Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Memoria de una traición

Reinaldo Spitaletta

31 de enero de 2023 - 12:01 a. m.
"Para la narradora-autora Annie Ernaux, inventar es fácil, según dice. Lo complicado es luchar contra el olvido".

Despojar de poesía el recuerdo puede ser otra manera de poetizarlo. Contar una memoria sobre la muerte del padre, sin ornamentos, sin descripciones lacrimógenas, solo apelando a lo esencial o lo que así se considera, es ir en contravía de lo retórico, de lo usual en la narrativa, o más aún, es, por escogencia (no por incapacidad), ir contra la novela como arte, o hacer otra cosa del “arte de la novela”. Sin ficción, pero sí con “autoficción” (término problemático), Annie Ernaux, la más reciente escritora premiada con el Nobel de Literatura, asume su manera de narrarse ella misma y sus circunstancias.

PUBLICIDAD

Contar, por ejemplo, cómo la hija de un ser simple, un tendero, sin mayores estudios, se hace maestra de lenguas y, tras la obtención del título, dos meses después se muere el padre (a los 67 años), puede dar para una extensa novela. O, por lo menos, para alguna de 200 o 300 páginas. No sucede con esta escritora, cuyo estilo es de brevedades, de compresión sustantiva, sin calificativos ni adornos, pura osamenta (también hay “hueso de sustancia”). Lo esencial.

En El Lugar, libro publicado en 1983, cuando la autora (nacida en 1940) ya había entrado en la madurez, es una obra que representa la tendencia, ya para entonces un poco añeja, de narrar desde el “yo” personal. La muerte del padre es, según las circunstancias, las relaciones familiares, la visión de si se es hombre o mujer (¿habría que agregar otras posibilidades como trans, homosexual, hermafrodita, bisexual…?), un hecho novelable, o teatralizable, como ha ocurrido en múltiples veces en la historia de la literatura.

En esta obra de un poco más de 100 páginas no se presenta el parricidio a lo Dostoievski, ni la relación conflictiva con el padre, a lo Kafka, ni menos las de las hijas del rey Lear, de Shakespeare, ni como Papá Goriot (empobrecido y rechazado por sus dos hijas), de Balzac, en fin, que la relación puede prolongarse, sino el relato de cómo vivió y murió un señor elemental, de clase proletaria, y cómo lo ve su hija que, con el tiempo, y tras estudiar en una universidad, pasa a ocupar la posición (con sus defectos, aprensiones, búsquedas, deseos, consumo…) de una pequeñoburguesa.

Read more!

Ella, de extracción obrera, nacida en provincia, que obtiene un título universitario en una familia que ni de fundas había tocado un claustro de alta academia, narra, en una especie de debate interior entre una vida de simplicidades y sin muchos paisajes, y la artificiosidad y arribismo de “un mundo que lo había despreciado a él”. En realidad, había un buen material novelable. Sin embargo, la autora, que siente asco cuando intenta una novela a la usanza tradicional para estos casos, se da cuenta “de que la novela es imposible. Para contar una vida sometida por la necesidad no tengo derecho a tomar, de entrada, partido por el arte…”, escribe en los principios de El lugar.

El viernes último, en un histórico claustro que antes fue de jesuitas y ahora es de una caja de compensación (Comfama), en Medellín, y en los pasillos de una librería (la Interuniversitaria), hicimos la primera tertulia literaria del año sobre esta escritora francesa y su libro El lugar. Asistió tanta gente (un hecho impensado), sobre todo mujeres, con inusitado interés no solo en las letras, sino en particular en las temáticas y estilo literario de Annie Ernaux. ¿Qué es una novela?, fue uno de los temas de la conversación. ¿Ha fracasado la imaginación?, fue otro de los interrogantes tratados en torno a las obras de la escritora galardonada en Suecia el año pasado.

Read more!

Se discutió, aunque no en extenso, el epígrafe de El lugar (¿sí es una novela, no es una novela?) de Jean Genet: “Se me ocurre una explicación: escribir es el último recurso cuando se ha traicionado”. El clima de la obra tiene en su aire una especie de pesar incompleto por el ejercicio de una traición a una clase social, a un padre. Mientras tertuliábamos, me acordé de las palabras de alguien, todavía no sé con certeza quién: “La poesía no está en las palabras, sino en los hechos que estas narran y describen”. Pudo haber sido Mario Escobar Velásquez.

Hubo quien señalara que era un libro con carencias, porque no daba cuenta de lo que es un escritor, y mucho menos una maestra. Para otros (u otras) asistentes sí es una novela, llena de valores estéticos, de advertencias, y de una alta precisión en las palabras. Se nota que a Ernaux le sirvieron no solo sus libretas, sino las fotografías (algo recuerda en ella a Marguerite Duras). Y, mientras el padre agoniza, la hija está leyendo Los mandarines, de Simone de Beauvoir. “No conseguía concentrarme en la lectura, al llegar a alguna página de ese libro, mi padre ya no viviría”.

Para la narradora-autora Annie Ernaux, inventar es fácil, según dice. Lo complicado es luchar contra el olvido. “La memoria se resiste”.

Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.