El mar de los marineros y de los pescadores, vasto y misterioso, es distinto del mar de los poetas...
1. El mar de los marineros y de los pescadores, vasto y misterioso, es distinto del mar de los poetas. Aquél es apocalíptico, infernal, pleno de miedos y desamparos. Insospechado. El de éstos, en cambio, es propicio a la imaginación, pintoresco si se quiere, con visos de irrealidad, ideal. De cualquier manera, uno y otro están poblados de atracciones que seducen como los míticos cantos de sirenas. Son irresistibles. También uno y otro poseen voces plurales, elogio de la diversidad, que sólo son comprendidas por quien le ama, por quien le teme.
Nadie, en todo caso, es indiferente ante esa inmensidad, evocadora de infinitos y de terrores atávicos. Al verlo por primera vez nos produce una sensación de reconocimiento, que es como volver a tener enfrente el seno materno, como el retorno a la cuna, a los orígenes. “El mar, no he visto el mar”, se dolía el poeta. Y es que no haberlo visto nunca, es quedarse huérfano, es como no haber conocido a la madre. Es llevar para siempre un vacío existencial. Es como tener un pecado que no se borra.
Él es tan viejo como el tiempo, pero, por paradoja, es siempre un mar nuevo.
2. La tierra es agua coagulada, decía Pitágoras. Nada –agregaba- conserva su apariencia primitiva. De unas formas surgen otras. Todo varía. Nada perece. El mar de Odiseo es distinto al mar de los fenicios, y el de éstos diferente al de los vikingos. El mar de Simbad nada tiene que ver con el de Colón. Y no hay nada que haga parecer el del genovés al de los piratas y filibusteros. Drake y Morgan navegaron aguas disímiles a las de los caribes en sus frágiles canoas. ¿Y qué tal el mar de Melville?, claro, es más épico que el de Poe en su aventura de Arthur Gordon Pym. En nada se parecen el mar de Stevenson y el de London. Mares que se convierten en tierras; tierras que se transforman en mares.
Mar de los dioses y de los demonios; infierno y paraíso; pesadilla y ensueño. ¿Cuántos marinos han enloquecido en sus aguas? ¿Cuántos recobraron su cordura tras el naufragio? Mar, principio y fin del mundo. Mar de monstruos y fantasías insospechadas, mar del bíblico Leviatán, mixtura de cocodrilo, serpiente y ballena. Encarnación del demonio. Mar, río circular que rodea al mundo, y del cual Hesíodo dijo que era el padre de los tres mil ríos de la tierra.
Mar del espantoso Kraken, dragón colosal que será visto por los hombres solo una vez: el día del juicio final. “Primero estaba el mar”, dice el relato mitológico de los koguis de la Sierra Nevada de Santa Marta. “Todo estaba oscuro. No había sol, ni luna, ni gente, ni animales, ni plantas. El mar estaba en todas partes. El mar era la madre. La madre no era gente, ni nada, ni cosa alguna. Ella era el espíritu de lo que iba a venir y ella era pensamiento y memoria”.
Mar reciente y viejo, memoria del universo. En sus aguas se escriben la historia y el mito, que al fin de cuentas se confunden. ¿Cuál es la diferencia entre el Leviatán y los monstruos contemporáneos que lanzan bocanadas de misiles y de bombas?