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                                                                                                                              El calvario de Jineth

                                                                                                                              Debe ser un infierno, más allá de lo dantesco, el sufrir un estrés post traumático, tras una violación de, ¿cuántos abusadores?, ¡veinticinco sujetos!, o más, o menos, el horror no tiene tasa ni medida. La impunidad, tampoco. El martirio de Jineth Bedoya Lima, torturada, vejada, violada en su cuerpo y en sus derechos, en su dignidad, víctima del paramilitarismo, es una historia que, tras más de veinte años de ocurridos los hechos (25 de mayo de 2000), se erige en Colombia como un prototipo de la barbarie. Y de las carencias de la justicia.

                                                                                                                              Qué atroz ha sido la infamia. Y qué largo el sufrimiento de la periodista, de la mujer, del ser humano. Los baldones, desde luego, van para el Estado colombiano, para el muy cojo sistema de justicia e investigación judicial, que más parece un vulgar cómplice de los criminales, que un defensor de las víctimas. La Corte Interamericana de Derechos Humanos le ha conferido la razón a la periodista Jineth Bedoya y condenado a un Estado que permitió su secuestro, tortura y la violación de sus derechos.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              La reportera, a la que se le tendió una celada, víctima de un plan orquestado por paramilitares, con la complicidad de agentes estatales, fue secuestrada, ultrajada sexualmente, humillada y torturada. La sobreviviente tuvo que soportar, además, las negligencias oficiales, las dilaciones de la fiscalía, las sombras “legales” que se espesaban para oscurecer los hechos y la justicia, y, en el fondo como en la superficie, favorecer a los delincuentes.

                                                                                                                              “El dolor en el cuerpo, la sensación de estar al borde de la muerte es sin duda muy fuerte, pero peor que eso es la humillación que te quita la condición de ser humano, que no solo se dio en el momento de la violación, sino durante los años en que el Estado hizo todo para que yo no pudiera superar ese trauma”, declaró la periodista, símbolo de la resistencia, la dignidad y del clamor por la justicia.

                                                                                                                              “La humillación que el Estado tuvo conmigo la equiparo a la violación que sufrí por parte de mis violadores”, dijo la heroica reportera a BBC Mundo, luego de su largo batallar legal de veinte años y después de una violación que la hundió en un tremedal de horrores sin cuento. Hay una situación particular y paradójica. En Colombia ser víctima del conflicto interno es una desgracia elevada a todas las potencias. Se sufren estigmas, persecuciones, exclusiones… Al caído, caerle. Como lo ha señalado la periodista, es fácil que a las víctimas se les endilgue que son cómplices de la guerrilla o que están buscando indemnizaciones.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              La condena de la Corte Interamericana a Colombia tiene varias aristas, como las de dejar claro que hubo, además de todas las afrentas contra la víctima, flagrantes violaciones a la libertad de prensa. Es una sentencia histórica que, además de abrazar al periodismo, cobija a las periodistas y a todas las mujeres del país. Es un avance teórico, legal, en la protección de la dignidad y los derechos de unas y otras.

                                                                                                                              Qué valor el de esta martirizada reportera. Cuánta persistencia y coraje. Cuánta cuota de sacrificios en pos de la justicia, de la preservación de las libertades públicas, de los derechos específicos de expresión, de acceso a la información, a la denuncia de los desafueros. Jineth Bedoya se erige en un paradigma de la constancia, de la dignidad de las mujeres, de la lucha contra la impunidad.

                                                                                                                              La sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso de la periodista Bedoya, es, asimismo, un señalamiento a un estado como el colombiano, dócil con el crimen, los delincuentes y las injusticias. Se le condena porque se demostró que es responsable de las diferentes violaciones a los derechos humanos padecidos por la reportera y ciudadana.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Debe ser un infierno, más allá de lo dantesco, el sufrir un estrés post traumático, tras una violación de, ¿cuántos abusadores?, ¡veinticinco sujetos!, o más, o menos, el horror no tiene tasa ni medida. La impunidad, tampoco. El martirio de Jineth Bedoya Lima, torturada, vejada, violada en su cuerpo y en sus derechos, en su dignidad, víctima del paramilitarismo, es una historia que, tras más de veinte años de ocurridos los hechos (25 de mayo de 2000), se erige en Colombia como un prototipo de la barbarie. Y de las carencias de la justicia.

                                                                                                                              Qué atroz ha sido la infamia. Y qué largo el sufrimiento de la periodista, de la mujer, del ser humano. Los baldones, desde luego, van para el Estado colombiano, para el muy cojo sistema de justicia e investigación judicial, que más parece un vulgar cómplice de los criminales, que un defensor de las víctimas. La Corte Interamericana de Derechos Humanos le ha conferido la razón a la periodista Jineth Bedoya y condenado a un Estado que permitió su secuestro, tortura y la violación de sus derechos.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              La reportera, a la que se le tendió una celada, víctima de un plan orquestado por paramilitares, con la complicidad de agentes estatales, fue secuestrada, ultrajada sexualmente, humillada y torturada. La sobreviviente tuvo que soportar, además, las negligencias oficiales, las dilaciones de la fiscalía, las sombras “legales” que se espesaban para oscurecer los hechos y la justicia, y, en el fondo como en la superficie, favorecer a los delincuentes.

                                                                                                                              “El dolor en el cuerpo, la sensación de estar al borde de la muerte es sin duda muy fuerte, pero peor que eso es la humillación que te quita la condición de ser humano, que no solo se dio en el momento de la violación, sino durante los años en que el Estado hizo todo para que yo no pudiera superar ese trauma”, declaró la periodista, símbolo de la resistencia, la dignidad y del clamor por la justicia.

                                                                                                                              “La humillación que el Estado tuvo conmigo la equiparo a la violación que sufrí por parte de mis violadores”, dijo la heroica reportera a BBC Mundo, luego de su largo batallar legal de veinte años y después de una violación que la hundió en un tremedal de horrores sin cuento. Hay una situación particular y paradójica. En Colombia ser víctima del conflicto interno es una desgracia elevada a todas las potencias. Se sufren estigmas, persecuciones, exclusiones… Al caído, caerle. Como lo ha señalado la periodista, es fácil que a las víctimas se les endilgue que son cómplices de la guerrilla o que están buscando indemnizaciones.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              La condena de la Corte Interamericana a Colombia tiene varias aristas, como las de dejar claro que hubo, además de todas las afrentas contra la víctima, flagrantes violaciones a la libertad de prensa. Es una sentencia histórica que, además de abrazar al periodismo, cobija a las periodistas y a todas las mujeres del país. Es un avance teórico, legal, en la protección de la dignidad y los derechos de unas y otras.

                                                                                                                              Qué valor el de esta martirizada reportera. Cuánta persistencia y coraje. Cuánta cuota de sacrificios en pos de la justicia, de la preservación de las libertades públicas, de los derechos específicos de expresión, de acceso a la información, a la denuncia de los desafueros. Jineth Bedoya se erige en un paradigma de la constancia, de la dignidad de las mujeres, de la lucha contra la impunidad.

                                                                                                                              La sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso de la periodista Bedoya, es, asimismo, un señalamiento a un estado como el colombiano, dócil con el crimen, los delincuentes y las injusticias. Se le condena porque se demostró que es responsable de las diferentes violaciones a los derechos humanos padecidos por la reportera y ciudadana.

                                                                                                                              No ad for you

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