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En Medellín, hace años, los marihuaneros usaban el papel biblia para armar sus “baretos”.
Muchas de esos libros sacrosantos de las mamás y las tías, se volvieron humo. En Buenos Aires, en la década del treinta (también denominada de la Mishiadura o de la miseria), ante la crisis económica, en muchos inodoros porteños colgaban de “un sable sin remache” las biblias protestantes, de sedoso papel y repartición gratuita, para que hicieran las veces de papel higiénico. La situación le sirvió, como es fama, a Enrique Santos Discépolo para una de sus metáforas del tango Cambalache: “ves llorar la Biblia junto a un calefón”.
Una de esas biblias protestantes, no sé si de papel suave y fino, fue quemada por el ahora exprocurador en un evento que evocaba inquisiciones y desafueros nazis. No trascendió si ya algunos de la patota incendiaria que hace un poco más de treintaicinco años en Bucaramanga convirtió libros en ceniza, se habían servido de algunas de esas hojas para armar una fumata. Tampoco si en sus casas las utilizaban, digo, las biblias, para efectos sanitarios. Es lo de menos. Lo peor fue la incineración de libros y revistas.
Corría mayo de 1978, cuando a los miembros de la Sociedad San Pío X les dio por convocar mediante avisos de prensa a un “acto de fe” para quemar “publicaciones corruptoras” y “revistas pornográficas” (no se sabe si las miraban antes con lujuria contenida o si les sirvió de motivo para alguna masturbación), como desagravio a la “siempre virgen María”. La pobre virgen no dijo ni “mu”. El caso es que los miembros del clan, entre los que estaba Alejandro Ordóñez, consideraban que había que mandar a la hoguera textos que “perturbaran las mentes juveniles”.
Y en la candelada perecieron ejemplares de García Márquez, Rousseau, Voltaire, Marx y, lo dicho, una Biblia protestante. Con el gesto de intolerancia quizá estaban reviviendo, o rindiendo un turbio homenaje, a las piras nazis (digo, a las de libros, porque también quemaron a mucha gente). Tal vez estaban alabando con su acto de censura al patético Goebbels, ministro de Propaganda del Tercer Reich, un despreciable narcisista y debilucho que siempre temió a su amo Hitler.
En otro mayo (no tan florido como el de los himnos virginales), pero de 1933, los nazis quemaron en público obras de Thomas Mann, Marcel Proust, Carlos Marx, Sigmund Freud, H. G. Wells, Emile Zola y Stefan Zweig (este acto fue casi una sentencia de muerte para el escritor que en 1942 se suicidó en Brasil), entre muchos otros escritores. Y el hoy exprocurador parece no ocultar sus simpatías por esas manifestaciones anticivilizadas y bárbaras, de las que hizo parte en sus días de “loca juventud”.
Del exprocurador, que se cayó del cargo porque su reelección era ilegal, se recuerdan declaraciones de infortunio como cuando dijo, por los días en que estaba estrenando colmillos, que él era un “hombre de carácter” porque, de no tenerlo, se pondría a sembrar papas y coger hormigas culonas. Para él, los sembradores de patatas y cogedores de hormigas son despreciables, quizá los vea como retrasados mentales o, en todo caso, como gente sin carácter. Vaya discriminador el señor de las candelas que debe saborear papas y hormigas de su tierra.
El exprocurador, que por maniobras dilatorias tuvo tres años más para nombramientos, destituciones, pagar favores politiqueros, poner palos en la rueda al proceso de paz y oponerse a las manifestaciones “excesivas” de afecto en los colegios, no gozó de simpatías, por ejemplo, entre la población lgtbi, contra la que se fue cruz en ristre. “Consíganle un novio”, decían en los corrillos de la bacanería. Ah, y Petro, que fue un votante a favor de la reelección del devoto funcionario, también terminó siendo una de sus “víctimas”.
La “besatón” que desató el exprocurador en sus prolongados días de reelección llevó a mucha gente a tomar con humor el asunto de la convivencia colegial. Mejor que se matoneen, se den puñaladas o piedra, y no besos y abrazos. Que los estudiantes no vayan a leer el Kamasutra porque, entre otras cosas, se refiere a las treintaiséis clases de besos humanos. Ah, también se dijo que el ahora exprocurador no tenía entre sus canciones predilectas el bolero Bésame mucho. Y así.
El “quemalibros” se puede ir en paz a sus aposentos. Esperemos que no le lleguen muchas biblias protestantes a la casa. Que las papas y las hormigas culonas lo acompañen.
