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Los “buenos muchachos”

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Reinaldo Spitaletta
08 de junio de 2010 - 12:42 a. m.
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El reyecito está a punto de terminar sus días en palacio, o “Casa de Nari” como se empezó a llamar después de la visita agazapada de un delincuente.

Se dice en los mentideros que se le nota atribulado, tal vez porque el sol a las espaldas comienza a quemarlo, o, como también él mismo lo ha expresado, porque  sus amigotes (o colaboradores) están enfrentando a la justicia.

Durante su gobierno, ya demasiado largo, se hicieron muy populares expresiones como aquella del “buen muchacho”, unas veces para designar a un sujeto que envió correos electrónicos amenazantes contra un periodista, o para referirse al ex director del DAS Jorge Noguera, acusado de paramilitarismo. Que esos apelativos bien pueden ser para su primo, o para el ministro de Protección (?) Social o para el ex ministro Sabas, que están en el ojo del huracán de la yidispolítica.

Los que nunca fueron “buenos muchachos” para el Presidente, en sus días de gritería y prepotencia, eran aquellos miembros de ONG “peligrosas”, porque defendían los derechos humanos, y para él aquella actitud era sospechosa de terrorismo y cosas similares. Los días del embrujo están llegando a su fin, y el “brujo” mayor parece estar desconsolado, tal vez porque ya en los consejos comunales hay orfandad, o porque cada vez crece entre la gente el desprestigio de un régimen que se caracterizó por su honda catadura antipopular.

Tampoco fueron para él “buenos muchachos” los miembros de la Corte, contra los que hubo “guerra sucia” y persecuciones, aparte de espionajes y otras celadas. Entre los “buenos muchachos” no clasificaron, por ejemplo, los trabajadores de la caña de azúcar, que desplegaron un movimiento reivindicativo con repercusiones internacionales, ni los marchantes de la minga, contra los que hubo diversas represalias.

Para él, un “buen muchacho” sí pudo ser aquel delincuente, secuestrador, que el mismo presidente le pagó una suite en un tradicional hotel bogotano, o incluso el mismo “canciller” de las Farc, que salió libre por orden presidencial y nunca se supo por qué ni de cuál instancia nacional o internacional partió la idea original. Y una “buena muchacha” sin duda ha sido la ex guerrillera de “la Far”, la tenebrosa Karina, ahora dedicada a “gestiones” de paz.

En cambio, no es una “buena muchacha” la jueza que mandó a encarcelar a uno de los “buenos muchachos” de Uribe, Mario Aranguren, quien, según el Presidente, ha abanderado “la lucha contra los movimientos financieros del narcotráfico”. Al mismo tiempo, montó en cólera contra el presidente de la Corte Suprema del cual dijo estaba ejerciendo presiones indebidas. Ah, y además para el mandatario, Aranguren es “un héroe de la patria”.

Nada extraño será que terminen como “héroes de la patria” los paramilitares, los parapolíticos, los que convirtieron el DAS en una maquinaria de espanto y delincuencia, los que han realizado los “falsos positivos” o crímenes de Estado, que Colombia es un país patasarriba, en el cual, como dirían las brujas de Macbeth: “hermoso es lo feo, y feo lo hermoso”.

Los días de poder del promovido –y falso- mesías están a punto de llegar a su fin. Y tal vez un consuelo para él sea su próximo sucesor, que garantiza en muchos aspectos la continuidad de la política en pro de las transnacionales, los banqueros, los magnates del capitalismo y en contra del grueso de la gente. Pero quién sabe. A lo mejor, el representante de una rancia burguesía –y ésta misma- comience, después del siete de agosto, a hacerle el “fo” a toda la ordinariez que habitó palacio durante los últimos ocho años.

Dicen también en los corrillos que Colombia va a pasar de tener un mesías a un emperadorcito. Y, como diría Caballero, lo que sí es seguro es que el presidente que llega será peor que el anterior, que es una suerte de misteriosa ley que se puede rastrear –para no ir muy lejos- desde el Frente Nacional hasta nuestros días. Así que muchos otros “buenos muchachos” nos esperan en la próxima curva. La horrible noche sigue cubriendo el país.

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