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Sombrero de mago

La angustia de los sobrevivientes

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Reinaldo Spitaletta
31 de agosto de 2021 - 02:59 a. m.
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Si hay factores que aceleren en la gente la angustia existencial, estos radican, casi siempre, en el ejercicio político de un país que parece, por sus dirigentes, su gobierno, sus caciques, sus gamonales, sus patanes, en fin, un acto fallido. Una inviabilidad. Los elementos del desastre se juntan en los cabecillas (como si fueran miembros de bandas criminales), y estos, con todo su cinismo y desparpajo, se ríen de los que han sido las víctimas de la economía, de la politiquería, de los actos de corrupción…

Y cuando alguna de esas momias propone, por ejemplo, una amnistía general, para que sus lacayos, algunos en prisiones por sus comportamientos criminales, gocen de buena salud y empiecen con “borrón y cuenta nueva”, como si nada hubiera pasado, como si se pudiera acabar de un brochazo la historia, entonces aumenta en los derrotados el vacío de vivir. O de sobrevivir en un suelo donde se asesina a jóvenes que reclaman. Donde se expulsa de los campos a los que, según la visión de los hampones, están estorbando a sus ansias de expropiación, de apoderarse, como ha sucedido en los últimos cuarenta años, de las mejores tierras.

No sé si esta sea pregunta filosófica: ¿Qué diablos es Colombia? Ya ni siquiera nos pudiera “salvar” la respuesta que, en un cuento de Borges, se da a aquello de “¿qué es ser colombiano?”. Nada. Ni un acto de fe. Como en un tango, o, mejor, como en decenas de ellos, la fe perdida es una de nuestras características. Incluso los curas la extraviaron.

Qué nos puede esperar, más allá de las constantes aprensiones, las inestabilidades, los desafueros oficiales que se prolongan hasta la náusea y hasta el infinito, en un territorio en el que unos cuántos magnates, banqueros, intermediarios del capital extranjero, juegan al “todos ponen” y ellos se vanaglorian de su obtención de ganancias a granel, en medio de las pobrezas sin cuento de millones de desahuciados. Sí, porque, es sabido hasta la extenuación, que Colombia es uno de los países más desiguales del mundo, de los más inequitativos y descuadernados. ¿Y qué?

Qué se puede esperar, a no ser una cuota de desolador continuismo, con candidatos presidenciales reencauchados, defensores de los privilegios de minorías, estandartes del neoliberalismo (cuántas miserias ha causado este modelo en este territorio infeliz), que saltan de nuevo a la palestra con carita de “yo no fui” y como “mesías” que no pueden, pese a tener para sí casi todos los medios de comunicación a sus pies, cambiarse la careta sin poder disimular los resquicios por los que se cuelan su perversión y sus engañifas.

No les ha pasado que, en un país de asesinos a granel, de mafiosos y pistoleros, de “gente bien” que dispara a los manifestantes, se escucha por alguna esquina la voz shakesperiana: “La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido”, como se dice en la tragedia de Macbeth, la que muestra lo que puede producir la ambición de poder. Sí, claro. Y a veces da la impresión de que quien nos gobierna es un idiota (o que se hace).

Ese idiota (o, como se dice también, que finge serlo) es un ser que parece gozar con los ingentes males de las mayorías. Y que nada le importan los desvíos de fondos, los malos manejos de los recursos públicos que hacen sus funcionarios, la recocha que son ciertos ministerios. Ni si se perdieron dineros en un contrato inescrupuloso. Porque, al fin de cuentas, los más perjudicados, como sucede con el escándalo del Ministerio de las Tic, los beneficiarios eran un montón de niños, habitantes del inframundo. Y se dirá en esas esferas de despiadados, que como eso iba para pobres, qué importa si parte de la “platica” del contrato se la han birlado.

No sé qué tanto de filosofía, o de literatura, o de ciencia infusa, puede haber en un país manejado por unos “rufianes de esquina”, por proxenetas de la corrupción, por lobos disfrazados de caperucita. Seguro que hay eso y mucho más. Parece una puesta en escena, ya vetusta y desgastada, en la que, en tiempos preelectorales, reaparecen los seudoredentores, los que sí van a “salvar la patria”, los que acabarán con “los comunistas disfrazados” o los “guerrilleros de civil”. Los que se han inventado “enemigos”, y, claro, ponen como amigos, como aliados, como santones, a los que han arrasado con todo.

¿Cuál será la unidad de medida de la angustia existencial? Puede estar conectada con carencias y hambrunas, con torturas (incluida la de las filas eternas para reclamar medicamentos) y disparos contra estudiantes, con el aumento de la inestabilidad que produce el desempleo, con la escucha de la voz de un embalsamado que propone amnistías generales para sus secuaces…

Pasa como en un tango de Cátulo Castillo: “Creíste en la honradez / y en la moral... / ¡qué estupidez!”. Pobre país.

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Pablo(88449)31 de agosto de 2021 - 11:48 p. m.
Excelente columna. Pero esta realidad en las próximas elecciones se repetirá porque este es un pueblo cínico, impúdico y desvergonzado y además analfabeta como lo ha querido siempre el granuja, canalla, matarife, Uribellaco que en sus propios gobiernos y en los que atenido títere no a inaugurado una escuela, un colegio menos una universidad porque el malnacido los quiere brutos y cerrados.
Alberto(3788)31 de agosto de 2021 - 09:57 p. m.
Dolorosa realidad, tal cual. Magnífica columna. Gracias, Reinaldo Spitaletta.
william(51538)31 de agosto de 2021 - 03:27 p. m.
Y ahí seguirá la misma escoria en defensa del statu quo porque la tal oposición es un sancocho de egos y de peleas intestinas. Esta escombrera no tiene remedio.
Alvaro(sa3gs)31 de agosto de 2021 - 03:25 p. m.
Si despierta Colombia te están en bobando ahora con el mesías Gaviria ,jaja
Antonio(45414)31 de agosto de 2021 - 02:42 p. m.
Siempre he buscado una sola razón para sentirme orgulloso de ser Colombiano y la verdad no la encuentro. La principal razón que muchos exponen es la de ser un país hermoso; es cierto, pero el territorio estaba ya formado cuando apareció el homo sapiens, es decir no hemos hecho nada para ello, todo lo contrario lo estamos acabando. Eso sin contar corrupción, injusticia, pobreza, deforestación, etc
  • George(98053)31 de agosto de 2021 - 04:28 p. m.
    Antonio, donde me deja a las shakiras, los juanes, los james y los falcaos?
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