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Carta a Sir Aivan Duke

Reinaldo Spitaletta

07 de junio de 2021 - 10:00 p. m.

Tiene que ser uno muy atembado (palabra de abuelas) o muy insensible o muy neoliberal o muy hijo de la peor madre, o simular bobería o psicosis o cierto grado de majadería, para no darse cuenta de la gravedad que encierra la situación de miles y miles de colombianos, desajustados cada vez más en sus miserias por la pandemia y por la acción criminal del gobierno. Señor Duque, su actitud de momia egipcia frente a las peticiones de los desamparados y agraviados por el sistema, es otra felonía más, suya y de sus adláteres, contra esa masa empobrecida y desmejorada en casi todo.

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Señor Duque (¿de los Duque de dónde?), Su Excelencia, que tenerle que escribir esta cartita, que va tomando olor a excremento de perro, tan parecido al color del oro (eso decía un orfebre momposino), es una manera de convertir en palabras el resonante clamor de las calles. Al delinearla se va sintiendo, con su nombre, un olor a matadero, como en una esperpéntica sátira de Zalamea.

No va en nombre de nadie esta carta-queja-lamento, ni siquiera en el mío propio. O sí, por la memoria de los caídos en las protestas contra su gobierno despótico, desde los asesinados en 2019, como Dilan Cruz, los del 9 de septiembre de 2020, y los de este paro nacional sin precedentes, que ha despertado, según se puede leer en la historia diaria, lucidez en las conciencias del llamado “rebaño desconcertado”, que ya ha dejado de serlo. Y usted, que ha sido el “pastorcito mentiroso”, se quedó sin credibilidad.

Esta epístola, que tiene olor a la sangre derramada por muchachos de Cali, de Pereira, de otros lugares; de los muertos del paro nacional, o, como diría la artista Doris Salcedo, de las muertes violentas y arbitrarias que el régimen ha provocado, va dirigida a usted, Excelentísimo Señor (menos mal no está cerca don Hildebrando, que me diría: póngale más bien Excrementísimo), sin ánimo de que la reciba. Como una misiva de constancia, solo porque hay tanto dolor en la gente (no en la “gente de bien”, entiéndase), a la que siempre se ha mandado al matadero.

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Hay tanta vulgaridad en su gobierno, en sus ministros, en sus pajes de la fiscalía y otros organismos que se han vuelto de bolsillo del ejecutivo, que, como diría un poeta de Medellín, lo único que provoca tanta desfachatez y tanto desprecio oficial por los caídos como por los sobrevivientes, son muchas ganas de trasbocar.

Señor, el paro nacional, que a usted parece importarle un comino, que más bien su táctica es la de desgastarlo, degradarlo, macartizarlo, agotarlo con distintos ataques de propaganda negra y “guerra sucia”, señor de las “treintaiunas” y las ñeñeparrandas, digo que el paro nacional ha sacado a flote novedades como las de las iglesias (la católica y otras) que han enarbolado las banderas de los empobrecidos con peticiones de justicia social y bienestar.

Usted, tan devoto de la Chinca (si hubo una virgen de los sicarios, ¿esa bonita patrona chiquinquireña será de quiénes?) debe haberse enterado de las posiciones de curas y pastores, de obispos y predicadores, al lado de los protestantes y sus pliegos de reivindicaciones. Usted, señor —no se haga el “Manuel”—, debió conocer las posiciones a favor de los trabajadores, de los estudiantes, de los desempleados, en fin, que han asumido las iglesias, incluso las que lo apoyaron en su elección presidencial (¿fraudulenta?).

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Quizá, usted, míster Duque, o “Aivan”, que usted es un gran pronunciador de inglés, se dio cuenta de las palabras de Francisco el Papa, que dijo que detrás del paro hay un problema social que afecta a los más pobres. El pontífice ha llamado a resolver las contradicciones a través del diálogo, ¿si sabe usted, sir, qué vaina es esa del diálogo?). ¿Acaso se enteró usted de la “primera línea ecuménica por Colombia”, con cascos y escudos, formada en Cali por pastores, que impetran que haya conversaciones y se solucionen las miserias populares?

Para las iglesias y sus jerarcas, los índices de pobreza en Colombia, donde casi treinta millones de personas naufragan en las aguas cenagosas de la inopia, han sido un detonador y una alerta. Y se han sumado a los coros de los manifestantes que, desde el pasado 28 de abril, han escrito páginas de osadía y dignidad en la historia de las luchas sociales colombianas. No sé si usted, señor de los siete enanitos, ha escuchado, entre las voces juveniles, las de los prelados que denuncian que miles de familias solo pueden comer una vez al día en uno de los países más desiguales del mundo.

Son muchos los que gritan y los que marchan y los que expresan indignación ante un régimen atropellador y farisaico. Sí, es con usted, dizque presidente, porque, después de todo, como dice una canción, “usted es el palo mayor de un barco que se va a pique”.

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