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Sombrero de mago

Bandada de oportunistas al viento y al azar

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Reinaldo Spitaletta
03 de junio de 2025 - 05:00 a. m.
“A David Racero le cabe la frase atribuida a Groucho Marx: “Si no le sirven mis principios yo se los cambio por otros””: Reinaldo Spitaletta
“A David Racero le cabe la frase atribuida a Groucho Marx: “Si no le sirven mis principios yo se los cambio por otros””: Reinaldo Spitaletta
Foto: Mauricio Alvarado Lozada
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Hay desviaciones políticas, filosóficas, de familia o rebaño que se van tornando paisaje y hay que tratarlas con docilidad, sin crítica, porque proceden de autoridad suprema, o de un pontífice, o tal vez de un pastor o gamonal o cacique o algún truculento clientelista. Sí, es muy de nuestra idiosincrasia politiquera en Colombia, donde al mandamás, y más si es presidente o algo así, no se le contradice. Se le adora.

Los de alguna memoria recordarán los días del llamado “mesías”, que se apoderó de medios de comunicación, penetró con su “embrujo autoritario” por todas partes, persiguió opositores a través del demoníaco DAS y otras tenebrosas inquisiciones, compró su reelección y ejecutó tropelías a granel. Solo para memorar, las privatizaciones (por ejemplo, la de Telecom) y el cercenamiento de derechos de los trabajadores.

Muy pocos lo contradecían. Algunos columnistas, algunos sindicalistas, alguna comunidad campesina… Pero predominaba el ambiente de la unanimidad sometida. Se forjó una “cultura del seguidismo”. Y de la postración ante el “ídolo”. Claro, no faltaban entonces, como ahora, los oportunistas, los hincados ante el “patrón” para mover con devoción el incensario. Eran los acólitos con su botafumeiro.

Parece que tales desviaciones han continuado. Y el oportunismo rampante las utiliza a modo de protección contra el “mal de ojo”. Los de la logia, o, mejor, los de la grey, impiden que alguna de las ovejas, aunque sea un lobo disfrazado, sea cuestionada (o esquilada). Si cometió alguna “incorrección”, como un desfalco, o cositas así, eso no cuenta. No tocó la esencia del “partido”, del “pacto”, de la “alianza”, en la que, por lo demás, todo vale. El fin justifica los medios.

El oportunismo —hay de derecha y de izquierda— busca perpetuar el sistema de explotación de los trabajadores, que en esencia no se modifica, sino que se maquilla con algunos remiendos. Se ha sabido en la historia de aquí y de allá que toda o casi toda la cáfila de oportunistas se disfraza de “revolucionarios” para ganar beneficios personales. También se les conoce como arribistas. Y forma parte de lo que se llama el reparto teatral del poder. De ese mismo poder que dicen que van a derribar, pero que, al contrario, contribuyen a sostener.

En ese camino de los “enviados”, unos de derecha y ultraderecha, otros con el vestuario y el alma de reformistas ataviados de “progres”, se parecen unos y otros. El discurso, en sí mismo, no cambia la esencia del oportunista. Es solo una apelación a la treta, a las puestas en escena para hacer creer que se está en la ruta de la transformación. Ya lo advertía algún clásico del marxismo: “El reformismo es una manera que la burguesía tiene de engañar a los obreros, que seguirán siendo esclavos asalariados, pese a algunas mejoras aisladas, mientras subsista el dominio del capital”.

El oportunismo, tan en boga por estas comarcas, busca “vacunarse” contra la crítica, nadie puede atreverse a señalarlos, a mostrarles sus llagas y despropósitos, porque entonces el contradictor está en contravía del “cambio”, cualquier cosa que esta manoseada palabra signifique, y que, es probable, sigue el camino señalado por el Gatopardo. Y en este punto es cuando aparece uno de esos oportunistas de carrera: David Racero.

Lo dicho: un oportunista, o de otro modo, un farsante que posa de “progresista”, agita a la galería sobre la reforma laboral y la consulta popular, pero con intenciones de conseguir sus propios réditos. Mucha gesticulación y discursito que camufla su auténtica posición antiobrera. No es un renegado, es un camaleón. Y, como ha quedado al descubierto en estos días, es un abanderado del clientelismo y de la precarización laboral. Tan parecidas sus acciones y camuflajes a los de los “oportunistas de derecha”.

Valga anotar que, a la postre, los llamados oportunistas son lo mismo, así agiten banderines de derecha o de izquierda. Muestran una cara en la retórica parlamentaria o de plaza pública, y otra, la auténtica, la monstruosa, en los hechos. Las arduas y sangrientas luchas históricas de los trabajadores por alcanzar los “tres ochos”, le parecen a esta “alhaja” que pueden botarse por la borda y proseguir la explotación a ultranza de la mano de obra.

Según la visión de este sujeto, de dobleces y demagogias, una trabajadora, digamos una cajera de un “Fruver”, puede, además, desempeñarse durante un turno de 13 horas como barrendera, empacadora de pulpas, lavapisos, lavabaños, y todo por un mínimo. Y eso que era uno de los que agitaba la reconquista de derechos conculcados por los explotadores del país.

La auténtica catadura de este oportunista quedó al descubierto, aunque criticarlo —según algunos dogmáticos y propugnadoras de la servidumbre voluntaria— es ir contra los vientos del “cambio”. A Racero le cabe la frase atribuida a Groucho Marx: “Si no le sirven mis principios yo se los cambio por otros”.

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Si, muy reprochable lo de Racero, pero un trecho extremadamente largo va de Uribe a Petro.
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De acuerdo. Me costó asimilarlo, gente joven que tiene buen trabajo legislativo. Pero lo encontrado en las pruebas, sin que lo hayan encontrado culpable, son bastante claras. Y si, pierde uno la confianza. Lo mismo me pasa con Lucho Herrera.
FERNANDO RAUL MUÑOZ REBOLLEDO(sv6gc)03 de junio de 2025 - 09:34 p. m.
Petro el Uribe de la izquierda y Uribe el Petro de la derecha, estereotipos como este Racero son los que se enquistan oportunísimamente en el Estado para saquearlo y los hay abundantemente en la izquierda, centro y derecha.
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