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El arroz derrotó al napalm y las bombas

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Reinaldo Spitaletta
06 de mayo de 2025 - 05:00 a. m.
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Después del sacrificio de casi tres millones de habitantes, muertos en una desigual guerra contra el mayor imperio de los tiempos modernos, Vietnam derrotó, hace cincuenta años, a los bárbaros yanquis. Y su bandera de victoria continúa flameando en la historia con las palabras del carismático Ho Chi Ming: “No hay nada más precioso que la independencia y la libertad”. Un pueblo de arroceros, que apeló a la inteligencia, a métodos de la guerra de guerrillas y al heroísmo, expulsó de sus tierras a los pretendidamente invencibles invasores.

La guerra de Vietnam, que fue la mayor calentura de la Guerra Fría, elevó en las décadas del sesenta y setenta la solidaridad de los pueblos del mundo con la causa patriótica del país asiático. Manifestaciones por todas partes, incluidas las de mayo del 68 en Francia, despertaron una conciencia antiimperialista universal. Y en los mismos Estados Unidos las juventudes lanzaron sus proclamas de protesta y en 1967 marcharon contra el Pentágono, como lo narra Norman Mailer en Los ejércitos de la noche.

Ante la resistencia de los Vietcongs, del sur, y en general del pueblo de todo Vietnam, Estados Unidos desplegó toda su fuerza bruta. Los B-52 arrojaron ocho millones de toneladas de bombas sobre Vietnam, Laos y Camboya, más que todas las utilizadas en la Segunda Guerra Mundial por los bandos en confrontación. Hasta hoy, en un conflicto armado, ha sido la mayor cantidad de la historia. Y ni así doblegaron la voluntad de libertad e independencia de los agredidos.

La barbarie gringa no paró ahí. Se multiplicó con las cuatrocientas mil toneladas de napalm, los 75 millones de litros de “agente naranja” y otros herbicidas vertidos en las montañas y con la descomunal artillería. El ejército estadounidense perpetró distintos crímenes de guerra, como la masacre de civiles en la aldea My Lai. Ninguna de estas maniobras de la superpotencia pudo reducir el coraje vietnamita.

“Pueden matar a diez de mis hombres por cada uno de los suyos que matemos nosotros. Pero, incluso así, ustedes perderán y nosotros ganaremos”, había profetizado Tío Ho, que murió en 1969 y no le tocó presenciar la victoria de su pueblo. De las guerras modernas, la de Vietnam fue la primera en ser televisada, y hubo gran despliegue en la cobertura gráfica de los corresponsales. Además, cuando todavía existía un periodismo independiente, el mundo se pudo enterar de los horrores y del sufrimiento del pueblo vietnamita, y de su patriotismo inconmensurable.

La masacre de My Lai, una aldea de Vietnam del Sur, pudo ser conocida gracias al reportero estadounidense Seymour Hersch. Su narración mostró cómo cien soldados de la compañía Charlie entraron disparando al pueblito, mataron a punta de bayoneta a ancianos, dispararon en la nuca a mujeres y niños, violaron y asesinaron a mujeres y niñas, y ordenaron a los aldeanos que se metieran en una acequia para ser ametrallados. Otra narración escalofriante de aquellas jornadas de sangre la hizo Oriana Fallaci en su libro Nada y así sea.

La derrota que estaba sufriendo la gringada en Vietnam fue ocultada por el gobierno estadounidense, que ya tenía la idea de que se trataba de una guerra imposible de ganar. El secretario de Defensa, Robert McNamara, encargó la elaboración de un documento de cerca de siete mil páginas, sobre las relaciones Estados Unidos-Vietnam 1945-1967, conocido como los Papeles del Pentágono. En 1971, Daniel Ellsberg, un asesor del Pentágono y exoficial de la marina, filtró una parte del material secreto a The New York Times. Y tal actitud, valiente por lo demás, cambió el itinerario de la guerra.

El gobierno estadounidense, ante la inapelable derrota que estaba sufriendo en Vietnam, promovió el Acuerdo de Paz de París, en 1973. Y después, las hostilidades resurgieron en el dividido Vietnam. El Frente de Liberación Nacional, el Vietcong, derrocó al gobierno proestadounidense de Vietnam del Sur y la bandera roja con estrella amarilla ondeó para todo el territorio. El 30 de abril de 1975 salieron los últimos estadounidenses y el país se unificó. Se demostró que por potente y destructor que sea un agresor, como el caso de Estados Unidos, la dignidad y amor de un pueblo por su terruño pueden volver trizas a los invasores.

A cincuenta años de la estruendosa derrota de Estados Unidos, hay que seguir recordando al Tío Ho y todos los héroes de un pueblo singular en la defensa de su patria. “El Partido no es una organización para mandarines o una mina de oro, debe cumplir la tarea de la liberación nacional, hacer que el país sea rico y próspero y que su gente sea feliz”, decía.

Hay otros pueblos del mundo, como el de Palestina, que con su sacrificio aspiran a ser libres, felices y prósperos. “¡Preferible es morir que vivir como esclavo!”, declara un verso de Ho Chi Minh.

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Alberto Rincón Cerón(3788)06 de mayo de 2025 - 11:32 p. m.
Excelente. Veraz. Gracias, Reinaldo Spitaletta.
Celyceron(11609)06 de mayo de 2025 - 10:45 p. m.
Gracias por la clase de historia. Vale la pena recordar que los gringos no son invencibles y que hay pueblos capaces de resistir. La historia de Palestina, hoy, es dramática y no convoca marchas ni protestas como sucedió con Vietnam. Lo que sucede allí es un genocidio. Con bombardeos y hambre, pretenden borrarlos y apropiarse de su territorio.
Lucila Castro de Sanchez(60806)06 de mayo de 2025 - 09:20 p. m.
No fue la ûnica derrota de USA,ya Pancho Villa ,o habîa hecho!!!!
Carlos Arturo Molina Rios(92784)06 de mayo de 2025 - 02:14 p. m.
EEUU que solo gana guerras en cine lleva décadas gastando billones en conflictos inganables y ajenos, error que no comete China que usa su presupuesto para desarrollo y bienestar de su pueblo. Cómo todo niño mimado los gringos culpan a todos de sus males, menos a sus gobernantes soberbios y equivocados.
juanmi31(37703)06 de mayo de 2025 - 01:46 p. m.
El mediocre opinador es el atenas.
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