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Juan Gelman, ganador del Premio Cervantes y una de las voces más significativas en la poesía de América Latina, pagó cara su denuncia permanente de los desafueros de la dictadura militar argentina.
El 24 de agosto de 1976, un comando irrumpió en su residencia y se llevó a Marcelo Gelman, hijo del poeta, y a Claudia, esposa de este, que estaba embarazada. Jamás se supo sobre el paradero de ninguno de los dos. Fueron parte de una estadística de terror: los cerca de treinta mil desaparecidos por el régimen, encabezado por Jorge Rafael Videla.
Rodolfo Walsh, escritor y uno de los periodistas investigativos más destacados de América Latina (autor, entre otras obras, de Operación Masacre), fue otra víctima de la junta militar. El 24 de marzo de 1977, justo un año después del golpe de estado que instaló en el poder a una dictadura castrense, el reportero, que por esos días había perdido a su hija Vicky, militante montonera, quien se suicidó cuando el ejército la tenía acorralada, publicó una carta abierta.
Además de denunciar que la dictadura estaba auspiciada por poderosos grupos económicos, que pretendían mantener en la miseria a las mayorías argentinas, puso en evidencia el régimen de terror, que impuso una asfixiante censura de prensa y una persecución sin tregua a sus opositores. En la carta, que Walsh repartió en la calle e introdujo en buzones, señaló que “quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”.
Al día siguiente, Rodolfo Walsh, dramaturgo y autor de relatos policiales, fue desaparecido por los militares, tras enfrentarse con ellos a tiros. Fue llevado a la Escuela de Mecánica de la Armada (uno de los símbolos nefastos de la dictadura) y su cuerpo, a modo de botín y escarmiento, exhibido a algunos de los secuestrados. No se supo dónde arrojaron su cadáver.
En 1995, el poeta Gelman escribió una carta abierta, dirigida a la nieta o nieto que la dictadura le había robado: “Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de concentración”, es el encabezamiento de la dramática comunicación. Marcelo fue asesinado de un tiro en la nuca. Y Claudia, tras dar a luz, también desapareció. “Te sacaron entonces de su lado y fuiste a parar -así era casi siempre- a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez, o periodista amigo de policía o militar”. El 31 de marzo de 2000, el autor de Bajo la lluvia ajena, que probó las sales del exilio (“los exiliados son inquilinos de la soledad”, dijo), encontró a su nieta, de 23 años. Se llamaba María Macarena.
La película La historia oficial (1985), galardonada con el Oscar y otros premios, narra la condición de una hija de desaparecidos, adoptada por una pareja formada por una profesora de historia y un empresario. Este tiene negocios con los militares. Y todo comienza a cambiar cuando aparece una Madre de Mayo buscando a su nieta.
Por estos días, cuando ya las madres de mayo son abuelas y bisabuelas, ocurrió el hallazgo del nieto 114. Su abuela, Estela de Cardotto, fue noticia, junto con su nieto Guido, tras el encuentro del muchacho robado en los tiempos de tiniebla de la dictadura militar argentina. La hija de Estela, en embarazo, fue desaparecida en 1977, en La Plata. La activista de derechos humanos emprendió desde entonces una pertinaz búsqueda, que la semana pasada tuvo un final feliz.
Hechos como los de Estela y su recuperado nieto, sirven, quizá, para no perder la memoria sobre la historia de la infamia, que en América Latina ha tenido muestras a granel. Gelman, que escribió “versos llorados previamente por la ciudad donde nací”, tuvo, como Estela, la alegría de encontrar a su descendiente. Muchos otros, aquí y allá, andan todavía tras la pista de su sangre.
“¿Adónde van los desaparecidos?”, se pregunta el cantante. “¿Y cuándo vuelve el desaparecido?”, insiste la canción. Duelen los desaparecidos de allá y de aquí. Y por eso hay fiesta cuando alguno aparece.
