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Sombrero de mago

Borges, ‘El Aleph’ y todo el universo

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Reinaldo Spitaletta
09 de septiembre de 2025 - 05:00 a. m.
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Se trata de un cuento, el más largo de Borges, escritor de intensas brevedades, que hay que releer cada tanto y no solo porque, como sucede ahora, esté cumpliendo años de publicación en la inevitable revista Sur, de Victoria Ocampo. El ya ochentañero El Aleph, con un poco más de 4.700 palabras, tiene la virtud —escasa en tantos casos— de tener que leerse de modo pertinaz porque siempre, en cada lectura, tendrá revelaciones y otras inesperadas peripecias, incluidas las del erotismo y las cartas obscenas de Beatriz Elena Viterbo.

Es una maravilla leer un cuento en el cual, en forma simultánea, se puede ver todo el universo (incluida la teoría de conjuntos, en la que puede haber maneras de que el todo no sea mayor que alguna de las partes). El yo de Borges está ahí, con tonalidades shakesperianas, o con una conexión en la que el lector se puede sentir parte de una celada de las que solía hacer Edgar Allan Poe, por ejemplo en El barril de amontillado.

El Aleph son todas las cosas al mismo tiempo, incluida Beatriz Portinari, que en la Divina Comedia representa una guía espiritual hacia las muy controvertidas simbolizaciones de “verdad” y “salvación”. Sin embargo, la Beatriz de Borges, que también muere joven, es profana, un tanto superficial y ligada al consumo, incluido el de “cigarrillos rubios”. Publicado en septiembre de 1945 (un mes después de las explosiones de las bombas atómicas), es un cuento —y es una de sus cualidades— al que siempre hay que estar volviendo.

Hace mucho, cuando ni siquiera uno sabía de la existencia del extraordinario Borges, un profesor de geometría nos habló del Aleph como uno de los puntos del espacio que contiene todos los puntos. Nos dijo de una simultaneidad en la que se podrían encontrar todos los lugares del infinito universo. Cuando leí por primera vez esta perturbadora obra, no solo recordé al profesor, sino que, en una conjunción de deslumbramientos, me puse a buscar en sótanos de casas de amigos (algunos vivían en el barrio Prado, de Medellín) ese lugar (o no-lugar) imposible.

Es un cuento en el que la voz del narrador se identifica con la del autor y el protagonista. Borges, todo en uno. El comienzo, después de los epígrafes de Hamlet y del Leviathan, te deja sin aliento: “La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó ni un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo…”. Esta declaración trascendente contrasta con lo que sigue, una frase en apariencia baladí sobre una cartelera publicitaria de cigarrillos.

En esta narración en la que el vasto mundo cabe al mismo tiempo en tan breve espacio, hay un Borges, un narrador, que, a su vez, puede hacer crítica literaria, como, en efecto, se la hace a quien en el relato es el rival de cama, el primo de Beatriz, Carlos Argentino Daneri, un pedante sin sonrojos, farragoso y narciso. Este se proponía versificar toda la redondez del planeta, todas las hectáreas y kilómetros.

El Aleph, “primera letra del alfabeto de la lengua sagrada”, es, a su vez, un cuento sobre la venganza (que la literatura tiene como uno de sus temas fundamentales desde tiempos remotos), pero también sobre el olvido, ambos tan caros al autor de Historia universal de la infamia. Después de todo, cuando los aniversarios son ocasión propicia para lecturas y relecturas, una ciudad como Buenos Aires (la misma que el autor juzgó “tan eterna como el agua y el aire”) se ha dedicado por estos días a homenajear el cuento y a su creador.

Programaciones culturales, exposiciones, recitales, simposios se han extendido por la ciudad que el universal Borges cantó y contó, y todo para conmemorar y celebrar la aparición del octogenario cuento. “Una historia tan simple como un sótano que contiene al mundo en un punto en el espacio. La visión es sublime, ridícula, aterradora y, en manos de Jorge Luis Borges, profundamente humana”, escribió la periodista Flavia Pittella.

Es más que llamativo que una ciudad se vuelque a revisar y recordar a uno de sus más grandes escritores y, en particular, en torno a una de sus creaciones, como El Aleph. Hay una sintonía colectiva con la creación literaria, con las exégesis e intercambios de puntos de vista sobre un cuento, en cuyas aristas, centro y corporeidad habita en simultánea todo el universo. Me imagino que, aunque la dirección que aparece en el relato es ficticia, debe haber peregrinaciones allí, en ese punto (dicen que al 840) de la calle Garay de Buenos Aires.

Beatriz Viterbo, sus fotografías, sus obscenidades, resucitan en el cósmico aniversario de un cuento que nos ha hecho buscar sótanos para ver si nos topamos con “el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe”.

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José Tiberio Gutiérrez Echeverri(70717)10 de septiembre de 2025 - 10:20 a. m.
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hernando clavijo(26249)09 de septiembre de 2025 - 10:33 p. m.
Brevity is the soul of style. Shakespeare
Daga(46837)09 de septiembre de 2025 - 08:44 p. m.
Lindo
Sergio Henao(3490)09 de septiembre de 2025 - 06:39 p. m.
Disculpen mi apunte prosaico: el Aleph me recuerda algunos capítulos de la serie de los años 60, La Dimensión desconocida, cuyo guionista era Rod Steiger.
Edgar Salamanca(40706)09 de septiembre de 2025 - 04:31 p. m.
Lo comparto totalmente.
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