Publicidad

La mitad del cielo

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Reinaldo Spitaletta
08 de marzo de 2011 - 03:46 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

La Ilustración permitió, entre muchas otras cosas, que las mujeres, antes subordinadas, invisibles, oprimidas y negadas, pudieran salir a flote y convertirse en diversidad de casos en seres sediciosos, aportadores al movimiento de transformación social que tuvo su apogeo en la Revolución Francesa, en 1789.

Por esas calendas, surgió, por ejemplo, Olympe de Gouges, defensora de la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, tanto en lo público como en lo privado. Sus planteamientos, altamente revolucionarios, tenían que ver con el voto, el acceso al trabajo público, a la posesión de propiedades y a formar parte del ejército. Al redactar Los derechos de la mujer y de la ciudadana, esta dama, autora de obras teatrales, se erigió como una precursora de los llamados movimientos feministas que se sumaron a las banderas revolucionarias de igualdad, fraternidad y libertad. Olympe, la misma que había dicho “la mujer tiene el derecho de subir al cadalso; debe también el derecho de subir a la tribuna”, fue ejecutada en la guillotina.

Hay que recordar que entre los ilustrados franceses, como Condorcet, uno de los creadores del programa ideológico de la revolución, se proclamaba el reconocimiento al papel social de las mujeres. Sin embargo, será la larga lucha de hombres y mujeres la que indique los caminos para que a unos y otras les sean reconocidos derechos y conquisten nuevos escenarios. En el siglo XIX, las mujeres también se vinculan a los movimientos sociales por los tres ochos: ocho horas de estudio, ocho de trabajo y ocho de descanso, que tuvieron su cúspide en las gestas de los Mártires de Chicago.

La lucha de las mujeres por sus derechos, conduce a la vinculación de las mismas a las reivindicaciones colectivas sociales. “Las mujeres sostienen la mitad del cielo”, dijo Mao. Pues bien, hay muchos casos históricos en que fueron ellas las protagonistas de enormes movimientos, como el sucedido en Colombia en 1920, cuando, en Bello, Antioquia, se presentó la huelga de señoritas trabajadoras de la Fábrica de Tejidos de Bello.

Las trabajadores de esa compañía laboraban en condiciones indignas: descalzas, acosadas por supervisores, maltratadas por los administradores que las obligaban a trabajar enfermas, con jornadas de catorce y más horas, “jornales” bajos, en fin. Cerca de cuatrocientas de ellas decidieron parar la producción, al tiempo que los hombres (unos ciento cincuenta) se mostraron reacios a participar en el cese de actividades.

En aquella huelga (la primera en Colombia con ese nombre), que gozó de las simpatías populares, floreció una dirigente: Betsabé Espinal, la misma que levantó su voz contra el administrador de la empresa, Emilio Restrepo, aquel que decía: “el que manda, manda”, y que convocó al resto a sumarse a la liza obrera. No fue un movimiento social de género, sino de reivindicaciones laborales. Las muchachas, a las que más tarde se sumaron los hombres, triunfaron en sus peticiones.

Comportamientos como los de Betsabé Espinal se prolongarán. María Cano, poetisa y dirigente obrera, es otro de los paradigmas en la vinculación de la mujer a las resistencias populares. Su participación, al lado de dirigentes como Raúl Eduardo Mahecha e Ignacio Torres Giraldo, entre otros, en huelgas, organización de trabajadores, impulso a nuevas ideas, la hizo nombrar por los obreros como la Flor del Trabajo.

Entre la historia y la ficción, está la Marquesa de Yolombó. Creada por Tomás Carrasquilla, doña Bárbara Caballero y Alzate se convierte en un prototipo de la mujer distinta, la que asume roles de avanzada (por ejemplo, en la educación), pese a las mentalidades coloniales y el predominio masculino. La marquesa es un ser perturbador en medio de la minería, los títulos nobiliarios y la dominación colonial española.

Así que en el Día Internacional de los Derechos de la Mujer, ahora banalizado por el comercio y la ideología neoliberal, hay que reflexionar sobre mujeres como Clara Zetkin (precisamente la que en 1910 auspició esta conmemoración) y sobre todas aquellas que son un “taller de seres humanos” (lo dice Gioconda Belli), que aportan a las luchas y transformaciones sociales. Ellas no sostienen la mitad del cielo. Son el cielo mismo.

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.