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La mentira en su salsa

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Reinaldo Spitaletta
08 de agosto de 2023 - 02:00 a. m.
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El gran dramaturgo de la antigua Grecia, Esquilo, advirtió que en la guerra la primera víctima es la verdad o lo que se considera como tal. La verdad, concepto problemático, ha sido vapuleada no solo en los conflictos bélicos sino en la política, que no siempre es el tratamiento civilizado de las contradicciones. Se pudiera decir, sin mucho atrevimiento, que en la política, más que la verdad, se tiene a la mentira como reina, santa, insignia y mandamás. Mientras más embustero el político, más político es.

Así que la política, tan bellamente tratada por Aristóteles, se tornó una apariencia-espejismo para conquistar el poder. O mantenerlo. A toda costa, claro. Cuánto ha cambiado el mundo desde cuando Platón manifestó que la verdad se erigía como un alto ideal humano, que había que alcanzar junto con la belleza y la bondad. O desde cuando Descartes tuvo que acudir a la duda metódica (o hiperbólica) para llegar, según él, a la verdad. Nada. Ni Spinoza, ni Kant, ni Nietzsche, en fin, con todas sus búsquedas acerca de la verdad, han podido contra las artimañas y astucias de los políticos.

Hay que mentir, parece, para llegar o perpetuarse en el poder. Mintió Wilson, que mandó a hacer “lavados cerebrales” al pueblo estadounidense, para justificar la participación en la Primera Guerra Mundial. Y tantos otros han apelado a ese expediente maligno, que es interminable el catálogo. Hitler y Mussolini y Churchill y después, para no redundar, lo hicieron Nixon y Bush y Pinochet, y por estos lares nuestros, tan politiqueros y violentos, la mentira ha sido pan cotidiano —muy amargo— de todos los mandamases y aun de algunos que dicen luchar por las reivindicaciones del vapuleado pueblo.

Con tantas mentiras disfrazadas de verdad nos han embobado desde siempre. Mienten los medios de comunicación, que hace rato perdieron su esencia informativa veraz, para proteger no solo a sus anunciadores sino sobre todo a sus patronos, ya sean grupos económicos, algún magnate con rascacielos, políticos (mentirosos de profesión) y tantos otros gamonales y mafiosos. Mienten los políticos, los de derecha, los ultras, los progres, los izquierdosos, los liberales, los conservadores, los ecologistas, los ecofascistas… En Aniquilación, novela de Michel Houellebecq, se dice en algún apartado que “hoy más que nunca el poder reside en la inteligencia y el conocimiento”. Sí y no. Se ha anclado más bien en la regencia de las mentiras.

La mentira tiene conexión con la promesa incumplida, con la demagogia, con el “todo vale”. Hay en sus puestas en escena una teatralidad banal. Tramoyas y tramoyeros. La sociedad de la mentira apela a distintos mecanismos que tocan las fibras de los desahuciados, de los sometidos, para ponerlos, a la vieja usanza religiosa, a tener una esperanza, que jamás llega ni se cumple. Es simple (o así parece) disfrazarse de estar al servicio de las causas de los oprimidos, cuando en realidad se trata de imposturas, del ejercicio de la engañifa y la doblez.

Nos han mentido tanto que ya, por qué no, tenemos callos contra tantas farsas y falsificadores. Nos dijeron que los muertos eran guerrilleros, cuando, al contrario, eran muchachos que jamás habían tomado un arma. Nos discursearon con que no había aspiraciones a la reelección y entonces cambiaron un “articulito” constitucional, rifaron notarías, hincaron a congresistas… Nos dijeron tantas cosas. Y así hemos estado. Que no iban a privatizar, que ya se iba a cerrar la brecha entre pobres y ricos, que el futuro era luminoso y fue más oscuro. Nos juraron que no habían recibido “dineros calientes”, que la mafia no era la que mandaba en el país, que no había fraudes electorales, que no conocían a tal o cual bandido metido a político. Y así, hasta creernos tan bobotes que podían meternos el índice en la boca.

Hemos venido cambiando, aunque todo haya seguido igual. O peor. Pasamos del Proceso 8.000 a Odebrecht con cianuro y otras impunidades. De los tiempos de la carretera al Llano, el crimen de Mamatoco, la Violencia, el asesinato selectivo de activistas populares, de los desaparecidos, los desplazados (o migrantes, que decía algún papanatas del oficialismo), de la reducción de la corrupción a sus “justas proporciones”, hasta ahora, cuando la mentira ha seguido galopando de un lado a otro de la política, da la impresión de estar viendo el mismo filme.

El pueblo (cualquier cosa que esta palabra tan manoseada signifique) es un comodín. Sobre sus hombros pelados, sobre sus espaldas doloridas cabalgan desde tiempos inmemoriales “los mismos con las mismas”. Nos asedian, ya no con información (o desinformación, que abunda en todas sus modalidades), sino con propaganda, como bien lo supo Goebbels al multiplicar las palabras del Führer en emisiones radiofónicas, en el cine, en las escuelas… “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, dijo, sin sonrojarse.

Parece que va a ser más útil y sereno, a lo Epicuro, esperar en el jardín a que el mundo se acabe.

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Alberto(3788)09 de agosto de 2023 - 12:26 a. m.
Tremenda columna, gracias.
Gines(86371)09 de agosto de 2023 - 12:25 a. m.
Tu columna refleja una amarga decepción Reinaldo, decepción no gratuita por supuesto. Lo que afirma el escritor francés Houellebecq: “hoy más que nunca el poder reside en la inteligencia y el conocimiento” no aplica en este país sometido, anestesiado. Te pondré un claro ejemplo: el “matarife”. ¿Qué inteligencia o conocimiento puede albergar ese basilisco? Aprovechó la ingenuidad de un país de giles que se embelesó con su manita en el pecho, y su verbo plagado de diminutivos. ¡Ni más ni menos!
Luis(70640)08 de agosto de 2023 - 09:42 p. m.
El genocida prusiano se quedo corto, en nuestras arcas la verdad del innombrable es repetir 6402 muertes.
Luis(23372)08 de agosto de 2023 - 09:00 p. m.
Porque ninguna referencia al mentiroso mayor en vigencia, que tiene alelados a sus zombies que eso si bien disciplinados hacen todo lo posible para lavarle la cara ahora que se cumple su primer año de desgobierno y esta inmerso en escandalos denunciados por su propia familia
JUAN(26582)08 de agosto de 2023 - 05:10 p. m.
Excelente columna señor Reinaldo. La mentira es parte del ser humano, pero en política sí es la primera condición o si no, no sirve para político. O sea que esperemos en el jardín a que el mundo se acabe. Porque , seguro primero se acaba el mundo que la mentira.
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