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Los genocidas misiles del alba

Reinaldo Spitaletta

13 de agosto de 2024 - 12:00 a. m.

Los misiles, muy bien dirigidos para que mataran niños, mujeres, jóvenes, gentes pacíficas que al alba rezaban en una escuela coránica de Gaza, eran de fabricación estadounidense y habían sido transferidos a Israel por el gobierno asesino de Washington. La gracia, dirían los genocidas, radicaba en que las bombas estaban hechas solo para matar y no para tumbar la edificación. “No hubo daños graves” al recinto, dijeron los criminales de guerra. Solo hubo muertos, que eran desplazados. Muertos sin importancia alguna.

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Los niños, las señoras, los adolescentes, en cantidad de una centena, según se dijo al principio, estaban en el segundo piso de la escuela de la mezquita. Podrían decir los asesinos que eso les pasa por estar rezando al alba, “¡maldito baile de muertos! / pólvora de la mañana”, como dice la dolorosa canción de Luis Eduardo Aute. Quién los mandó a estar en una mezquita, en una región pulverizada por Israel, en una zona en la que desde hace años se está cometiendo un genocidio de palestinos.

Al fin de cuentas, son solo palestinos. Y hay que exterminarlos. Desde octubre pasado ya van cuarenta mil de ellos muertos por Israel, sí, qué tanto es eso. Hay que borrarlos, parece decir entre dientes Netanyahu, contra quien no procede ningún tribunal internacional, contra quien no basta señalarlo como un genocida, un criminal de lesa humanidad. Se trata de Israel, de Estados Unidos, de la Unión Europea, aliados para la realización de un exterminio. “Miles de buitres callados / van extendiendo sus alas”.

La masacre, una más qué importa, sucedió en la escuela Al Tabaín, en el barrio de Al Daraj. “Israel comete un genocidio de los palestinos, barrio por barrio, hospital por hospital, escuela por escuela, campo de refugiados por campo de refugiados, zona de seguridad por zona de seguridad”, declaró Francesca Albanese, relatora especial de Naciones Unidas para los Territorios Palestinos. Es solo eso, una declaración, como un cumplido, porque, como se sabe, la ONU no sirve para nada, es un muñequero de Estados Unidos y sus aliados.

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En las últimas semanas, por lo menos diez escuelas de Gaza han sido atacadas por Israel, en su política de arrasamiento. Y, claro, voceros de Gringolandia manifiestan “preocupación” por el asesinato de civiles, por las masacres, cómo será eso. Tan sentimentales los verdugos imperialistas. Tan humanitarios ellos. “Presiento que tras la noche / Vendrá la noche más larga”, sigue sonando la canción triste.

Después del calificado por los criminales como un “ataque quirúrgico”, de “alta precisión” para eliminar miembros de Hamás, lo que se supo es que, tras el bombardeo, quedaron decenas de niños, mujeres y jóvenes quemados, destrozados. Había centenares de personas en esa escuela, desplazadas, que se habían refugiado en el lugar hasta el cual penetró el mortífero fuego israelí. Los misiles suministrados por Estados Unidos a Israel son de alto poder destructivo y con efectos incineradores al estallar. Apenas para asar palestinos.

Países árabes condenaron “La matanza deliberada de este enorme número de civiles desarmados”. También hubo indignadas voces de repudio desde Turquía, Rusia y otras naciones contra este nuevo desafuero, uno más de una larga cadena criminal del gobierno israelí contra los palestinos. Y toda esa barbarie, encabezada hoy por Netanyahu, tiene el beneplácito gringo, porque, como es fama, para “Estados Unidos Israel no se toca”, aunque toda esa ignominia signifique el genocidio de los palestinos y una espantosa hecatombe en el Oriente Medio.

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“Presiento que tras la noche / vendrá otra noche más larga”. Esta nueva matanza israelí contra palestinos se realizó “al alba, al alba”, contra civiles que rezaban, por lo que se puede uno acordar de aquella canción venezolana de “no basta rezar”, y menos ante la capacidad criminal de los nuevos nazis, de la reencarnación de Hitler, ahora representado por Netanyahu con el auspicio de EE.UU.

“Gente pacífica, mujeres, niños y jóvenes estaban orando cuando fueron alcanzados por los misiles”, dijo un residente que, en medio del horror, llegó el pasado sábado al amanecer para encontrarse con una visión apocalíptica. “Los niños fueron despedazados y las mujeres quemadas”, agregó ante la infamia cometida por Israel. “Si te dijera, amor mío / Que temo a la madrugada / No sé qué estrellas son estas / Que hieren como amenazas”.

Estos ataques dirigidos contra niños, mujeres, jóvenes, contra la población civil palestina, son parte de una ya vieja estrategia israelí de devastación, o, en otras palabras, de un genocidio. Su patrón imperialista les ha enseñado cómo se hace. Un ejemplo, acaecido el 6 y 9 de agosto de 1945, fueron las dos bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki. Los aliados de la máquina de terror y muerte que han sido los Estados Unidos deben aprender de las tropelías infinitas de estos contra los pueblos del mundo.

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Tal vez no pase nada contra el asesino Benjamín Netanyahu y sus adláteres, pero la condena mundial debe continuar. Hay que pedir castigo contra los genocidas. Y puede ser que en algún momento, tras la pavorosa noche, llegue el alba de la libertad para el martirizado pueblo palestino.

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