Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Era un sembrador de alegrías. Antes de morir, torturado, vejado por el régimen nazi, lo declaró, con una voz que perdura y es parte de la historia: “He vivido por la alegría. Por la alegría he ido al combate y por la alegría muero. Que la tristeza no sea unida nunca a mi nombre”.
El periodista checo Julius Fucik, autor de un reportaje de imprescindible lectura, sobre todo en estos tiempos de múltiples miserias y desgracias de los desventurados, escribió con sangre (“de todo lo escrito yo amo solo aquello que alguien escribe con su sangre”, diría Nietzsche en Así habló Zaratustra). Apresado por la Gestapo, el crítico literario y poeta se sobrepuso a las humillaciones y maltratos de los nazis y de a poco, ayudado por un carcelero, fue dándole forma a un testimonio tremendo y valeroso de un prisionero de guerra, de un perseguido por las hordas fascistas.
En medio del dolor por los martirios físicos y los improperios, y de una guerra que ya iba por su cuarto año de desastres y horrores, Fucik está convencido de la derrota inminente del fascismo, del Führer y de sus lacayos. Y ante los torturadores no implora, no lagrimea, no se queja. Al contrario, les advierte a sus verdugos que sus días están contados.
Reportaje al pie del patíbulo, que así fue titulado su testimonio en la cárcel de Pankrác, primero, y después en Berlín, donde fue ejecutado, es un canto a la solidaridad humana y una honda muestra de valor. Publicado póstumamente, gracias a los oficios de la esposa del periodista, Gusta Fuciková, se erigió como una suerte de paradigma de lo que en esencia es un héroe popular. Un defensor de la dignidad y la soberanía de los pueblos.
El de Fucik es, además, una enseñanza de cómo se hace periodismo de emergencia, aquel que no está determinado en su ritmo de vértigo por el cierre de edición, sino por los límites que impone la tortura. No había posibilidades de tener lápiz y papel, y menos aún ambientes de libertad. Lo iba escribiendo en medio de la negación del pensamiento y de la razón, impuesta por los nazis.
Y lo escribe contra el tiempo. Sabe que poca vida le queda. Y lo hace con la precisión de las palabras medidas, dosificadas. Y va mostrando a los canallas, a los cobardes, a los figurines, pero también a los valientes. En su prosa expresa, en un retrato de las dificultades, un llamado a continuar la lucha, y un optimismo que advierte sobre la derrota de los fascistas y otros enemigos del pueblo.
Fucik había escrito, en nombre de la intelectualidad checa, una carta abierta a Joseph Goebbels, ministro de Propaganda nazi, en momentos en que el pueblo checo era arrasado por los alemanes: “pero si usted, calumniador infame se imagina que nosotros, intelectuales checos, tenemos menos orgullo y menos carácter que el pueblo del que brotamos, si usted se figura que podrá reducirnos o atemorizarnos para que nos alejemos y vayamos con la Gestapo contra el pueblo; si usted piensa todo eso, oiga nuestra respuesta que le reiteramos, no, nunca, jamás”.
Escrito para el porvenir, el reportaje de Fucik se logró, además, gracias al guardián checo A. Kolinsky, que le llevó papel y lápiz a la celda y luego sacó los manuscritos clandestinamente. “El lápiz y el papel que él me diera me han conmovido más que un primer amor”, declararía el escritor en una carta a su esposa, el 23 de marzo de 1943.
Leer Reportaje al pie del patíbulo es internarse por tiempos de soledades y negaciones, por los días de la peste nazi que iba borrando aldeas y hombres; pero, a la vez, es sentir el canto de un periodista que anuncia mejores días para la humanidad, sin que la tortura lo amedrente. Ahora, cuando vuelve a circular este libro en Colombia, gracias a la publicación de la Colección Literaria Juventud Crítica, de Bogotá, Fucik torna a recibir un nuevo homenaje a su valor y a su escritura.
Julius Fucik, nacido en 1903, en Praga, fue asesinado por los nazis el 8 de septiembre de 1943. Entre sus últimas palabras, están: “¡Muera el fascismo, muera la esclavitud capitalista!”. Su alegría se sigue regando por el mundo.
