Mirá, Manuel, que Gardel, después de los avionazos, tras arder en el desastre, se perpetuó en una cara sin arrugas, en una sonrisa perenne, en un astro, en el Inmortal. “Quedó parao en su estampa que ya no puede envejecer. La Voz hizo el milagro”, hombre Manuel, o tal vez Ernesto Arango, el que narra una de las novelas más fogosas y alucinantes en la literatura no solo antioqueña, sino colombiano, Aire de tango, que ahora recordamos porque su creador no se ha muerto (“nadie morirá por mí”), sino que está cumpliendo 100 años de su natalicio.
Manuel, inventor de pueblos como Balandú, o como Tambo (de gamonales y...
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