Ni vergüenza tienen. No están hechos para sentirla. Jamás los politiqueros, en especial sí han sido de los más corruptos y neoliberales de la historia de este país de hambres y otras miserias, se sonrojan, y menos aún entran en la fila sacramental de los que van a confesar sus perversidades y otros pecadillos. Y en esta ocasión, cosa es de volverse loco, diría Marroco, dos ejemplares antediluvianos, de los más reaccionario que estas comarcas han parido, se reunieron a “cranear” tácticas y estrategias electoreras para seguir siendo parte del paisaje melancólico y atroz de esta nación de gamonales.
Dos perros viejos —me perdonarán los canes por esta comparación que los deshonra— de las trampas y las componendas, en aquelarre, maquinando cómo tener visibilidad —porque igual el poder ha seguido siendo de esas camarillas ratoniles— en los próximos comicios. No son ningún sobrado de tigre estos dos zorros (estamos en una suerte de “Animalandia”, a lo Orwell) y, pese a sus presuntas diferencias, más bien de estilacho, se han rejuntado para una planeación de maquiavelismo.
No se pudiera decir de estos prehistóricos politicastros que puedan ser dos “cuasi-semi-exgozquejos”, para volver a evocar a don Marroco, el de El moro (novela que, según Miguel Antonio Caro, parecía escrita por un caballo). Son perros de monte. (Insisto, lamento la comparación que perjudica a caniches y tantas otras razas perrunas). Se reunieron, digo, a tramar cómo volver, con renovadas ansias, a desmantelar el Estado, a privatizar, a las nefastas “aperturas económicas” que quebraron a tantos en aquellos días de apagones y otras desventuras.
Qué parcito, se dirá de esos dos enmascarados, que posan de redentores, con aires mesiánicos, y que seguro, como aquel general gringo de la Segunda Guerra Mundial, gritan: “¡volveremos!”. ¿Y entonces a qué volver? A arrasar el erario, a renovar, por qué no, botas para los “falsos positivos”, a macartizar a los que se resisten a las humillaciones oficiales… a reprimir, a ser, como siempre, pero con más servilismo, acólitos de Washington. A repetir la historia de la explotación de muchos por unos pocos.
Los dos señores jurásicos reunidos en “cumbre”, que no es otra cosa que una alianza de intereses de farsa electoral, de mover fichas y ver cuáles peones son más efectivos como títeres, o como atracciones de un espectáculo de muñecos de guiñol. Son caneros viejos. Duchos en trampas y otros timos. Son ases del clientelismo. No en vano en sus gobiernos florecieron corrupciones, paramilitarismo, mafias, se acomodó la constitución política para amparar la doctrina neoliberal y se privatizaron empresas públicas. Ambos saben de bazares, de feriar los recursos del Estado y reducir este a su mínima expresión.
Así que la conseja, que otros llaman mecánica de cacharrería comicial, ha resultado una posibilidad de examinar el pasado de estos dos “enemigos del pueblo”, que, ya se sabe, cuando se arrejuntan es para diseñar maniobras que les permitan a ellos y sus conmilitones proseguir con sus trapisondas, a las que ya acostumbraron a casi todo el país. Cuando después de su conciliábulo, uno de los dos caciques dijo que no hablaron de contratos ni de clientelismo, es porque, en sentido contrario, de eso era de lo que estaban tratando.
Se sentaron a conversar dos que saben de astucias y maquinaciones. Que han sido tuercas y tornillos de un sistema de explotaciones a las mayorías y de repartijas entre unos pocos. En sus hojas de vida (o de muerte) están estampadas masacres, persecuciones a trabajadores, imposición de pobrezas a los desharrapados. Son veteranos en servilismos y postraciones a la misión neoliberal que sembró infortunios y desbarajustes entre los desprotegidos. Y aumentó a cifras astronómicas la cantidad de miserables.
Y aunque ya son ambos personajes (señores del mal, se podría decir con propiedad) conocidos en patrañas, aunque se disfracen de enviados de la “democracia” y los servicios a la “patria”, el encuentro de expresidentes y directores de colectividades, caracterizados además como dos expertos demagogos, recordó unos versos de Brecht: “Con paso seguro marcha hoy la injusticia. / Los opresores se disponen para otros diez mil años. / El poder asegura: lo que es, persistirá como es”.
Y aunque parezca no tener ninguna relación, me pareció que algo del tono de La perrilla, de Marroquín, resonó en ese encuentro de mayordomos, como un burlesque ordinario: “sarnosa era... digo mal, / no era una perra sarnosa, / era una sarna perrosa / con figura de animal”. Y que no se vaya a decir ahora que los dos señorones del partidito liberal y el CD son dos sarnosos o algo así. Ni más faltaba. Recordemos que “en más de una ocasión, sale lo que no se espera”.
Volvamos a Bertolt Brecht: “¿De quién depende que persista la opresión? De nosotros. / ¿De quién depende su quiebra? De nosotros, también.”. Es la Loa a la dialéctica.