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En la duda está el saber...

Reinaldo Spitaletta

28 de junio de 2021 - 10:00 p. m.

Como decían los abuelos muertos, se va cogiendo callo en un país como Colombia, apuntalado en dolores y mentiras. Y seguro, ante un sartal de infinitas engañifas, como las que nos ha develado la historia de esta suerte de caricatura que es nuestro país, se va creando una vacuna personal contra tanta estafa politiquera, tanta patanería oficial, tantos fraudes y demagogias.

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También decían los abuelos muertos que callo no es insensibilidad, sino un modo de no creer en todo lo que se pregona. Y así hemos ido creando, en pequeñas dosis, un imprescindible escepticismo. Que no es otra cosa que el desconfiar. Les tocó hace años a los que tenían que eludir a los “pájaros”, sicarios de otros tiempos, agazapados en matorrales y en la oscuridad, para disparar a los de otra bandera. O a los que huían de los chulavitas o de los “mochacabezas”.

Un tango de Pelay y Canaro bien lo declara: “El desconfiar es cosa necesaria / para enfrentar los tiempos que corremos / y hay que dudar de buena y de contraria / y no creer ni aquello que creemos”. Así hemos podido, o al menos una minoría, muy chiquitica aún, ponerles barreras a los señoritos del poder que quieren deslumbrar con los antiguos espejitos del conquistador (también echan mano de la espada, y no es metáfora). Todavía falta, claro. Pero ahí vamos.

Digamos que aquí se han cocinado ollas podridas de mentiras. Y así como ha habido descaradísimos fraudes electorales (la historia de Colombia está viciada de ellos), igual se han diseñado tácticas y estrategias para seguir, con base en el miedo y los embustes, dominando al “rebaño desconcertado”. O qué otra cosa es el ya casi eterno caballito de batalla de señalar a los opositores como “castrochavistas”, y antes eran los “rojos”, y más antes los liberales a los que no era pecado dar de baja. Y en esas hemos estado, cuando un emperadorcito con ínfulas de “rey sol” decía que había “comunistas disfrazados” y “guerrilleros de civil”. Era un despótico Joseph McCarthy a la criolla.

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Ya lo decía el muy principesco Nicolás Maquiavelo: “El que mejor ha sabido ser zorro ese ha triunfado. Hay que saber disfrazarse bien y ser hábil en fingir y en disimular. Los hombres son tan simples y de tal manera que obedecen a las necesidades del momento, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar”. Y por estos lados de la republiqueta, caciques y gamonales sí que han sabido aplicar el aserto del florentino.

Ha sido el nuestro (el nuestro es un decir; cómo se lo han robado, caray) un país de mentirosos y también de asesinos. Así que no es muy difícil ir sacando callo ante tantas “sinvergüenzadas” juntas. Y decía que, en medio de barbaridades y despropósitos, el miedo ha sido una herramienta torva de los que han propiciado el desbarajuste nacional y otras desgracias. Un día fue el miedo al ateo, al masón, al espiritista; otro, al sindicalista, al librepensador, al huelguista; y así hasta tejer una mortaja ideológica (y de plomo) para echarla encima de las ovejas negras.

Hemos tenido “estatutos de seguridad” y “seguridades democráticas”; en unos, hubo poetas perseguidos que fueron apresados en caballerizas; en otras, miles de “falsos positivos” (crímenes de Estado), con asesinatos oficiales de muchachos inocentes. Y así hemos ido pasando, en medio de disparos y miserias sin cuento. Hoy tenemos un alto índice de desempleo y crecimiento de la pobreza y desequilibrios sociales; y hay que declarar paros reivindicativos, a cuyo pliego de emergencia el gobierno hace oídos sordos y vista ciega.

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Los abuelos muertos fueron descreyendo. Se cansaron del bandidaje gubernamental. De los engañadores. Y alguna herencia legaron. Por eso, cada vez es más la resistencia y menos la credulidad en esos que prometen “el oro y el moro”. Y, en efecto, cada vez aumentan la sospecha y ejercicio de la duda frente a las “promeserías”, los discursos (también de las autoentrevistas en inglés), las poses oficiales. Como en el bambuco de Arnulfo Briceño, los abuelos muertos sabían “Que a unos los matan por godos, a otros por liberales”.

Y en medio de todo, el atentado contra el helicóptero donde viajaba el presidente Duque y su comitiva, que desde luego hay que rechazar, se presentó cuando, por ejemplo, las encuestas han estado mostrando el alto grado de impopularidad del mandatario. Y por eso, como ha habido en nuestra historia una interesante muestra de “autoatentados”, la sospecha y la desconfianza estuvieron alertas.

Como el ambiente ha sido de mentiras y “engañaduras”, afloraron chistes y memes. Y no faltó el de unos indios motilones, con sus arcos y flechas apuntados hacia el cielo, en momentos en que se disponían a disparar contra el Black Hawk presidencial. Entre tanto, el tango aquel siguió sonando: “Desconfiale a todo el mundo / y no te entregues a nadie / que en la duda está el saber...”.

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