Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Finalizó la segunda etapa de la Copa Libertadores o fase intermedia previa y los nuestros volvieron a quedar eliminados antes de la fiesta. Si bien es cierto que falta saber cómo les va a Nacional y Bucaramanga, que regresa a la competición después de 27 años, los reflectores de la expectativa caerán sobre los verdolagas, que supieron dar la vuelta olímpica en 2016, cada vez más lejos por nuestra actualidad. La liga colombiana se quedó estacionada y por eso nos vemos tan mal afuera; de eso no hay duda, pero preocupa la actitud de nuestros representantes para no quedarnos solamente en la capacidad futbolística.
¿Somos tímidos?, esa es la hipótesis número uno. Debido al ritmo de nuestro torneo local y su poca exigencia, que premia la mediocridad, el jugador va a disputar en el exterior los partidos con mucho temor. Se sabe inferior porque afuera lo van a presionar y atacar, le van a exigir demasiado y no se siente seguro, por lo que opta por replegarse y aguantar, a ver si se le da el resultado o tiene la pelota, no arriesgar demasiado.
Si por circunstancias de juego consigue la ventaja antes del rival no se siente cómodo y generalmente lo remontan y si hay definición por cobros desde el punto penalti el nerviosismo le impide conseguir la efectividad necesaria y es muy probable perder las series, aunque las grandes gestas esporádicas por demás, como dos de los tres títulos de Libertadores y el de Sudamericana, se consiguieron por la vía del punto blanco.
¿Somos sobradores?, esa es la hipótesis número dos. Cuando al equipo colombiano le corresponde como rival un conjunto de un país similar o inferior en desempeño o historia, entonces se relaja. Sale a enfrentarlo convencido de que le va a ganar, que lo va a superar y generalmente se ve sorprendido, porque ya nos tienen la medida. Se gana en la víspera sin llegar siquiera al estadio y ya nos están perdiendo el respeto en la región que se había conseguido en décadas anteriores, cuando éramos constantes animadores de las fases finales. Estadísticamente, desde 2016, año del último éxito de Nacional, lo máximo que se ha llegado es a cuartos de final en Libertadores, con el Pereira, no más. Solo estamos a la par de Venezuela y debajo de Chile, Paraguay, Perú y Bolivia. Una vergüenza absoluta.
Se puede concluir que somos una mezcla de timidez y sobradez sin mucho margen de error, porque somos incapaces de cerrar juegos o mantenerlos. Nuestra inestabilidad emocional es aterradora. Nos da miedo el juego aéreo, nos da miedo pegarle de media distancia, centrar; son demasiados nuestros incovenientes y por eso nos estamos convirtiendo en rivales celebrados y preferidos para enfrentar. Todo tiene una consecuencia y es mantener el sistema de nuestros dos torneos profesionales y adolecer de por lo menos dos categorías más de ascenso. Siguen pasando los años y nuestros dirigentes se siguen haciendo los desentendidos con el tema. No volveremos a ser competitivos si no mejoramos la competencia interna, salvo algún golpe de suerte, que hay que atraerla también. ¡Hay que competir para ganar, no solo para participar!
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador
