómo debemos transformar, cada uno, nuestros modelos mentales?

Consideramos también que parte de las soluciones están en reconocer que detrás de las historias de desigualdad están también las historias de resistencia y de creación de mundos posibles, desde otras miradas y saberes. En el caso del agua, por ejemplo, las historias de resistencia de las comunidades afrocolombianas nos invitan a ver el agua como agua viva. Un recurso vivo que como todo ser que tiene vida, tiene poder sobre otros seres: poder de conectarnos, de generar oportunidades, o de quitarlas. Así lo plantea Levith Molina, enseñándonos cómo las comunidades negras “guardamos una relación muy espiritual y muy sagrada con el agua. Vemos el agua no solo como un líquido preciado para el vivir, sino también, como camino de libertad. Porque el agua fue el medio a través del cual nuestros ancestros lograron huir de las haciendas esclavistas para conformar sus palenques y proyectos colectivos”. Hoy pese a amenazas y violencias que han silenciado a muchos líderes de su comunidad, Levith continúa la lucha que iniciaron sus ancestros por la defensa del territorio como espacio de vida y desarrollo…”Porque no podemos sembrar la paz sin agua y sin alimentos”.

Y en estas luchas, necesitamos de diferentes herramientas: organización social, diálogo intergeneracional, incidencia política, pero también, transformaciones de nuestros imaginarios. Y para esto, el arte nos ofrece posibilidades. Posibilidades para pensar los problemas desde otras miradas y lenguajes. Posibilidades para construir sentidos de respeto por la diferencia. Posibilidades para cuestionar nuestras realidades. Como parte de este ejercicio, Jahirton Betín ha creado una potente ilustración que en blanco y negro que desmitifica el Caribe colombiano como un territorio alegre y colorido, y nos invita a verlo con sus oscuros contrastes, donde hay poderes que manejan las oportunidades y los recursos para la vida, como el agua. Donde unos pocos, tienen las motobombas en sus manos. Conoce la obra aquí.

Coautores: Levith Molina. Líder juvenil y defensor de los derechos humanos, territoriales y ambientales, miembro del Consejo Comunitario de Comunidades Negras Rincón Guapo Loveran; Lorena Aja Eslava, Profesora @UniMagdalena, Candidata a PhD en Estudios interdisciplinarios sobre desarrollo @Uniandes; Jahirton Betín – Maestro en artes plásticas y director de arte de la Fundación SOS Arte Samario.

Editora: @Allison_Benson_. Investigadora y Directora de Reimaginemos

 

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