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Las conquistas del paro

Reinaldo Spitaletta

21 de junio de 2021 - 10:00 p. m.

Hasta para cantar de nuevo aquel himno setentero, procedente del Chile de Allende y Neruda, han servido las colosales manifestaciones del paro nacional. Y, claro, para dilucidar cada vez más la sordera y arrogancia de un gobierno autocrático que se ha negado de modo sistemático a negociar con los organizadores del movimiento social más importante en Colombia en las últimas décadas.

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Hasta ahora, cuando el Comité Nacional de Paro ha cambiado de táctica y busca ir a todos los rincones del país para promover la conciencia colectiva en torno a los requerimientos del pliego de emergencia, el mismo que se presentó al gobierno de Duque hace más de un año, el 19 de junio de 2020, el paro nacional deja varias lecciones. Y, además, galardones de mucha monta.

Una, que ha sido fundamental, es la derrota estruendosa de la infame reforma tributaria. Hay que recordar que, con los huevitos del neoliberal exministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, se fue a pique la intentona antipopular del gobierno de extraer del pueblo, de sus miserias y faltantes, 27 billones de pesos, con el impuesto agregado a los productos de la canasta familiar. Al hambre casi ancestral, que se ha agudizado con este régimen de desprecio a los desheredados, se les iban a adjuntar nuevos cargos a los trabajadores, a los desempleados, a las clases medias…

Recordemos que la reforma tributaria, derrumbada por las poderosas demostraciones del paro, tenía su esencia en la deuda externa y su pago a las corporaciones financieras internacionales. No era, como la demagogia oficial lo pregonaba, para inversión en planes de tratamiento de la pandemia y otros requerimientos internos. Así que la derrota no solo ha sido para Duque y su alfil caído, a quien hace poco un compatriota increpó en Miami (“Este señor incendió al país y hoy lo vemos disfrutando acá en el Miami Design District”, le dijo el paisano), sino para los banqueros transnacionales.

El paro, al que pese a las distintas intentonas oficiales, las infiltraciones, la propaganda negra, los vándalos a sueldo y otras maniobras, no han podido desvirtuar, ha dado muestras de que luchar es clave para la conquista de reivindicaciones. Que las marchas sí son un instrumento para alcanzar derechos o combatir las intenciones de conculcación de los mismos. Otro triunfo de la movilización fue el de compeler a Duque a no comprar una flotilla de aviones de guerra. Se iban a gastar 14 billones. Un descaro en medio de las miserias masivas.

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Otro logro de envergadura fue la caída en el Congreso del proyecto de ley 010 o de la reforma a la salud, que iba a privatizar aún más ese vital rubro. Las marchas también dieron fruto en ese aspecto, porque, como lo expresaron algunos senadores y representantes, motivó cambios en la correlación de fuerzas en las comisiones respectivas.

El paro nacional y sus contundentes demostraciones de indignación contra el gobierno, empelotaron una vez más la esencia represiva y el tratamiento de fuerza dado a las manifestaciones, en su mayoría pacíficas. Tantos muertos, heridos y desaparecidos son una tragedia para decenas de familiares y, en general, para toda la población. Así, ante la respuesta estatal de bala, incluida la presencia de paramilitares al lado de la fuerza pública, especialmente en Cali, se obtuvo la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

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El gobierno de Duque quedó al desnudo, como el emperadorcito del cuento, con el ¡fo! que le hizo al diálogo y la concertación. Desde el año pasado le presentaron un pliego de emergencia, que, entre otras peticiones, tiene la de la “Renta Básica de emergencia de por lo menos un salario mínimo legal vigente por seis meses para treinta millones de personas en condición de pobreza, vulnerables y afectadas por la crisis”; la defensa de la producción nacional y “el empleo con derechos”, pero, qué va. Ciego y sordo y mudo el señorito presidente.

Ante la displicencia y dilación del gobierno, el Comité de Paro ha entrado en una nueva dinámica, sin suspender la protesta, según ha dicho, de ampliar su influencia, presencia y discusión con todos los sectores populares, para acumular más fuerzas y continuar con la presión.

El paro ha dejado lecciones para el desarrollo de las luchas populares por su dignidad. Una, muy descollante, la necesidad de la movilización permanente y organizada. Y otra, la de la muy visible participación de la juventud, erigida en columna primordial del movimiento. El Comité de Paro, a la vez que alienta la protesta masiva, ha condenado “la violencia, el daño a la propiedad pública y privada, las acciones vandálicas de la fuerza pública y los particulares”, según ha expresado.

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Se ha dicho que la frase “el pueblo unido, jamás será vencido” es de Gaitán. Como sea, Sergio Ortega y el grupo Quilapayún, de Chile, la convirtieron en un himno universal, que se canta con fervor en las marchas del paro nacional en Colombia.

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