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De la porcina y otros terrores

Reinaldo Spitaletta

04 de mayo de 2009 - 09:47 p. m.

Hay cosas más terribles que la gripe porcina esperando al hombre.

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Un nuevo terror nos llega de más allá de las fronteras, y con él, recordamos de nuevo los tiempos de las bubas y la lepra, de las hambrunas y las pestes, del sida y la gripa aviar. Nos estremecemos cuando alguien estornuda a nuestro lado y corremos en fuga para que no nos alcance el temible virus mutado H1N1, con el cual ya varias transnacionales de la química farmacéutica engordan sus arcas.

Como hay que sospechar de todo, ya vuelan las voces que advierten que el Tamiflú y su ex “dueño”, el ex secretario de Defensa de Bush, Donald Rumsfeld, serán los grandes afortunados con la epidemia de influenza porcina. El medicamento en mención, recomendado incluso por la Organización Mundial de la Salud, es uno de los pocos para enfrentar el virus. Fue inventado por la Gilead Sciences Inc., compañía de la cual Rumsfeld fue presidente desde 1997 a 2001.

El caso es que cuando se hizo cargo de los asuntos del Pentágono, el funcionario conservó su paquete de acciones. La compañía vendió después los derechos sobre el Tamiflú a Laboratorios Roche, que, como se recordará, se beneficiaron con la epidemia de gripe aviar. El virus de ésta fue manipulado para transmitirlo a los humanos, en laboratorios del Ejército de Estados Unidos, en 1976, según denuncias de periodistas independientes. ¿Acaso el virus de la porcina también fue manipulado?

Hasta ahora, a más de los muertos en los Estados Unidos y México por la influenza porcina, el más damnificado ha sido el marrano, que es el que menos tiene que ver con la epidemia y que ya nadie quiere comer, aunque, como diría cualquier guasón, para el animalito es una ventaja coyuntural para preservar su vida.

Pero decía al principio, quizá recordando al Drácula de Bram Stoker (quien murió de sífilis), que hay cosas peores esperándonos. Sobre todo en estos contornos de desamparos e incertidumbres. En esta geografía hemos tenido y tenemos pestes más terroríficas. ¿Qué tal, por ejemplo, los tiempos de la violencia liberal-conservadora, con sus macheteados y degollados, los ríos llenos de cadáveres, con decenas de miles de expulsados del campo, y con las viudas y huérfanos en estado de conmoción y miseria?

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Aquí la violencia –una veces, soterrada; la mayoría, abierta- ha sido otra peste, para la cual todavía no hay remedios ni vacunas. De los trescientos mil muertos de la década del cincuenta, pasamos a aumentar el siniestro récord en los días de las mafias y el sicariato, de las bandas de nuevos “pájaros”, de la guerrilla y de los paramilitares, sin contar el terrorismo de Estado y las agrupaciones fascistas de la mal llamada “limpieza social”.

Estamos contaminados por otros virus, tal vez más apocalípticos que los del ébola y de la influenza porcina. Ni siquiera la corrupción, inherente a este tipo de sistemas, ha sido tan apestosa como otras enfermedades que tienen que ver con la inequidad social y la exclusión. Leyes y reformas para aniquilar a los trabajadores, para esquilmarlos y tornarlos en nuevos esclavos. Normas y gabelas para acrecentar los capitales especulativos. Persecución a los sindicalistas. Desempleo y más desventuras para los destechados.

¿Y qué tal un país con cuatro millones de desplazados? Nos atormentan nuevas pestes y discriminaciones. Estamos atiborrados de hambrientos y también de los que tienen sed de justicia social. Estamos atravesados por los falsos positivos, por las chuzadas del DAS, por la plutocracia y los desmanes contra los olvidados.

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Lindo sería poder volver en estos días al Decamerón y la peste negra en Florencia; en repasar la Historia Nocturna, de Carlo Ginzburg, que da cuenta de la persecución a leprosos, brujas y judíos; a Muerte en Venecia, a La Peste de Camus, al reportaje novelado de Daniel Defoe, a la Perorata del apestado, de Bufalino, en fin. Qué bueno encerrarnos a leer para salvarnos de los virus y de las transnacionales.

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Porque afuera, aparte de la gripe porcina, que ojalá no se esparza por este país de desconciertos, nos esperan muchos vampiros que se volvieron inmunes a la luz del sol.

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