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¿Quién manda en Medellín?

Reinaldo Spitaletta

14 de diciembre de 2015 - 09:00 p. m.

Convengamos, señoras y señores, que Medellín tiene cara de muchacha bonita, como lo dijo, hace años, un cronista.

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Y es un adoradora del cemento y el hierro, que hay puentes dedicados a santas y a ingenieros (menos al maestro Pedro Nel Gómez), y que tiene un centro histórico desvirtuado y en el que no solo se mueren las librerías sino los árboles (cada vez hay menos, un exalcalde con ínfulas faraónicas llenó de feísimas pirámides de baldosín los separadores de una avenida).

Digamos, en efecto, que es una “ciudad innovadora”, pero sin sentido social. Sus dirigentes (o, de otra forma, sus politiqueros) han pensado más en la jungla de concreto que en la gente, y menos aún en la que es pobre y víctima de todas las humillaciones, o sea, la mayoría. Y, para ir al grano, es una ciudad, incluidas varias de sus vecinas metropolitanas, en manos de la industria del crimen. Que la otra industria, la de chimeneas y telares, se acabó hace años.

Aceptemos que su belleza de ladrillos y asfalto, con uno que otro guayacán, es engañosa. Predomina la inseguridad. Y hay barriadas en poder de bandas criminales, que hacen lo que les da la gana, al tiempo que el alcalde advierte que somos una ciudad de alta tecnología y que, en asuntos de seguridad, es mentira que “esté compartida con los bandidos”, que no existe, según él, ningún “pacto del fusil”, que no es otro asunto que acuerdos entre la criminalidad para no llamar mucho la atención sobre sus fechorías y repartirse los territorios.

Medellín (también su vecina, Bello, dominada por bandas como Los Chatas, Pacheli, El Mesa, Camacol…) es una ciudad de combos delincuenciales. Más de doscientos cuarenta de ellos son dueños de diversos territorios. En las comunas 1, 2 y 3, por ejemplo, abundan estas facciones, según un informe de la revista Semana (“Las pandillas siguen mandando en Medellín”, 12-12-2015). Para la muestra, están, entre tantas, La Silla, El Hoyo de San Pablo, Los Terranovas, Los Terribles, Los Triana, La 29 y La Vaca. Pese a la abundancia de pandillas, la tasa de homicidios en la ciudad ha rebajado, de acuerdo con la alcaldía, lo que, desde luego, es positivo, pero no suficiente. ¿Y qué de las extorsiones, vacunas, robos de celulares, narcotráfico, el control de calles por parte de las bacrim, etc.?

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¿Habrá un paraestado en Medellín? Todo parece indicar que sí. El extenso control de las bandas, desde el centro de la ciudad hasta alejados barrios de la periferia, es una muestra de ese otro poder. Un caso patético se vive en la urbanización Santa Fe de Antioquia, de más de quinientos apartamentos del programa nacional de vivienda gratis. Un grupo armado se tomó la ciudadela, chantajea a sus habitantes, expende drogas y ha expulsado a propietarios, en otro proceso de desplazamiento intraurbano.

Bueno, sí, digamos que es una ciudad bonita, en la que se caen edificios y parece no pasar nada; que tiene un centro con mucha historia y en otro tiempo atractivo, pero hoy en manos de delincuentes. Fuera de eso, ultracontaminado y con más alta temperatura que en otras partes de la urbe, y con calles peladas, sin ningún asomo de verde, como El Palo, por ejemplo. Y en los cuadrantes de seguridad, los policías se paran en algunas esquinas, más que a vigilar, a manipular sus celulares.

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Sí, es “una chimba de ciudad”, con tranvía y tren metropolitano, y con centenares de extorsionistas que vacunan tiendas, chazas, minimercados, y a los dueños de casas para que se sientan seguros, porque, si no pagan, bueno “ya verán lo que les pasará, gonorreas”.
En el único barrio declarado patrimonio cultural de Medellín, han empezado a aparecer avisos de protesta: “Se vende Prado-Centro Informes Aníbal Gaviria Alcalde de Medellín”. Tal vez el más bello de la ciudad, abandonado por la oficialidad y expuesto al asalto de maleantes y otros vándalos. La demagogia de la declaratoria es evidente, y se vuelve a demostrar que la cultura es un rubro que los políticos quieren matar, porque la desprecian y, más que todo, porque le temen.

Sí, señores y señoras. Convengamos que Medellín tiene cara de muchacha bonita, pero su cuerpo y espíritu están dominados por otros intereses que coinciden con los del lumpen. Que todavía, como en los viejos tiempos de la “donbernabilidad”, sigue diciendo: “aquí mando yo”.

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