En un país en el cual las palabras del poder enmascaran las cosas, como sucede, por ejemplo, con los "falsos positivos", las "chuzadas", los "peajitos sociales" y un largo etcétera, es posible adoptar lenguajes simbólicos.
Para bien o para mal. Y como uno de los candidatos, al que poco se le entiende porque parece hablar mediante signos y otras semiologías, ha adoptado desde hace rato esa manera de ser político, pues no sobra dedicar unas líneas a los simbolismos nacionales.
Creo que el huevo debe convertirse en un sucedáneo del escudo, que además, en su imaginería, poco tiene que ver con la nacionalidad, cualquier asunto que esto signifique. Ya no más gorros frigios, ni cóndores (ave en extinción), y menos istmos de Panamá, que hace tiempo ese territorio se lo robaron los gringos, o si no que lo diga el fantasma de Roosevelt, el cazador: “I took Panama”.
Y digo el huevo porque ha habido en el país por lo menos dos presencias significativas suyas. Una, en Manizales, cuando un estudiante de la Universidad de Caldas le arrojó uno en la frente al entonces asesor presidencial José Obdulio Gaviria, el mismo que ahora montó emisora para difundir dizque el pensamiento uribista. Como aquí todo se olvida, es interesante recordar lo que adujo el muchacho del proyectil oval después de dar en el blanco: “lo hice porque ese personaje está en contra de los pobres, las marchas y los indígenas”.
El otro caso célebre que tuvo como símbolo de protesta al huevo, ocurrió durante el Foro Internacional de Responsabilidad Social, cuando una muchacha con un huevo en la mano se acercó al presidente Uribe y le dijo: “Señor Presidente, usted tiene huevo, la democracia colombiana tiene huevo”, y además agregó que en Colombia no había responsabilidad social, y menos de un gobierno que se dedicó a la guerra, a apoyar la plutocracia, a degradar a los obreros y crear más desempleo, en fin.
Esos acontecimientos se enmarcaron en los días en que el Presidente aspiraba a su segunda reelección, cuando ya muchos habían olvidado las anomalías de la primera reelección, con compra de votos, feria de notarías, cambio de un “articulito” de la Constitución. Mejor dicho, el caso de la yidispolítica, que sigue vivito. También por esos días, Obama le había sugerido a Uribe que ya estaba bueno con ocho años.
Otro símbolo nacional podría ser el escupitajo. Hace unos meses, un muchacho le tiró un salivazo al entonces aspirante presidencial Sergio Fajardo. Lo que no se sabe es si fue una saliva común o un gargajo. Dicen testigos que ni siquiera dio en el blanco. El caso es que al escupidor lo condenaron a 18 meses de prisión, lo que para muchos es una exageración, como lo fue la condena a cuatro años a un tipo que le tocó la nalga a una mujer. Es como si a Mockus le hubieran seguido un proceso y condenado por tirarle agua en la cara a Serpa.
Así como la motosierra es una suerte de símbolo ominoso de la barbarie en Colombia, podría ser que el condón fuera otro modo de la protesta, sobre todo cuando se recuerda una perorata de Uribe acerca de las relaciones prematrimoniales. Entonces, haciendo las veces de monseñor, el presidente les decía a los jóvenes que “ese gustico es para la familia”.
Hay que ir pensando cuáles serían los símbolos más apropiados para representar el hambre, el desempleo, las múltiples miserias de la gente, de un lado. Y, del otro, cuáles los símbolos para expresar, como protesta, acerca de las bases militares gringas en Colombia, los tratados de libre comercio, la entrega del país y sus riquezas a las transnacionales…
Algunos dirán que para asustar, por ejemplo, a la gringada bastaría con asumir como símbolo los zapatos que un periodista iraquí le lanzó a Bush. No faltan aquellos que prefieran como símbolo un trasero para lucirlo en manifestaciones como las de los lecheros contra el Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea. Todo es posible en un país que tiene muchos elementos de circo y de tragicomedia.
