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Eco y la legión de idiotas

Reinaldo Spitaletta

30 de noviembre de 2015 - 09:00 p. m.

El semiólogo y novelista italiano Umberto Eco volvió a armar una polémica en torno a las redes sociales, como antes lo había hecho con los teléfonos celulares.

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El académico declaró, con base en los resultados de “un estudio bastante democrático”, que con internet y los usos tecnológicos de la información los inteligentes se vuelven más inteligentes y los de baja inteligencia, los cuasi brutos, se tornan más tontos.

Además, al afirmar que hay una clara diferencia entre el acceso a la información y la sabiduría, agregó que internet, que pone al alcance de cualquiera innumerables datos, hace que “pensemos que somos más inteligentes de lo que en realidad somos”. Hay una sobrevaloración de la red. Eco aduce que el nivel de las discusiones intelectuales que se presentan en las redes sociales es de suma pobreza. Y tras estos agujazos, el autor de El nombre de la rosa, da su veredicto:

“Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los necios”.

Y en este punto, se armó la trifulca en las mismas redes, claro. Se acusó al novelista de prepotente, antipático y antidemocrático. Se dijo que los idiotas también tienen derechos a expresar sus bobadas, y no siempre son los “intelectuales de prestigio” los que deben hablar. Que hay algunos que tampoco son la gran maravilla. Y así. Los golpes iban y venían.

En su argumentación, el profesor Eco tornó a sus ya viejas posiciones alrededor de la televisión, la misma que, en el caso de internet, “promueve al tonto del pueblo a un portador de la verdad”. Tal vez, en esta parte, recuerda al Homo videns, de Giovanni Sartori, que plantea que la televisión empobreció la capacidad de entendimiento y abstracción. El chaparrón provocado por el creador de El cementerio de Praga, retrotrajo el panorama de gran basurero y frivolidades que se aglutinan en las redes sociales, avasalladas por el esnobismo y la superficialidad.

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En 1988, cuando internet estaba en pañales, Isaac Asimov vio en la red una posibilidad para la educación, como un modo de cerrar las brechas en la capacidad de cognición y entendimiento (quizá entre inteligentes y menos inteligentes), y el despertar de un interés por los estudios. Pero aparte de diferenciar información y conocimiento, habría que discutir e investigar mucho más sobre la democratización en la vida real (no virtual) de las condiciones de acceso a la educación y la cultura. Y habría que pelear en todas partes porque la realidad sea justa y equitativa.

La información por sí misma es irrelevante. Los consumidores de la misma debían estar preparados a fondo para cuestionarla, para diferenciar entre la numerosa desinformación y bazofia que por allí, por las redes y otros canales, circula. De ese modo, y con otras estrategias de educación y acceso al conocimiento, las “legiones de idiotas” disminuirían, así como los debates intelectuales tendrían la posibilidad de expandirse.

En el manejo de la información, como es sabido, se expresan el poder y el contrapoder. Uno y otro intentan el control, o la ruptura del mismo. En las redes sociales se evidencian no solo las diferencias intelectuales, sino, y en abundancia, la enajenación masiva, los efectos deletéreos del consumo y la globalización de la estupidez. Y, sensu contrario, también se encuentran (quizá en poca proporción) posturas inteligentes, críticas, disidentes. El medio es el mensaje, diría McLuhan.

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El debate sobre internet y las redes sociales es nutritivo. Tal vez haya puntos distintos a la deificación y la satanización. Puede que, en sí mismos, estos canales no vuelvan a nadie más inteligente ni más bruto. La diferencia puede estar en la calidad y robustez de las preguntas. En la capacidad de no tragar entero. El río no tiene la culpa de que en él se ahogue gente. Aprender a nadar puede ser una esperanza para salvarse de algún naufragio.

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La escaramuza provocada por Eco, que además hace percibir cómo en las redes sociales un alto porcentaje (¿cuánto?) de mensajes es palabrería, basura, desinformación, sirve para despertar la discusión, apelar a los argumentos y no a los insultos. Internet tiene un infinito universo de porquerías y sublimidades. Tampoco pasa nada si no se accede a la red. El mundo sigue siendo ancho y, más que todo, ajeno.

 

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