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Los camaleones y el proceso de paz

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Reinaldo Spitaletta
21 de octubre de 2014 - 02:00 a. m.
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Pobre de los camaleones, a los que los políticos dejaron sin su facultad de mimetismo.

Y lástima de los basiliscos, que algunos reptiles de la política les cercenaron el título griego de “pequeño rey”. Estas metamorfosis son comunes en un país como Colombia, que aparte de lagartos, abunda en sapos. Y en lambones, una especie que tiene callos en las rodillas y practica el besamanos.

Vamos con los camaleones. Los “leones de tierra”, escamosos, la mayoría de lengua rápida (aunque los ha habido gagos), suelen pasarse de un bando a otro, mutan de color y de capilla, según los intereses del momento. Como son tantas las muestras de estos especímenes, podríamos, para efectos de disección, tomar el caso de dos “doctores”: el presidente Santos y el ex presidente Uribe, ahora dizque opositores entre sí, cuando la politiquería y el reparto del Estado, en otros tiempos, los puso a remar del mismo lado: o sea, de los dictados del Fondo Monetario Internacional, del Consenso de Washington, de los intereses de las transnacionales. En fin.

En los ocho años de gobierno del denominado mesías, del tipo que quiso tener a sus pies todo el país, doblegado por un partido único, un pensamiento único, el unanimismo absoluto (claro que no pudo), el viejo proyecto paramilitar (de los ochenta) logró consolidar su dominio de las mejores tierras del país, a punta de terror y crímenes, de desplazamientos y motosierras.

El señor del Ubérrimo, que tuvo también su zona de despeje en Ralito, el mismo que con su comisionado de paz montó una farsa de desmovilización de una presunta columna de guerrillos, y que le pagó una suite hotelera a un delincuente, posa hoy de muy pulcro frente al proceso de negociación que su hoy ex amigo mantiene con “la far”. Dice que durante sus ocho años de mandato se desmovilizaron “cincuenta y dos mil terroristas”, pero no se refiere a la impunidad que causó su cacareada ley de Justicia y Paz.

A los camaleones, de vez en cuando, les da amnesia. Quizá por eso “olvidan” que también, en el caso del señor de marras, tuvo la idea de negociar con “los terroristas de la far”, con miras a establecer diálogos para un proceso de paz. Seguro para entonces, por allá en el 2006, realizar acercamientos secretos con la guerrilla, que el otro camaleón tiene hoy negociando en La Habana, no era una “debilidad” castrochavista y mejunjes parecidos.

El señor del “articulito” reelectoral dice en entrevistas que en su gobierno Ecopetrol no vivía las afugias de hoy, cuando, en rigor, los pasos para su privatización los asumió él. También que los empresarios del campo no tenían problemas como hoy, claro que no dice si los que estaban dedicados a cultivos de palma africana y a la ganadería extensiva. O a los que favoreció con Agro Ingreso Seguro. O a los que su ministro de Agricultura quería dejarles Carimagua, terreno destinado a familias desplazadas por la violencia.

Del otro camaleón, clave en la aberrante situación de los “falsos positivos”, producto de la denominada “seguridad democrática”, su ex amigo advierte que ha “perdido el control”. El control de qué. Su política, que antes estuvo al servicio de Pastrana (otro camaleón) y del príncipe salgareño, no ha roto con nada que tenga que ver con el modelo neoliberal, ni con las transnacionales mineras, ni con los lineamientos del FMI, ni con los desiguales tratados de libre comercio. Puede que haya diferencias de estilo, mas no de fondo.

Hoy, los dos camaleones intercambian sablazos en torno a las negociaciones de paz con la guerrilla, a la posibilidad de que haya una salida política al largo conflicto armado colombiano. Uno, el presidente, advierte que no permitirá oposiciones al proceso de paz, al tiempo que el otro, el ex presidente, anuncia que no se puede permitir la entrega del país a la guerrilla. Entre tanto, el pueblo colombiano sigue sufriendo las políticas antipopulares aupadas por uno y otro.

Isidoro de Sevilla, el de las Etimologías, decía que el basilisco es el rey de las serpientes. Pero sobre este mítico reptil, capaz de matar con la mirada, y acerca de los lagartos y lambones, trataremos en otra ocasión. En el ínterin, el espectáculo de los camaleones continúa. 

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