Sombrero de mago

La era del “empendejamiento”

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Reinaldo Spitaletta
02 de mayo de 2023 - 02:00 a. m.
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Puede pasar, y no solo en las novelas, que a usted, tan agobiado por las noticias, los presidentes, los congresistas, las feminoides, los feministas, los degenerados, los masculinistas, los que no saben cuál es su género, los que son epígonos profesionales, los mantenidos, la gentrificación, las verdades y mentiras sobre el cambio climático, la presunta muerte del petróleo, el uso político de estas situaciones, en fin, le dé, por qué no, por buscar en la web una dama de compañía. Se siente agobiado, o puede ser que su mujer ya no esté para aventuras de la imaginación en la cama, y así, en efecto, encuentra la última chica disponible, con su precio, proscripciones y habilidades.

También puede suceder (al menos acaece en una novela, Aniquilación, de Michel Houellebecq) que usted se decida a ir y estar con una damita de compañía, que de una, a través de la red, advierte que no practica el sexo anal, pero es “experta en felaciones”. En este caso, cobra 400 euros por hora, atiende en un barrio rico de París, se hace llamar Melodie y todo parece indicar que es una bien dotada “dama de compañía”, que también es, como se sabe, un eufemismo para disfrazar la muy sonora y tradicional y contundente palabra “puta”.

Llega usted al lugar indicado, en penumbra, con un ambiente propicio para el erotismo y la seducción (que se han vuelto palabras vacías, o, en otro aspecto, parte de la propaganda) y, cuando ya va avanzadita la “mamada”, usted descubre, tras pedir que haya más luz, que se trata de su sobrina, ¡eureka! Esto es apenas una parte de una novela incandescente, en el que, entre tantos niveles térmicos, se podría deducir que Dios no existe, pero sigue viviendo en un mundo atravesado por ataques informáticos, guerras regionales, presidentes que solo se dirigen a la masa a través de Twitter, sectas satánicas y todo un entramado de poderes y caos.

En este mundo patas arriba, en el que la antigua revolución, o las ganas de que ocurra ya no es utopía sino parte de la distopía, no es la información la que reina, sino, como parte de una treta, de una táctica, de un delineamiento perverso, de posibles conjuras del poder (también del contrapoder), la desinformación es la que manda, a través del eterno bombardeo de mensajes y otras bobadas en las redes sociales. Así que, como puede suceder, digo, en una novela contemporánea, somos parte de la nueva alienación, de inexpugnables manipulaciones y domesticaciones mil.

Y en medio del maremágnum de sentencias, frases, caracteres, mensajes sinsentido, de incoherencias, el rey del baile para la implementación de lo que algún antiguo paisa diría la extensión de la “güevonada”, está en las redes sociales, hoy parte esencial de las maneras de “comunicación” de los nuevos monarcas frente a sus súbditos. El canto de los pájaros, que también se calló mientras el estallido de la bomba atómica, hoy es, envilecida la palabra trino, parte de las puestas en escena del poder y de sus áulicos (también de sus contradictores).

Se ha dicho, por los expertos en estadísticas y otras clasificaciones, que cada día se publican 500 millones de trinos, tal vez un poco más, en los que, por qué no, habrá algunos inteligentes, bonitos, como tantos mamarrachos y carajadas a granel. Como también estamos en la era del “empendejamiento”, los que sí saben de esos mecanismos han elegido mandar y “gobernar” a través de Twitter —cantan de lo lindo, aunque digan puras sandeces por esa red—, red que ha sido también novelada, o, al menos, puesta en cuestión en libros, como uno de la escritora mexicana Margo Glantz: “Y por mirarlo todo, nada veía”.

“Las redes sociales son peores que lo imaginado por George Orwell. Él pensó que el Big Brother sería la televisión, pero las nuevas tecnologías han impuesto un autoritarismo terrible, capaz de lavar cerebros, muy distinto al que se efectuaba en los países totalitarios del siglo pasado”, declara la mencionada escritora, la que nos sigue diciendo que miramos todo, pero nada vemos. O nada nos dejan ver. Algunos mandatarios, desde los de país hasta los de pueblito, aldea o parroquia, deberían seguirle el ejemplo (mal ejemplo, dirán algunos) a Kafka, cuando en sus diarios advertía: “Todos los días tengo que escribir por lo menos una frase en mi contra”.

Ni Trump, ni Biden, ni Putin, ni Macron, ni mucho menos los monigotes de las republiquetas de estos lados, que siguen siendo bananeras, van a asumir el sentencioso pensamiento de Kafka, aunque parezcan kafkianas las actitudes de tanto dictadorzuelo disfrazado de demócrata. No me imagino a ninguno de ellos en labor autocrítica. Tampoco a su séquito de epígonos. Hace años, un señor que tenía manías de renacentista, nos dijo en una clase: “El mundo no cabe en los esquemas”. Parece, dada la enajenación masiva, que cupiera en un trinito. Los pájaros de Hiroshima siguen preguntando ¿dónde están los hombres?

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Victoria(05386)03 de mayo de 2023 - 01:41 p. m.
Lástima que el comentario vaya dirigido a aquellos que se sienten agobiados o cuyas mujeres "ya no esté[n] para aventuras de la imaginación en la cama". De golpe, me sentí excluida.
ALEJANDRO(os9iw)03 de mayo de 2023 - 07:02 a. m.
La nueva ministra de agricultura falsificó su hoja de vida para aspirar a un cargo público para el cual no tenía méritos académicos, ni profesionales. No le dio pena engañarnos, ni mentirnos. ¿Por qué deberíamos confiar en ella?
Alberto(3788)02 de mayo de 2023 - 09:12 p. m.
Excelente. Gracias.
Jacqueline(10525)02 de mayo de 2023 - 07:31 p. m.
Si los mensajes en los trinos contribuyeran con el buen gobierno, ya estaríamos avanzando. Tanto la retórica de las plazas, la de los balcones, como los bla, bla,bla de los trinos no pasa de ser eso, mera erupción cutánea. Es una lástima estar perdiendo una oportunidad que creíamos podía llegar con este gobierno. Excelente mescolanza en clave de caos la que nos dice Londoño. Amancerá y veremos dijo el ciego.... el resto se lo saben.
Arturo(82083)02 de mayo de 2023 - 05:33 p. m.
Trinar se volvió un mal tan necesario como chatear, y es util si se maneja equilibradamente. Es razonable afirmar que nuestro Presidente peca por exceso (como en su tiempo don Trompo en USA) y que la cantidad y la calidad de los trinos son inversamente proporcionales. Una pregunta al respecto: escribe y/o lee trinos el respetado columnista?
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