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Sombrero de mago

Gobierno, periodismo y libertad de prensa

Reinaldo Spitaletta
09 de julio de 2024 - 05:00 a. m.
"Ningún gobierno, y más si tiene una investidura democrática, debe limitar el libre desempeño de los periodistas": Reinaldo Spitaletta
"Ningún gobierno, y más si tiene una investidura democrática, debe limitar el libre desempeño de los periodistas": Reinaldo Spitaletta
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El periodismo moderno, una derivada de la Ilustración, nació en confrontación con las viejas ideas, contra monarquías y absolutismos, y puso en jaque a otras formas de la divulgación de entonces: el periodismo cortesano. Nació en candelas ideológicas y, en principio, se puso del lado de los oprimidos, de los que la historia oficial había desechado, y les dio voz a quienes no la tenían para defender la dignidad y las libertades públicas. Es una consecuencia de la kantiana “mayoría de edad” de la razón.

Creció en fragorosas jornadas de la revolución industrial, del colonialismo, de las justas de los trabajadores, y el periodismo, que también era una expresión de la política, de la vida social, alcanzó, por su constante fiscalización, la categoría de “cuarto poder”, agregada a los otros tres que ya, en la teoría, había diseñado Montesquieu. Hubo momentos cumbre del periodismo en el siglo XIX, como los cubrimientos de huelgas y movilizaciones obreras en Estados Unidos, como las de los Mártires de Chicago, y otras intervenciones que hicieron exclamar, por ejemplo, al expansionista Teddy Roosevelt, que los periodistas investigativos eran “rastrilladores de estiércol”.

El periodismo alcanzó notas muy altas aquí y allá. Así que además de haber denunciado distintas miserias, como pasó con reporteros como Jack London, John Reed, Upton Sinclair, entre tantos, en muchos lugares se filó del lado de los oprimidos y marginados. En Colombia, en el siglo XIX hubo censuras devastadoras contra periodistas y periódicos, como las sufridas, por ejemplo, por el Indio Uribe, desterrado del país, y por Fidel Cano, perseguido por Rafael Núñez y el régimen de la Regeneración.

Hubo, después, muchos momentos críticos para el periodismo colombiano. Las censuras insistentes en los tiempos de la dictadura bufonesca de Rojas Pinilla, con cierres de diarios y persecución a reporteros (García Márquez sufrió una de esas consecuencias por su reportaje al náufrago y su denuncia sobre corrupción en la Armada), subieron la temperatura informativa (y también desinformativa) en el país. El permanente estado de sitio coartó libertades. Los gobiernos del Frente Nacional, el Estatuto de Seguridad de Turbay Ayala, promovieron persecuciones a reporteros, ocultaron información oficial, apelaron a la represión.

El periodismo, que también en múltiples casos ha sido cooptado por el poder, y entonces deja de ser periodismo para transmutarse en propaganda, ha sufrido ignominiosas persecuciones en Colombia. En los funestos días de los carteles del narcotráfico que impusieron un régimen de terror contra reporteros y medios de comunicación, fueron muchas las víctimas de Pablo Escobar y su ejército de sicarios.

Recordar cómo asesinaron a Guillermo Cano, volaron las instalaciones de El Espectador, mataron periodistas como Jorge Enrique Pulido y decenas más de reporteros, columnistas y editores, estremece, duele y pone otra vez en la escena de los debates la necesidad de preservar la libertad de prensa, de información, y, sobre todo, de pensamiento. Por supuesto, hay numerosos casos —que hay que cuestionar— en los que la prensa dejó de ser el “cuarto poder” y se erigió en estafeta de magnates, pero también ha sobrevivido el periodismo destapador de “ollas podridas”, el que hurga, denuncia, pone en evidencia la corrupción y otros crímenes.

Al poder, cualquiera que este sea, le encanta limitar, poner coto, y, en últimas, censurar la prensa. Ejemplos históricos hay miles. Belisario Betancur, que no era ninguna perita en dulce, como que tuvo injerencia en la masacre de los trabajadores de Cementos El Cairo, en 1963, decía que prefería “una prensa desbordada a una prensa amordazada”. Pura paja. Se recuerda cómo operó la censura durante la sangrienta toma del Palacio de Justicia, aupada por el narcotráfico y materializada por el M-19.

Y ni hablar de los días infernales del “embrujo autoritario”, del gobierno de Álvaro Uribe Vélez, que disparó el macartismo, señaló con irresponsabilidad a periodistas como si fueran “guerrilleros de civil”, “comunistas disfrazados”, aliados de “la Far” y toda una parafernalia intimidante que puso a la prensa en vilo, aunque un sector, como se sabe, se postró ante el “mesías”. Hubo medios que abandonaron el periodismo y apelaron a la propaganda, en una asquerosa actitud de sumisión y traición a los principios informativos.

La prensa debe gozar de independencia, debe ser libre, y su esencia radica en la defensa de los desvalidos y de los que son víctimas del poder. Claro, hay “periodistas” que envilecen la profesión, pero hay, y creo que son visibles, los que siguen empeñados en preservar los principios democráticos que rigen la información y el ejercicio profesional de los reporteros.

Ningún gobierno, y más si tiene una investidura democrática, debe limitar el libre desempeño de los periodistas, no debe dinamitarlos, ni colgarles una lápida. El presidente Gustavo Petro no debe impulsar el macartismo, ni calificar a reporteros como si fueran terroristas o parte de una conspiración mundial o parroquial. Al contrario, su obligación es garantizar la libertad de prensa, y aunque no le guste María Jimena Duzán ni otros periodistas o medios, debe propiciar los ambientes del debate y el desacuerdo civilizado. Cosas de la democracia, que hay que cumplir.

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Javier(67180)14 de julio de 2024 - 12:56 a. m.
De acuerdo con la libertad de prensa y de opinión baluartes de la democracia. No obstante, la opinión debe ir acompañada de investigación seria, y libre de la presión de los poderosos quienes son los dueños de los medios. Lo que veo en la prensa tradicional salvo honrosas excepciones, no me lleva a pensar en una prensa libre sino muy comprometida con el poder económico y político.
Héctor(20578)10 de julio de 2024 - 02:16 a. m.
Recordar Lambicolor
FERNANDO(sv6gc)10 de julio de 2024 - 12:13 a. m.
El comportamiento irracional y autoritario de Uribe y Petro con el periodismo serio, crítico e investigador no hace más que darle plena validez a la máxima:" URIBE ES EL PETRO DE LA DERECHA Y PETRO ES EL URIBE DE LA IZQUIERDA".
Hernando(58851)09 de julio de 2024 - 11:59 p. m.
De acuerdo: el ejercicio de la información y de la opinión, debe ser libre pero guardando la objetividad y el "respeto del derecho ajeno".
Juan(82042)09 de julio de 2024 - 10:55 p. m.
Dónde está el sadico de Atenas, debe estar con niños. Ese viejo inmundo.
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