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Sombrero de mago

Sobre mesías y otros redentores

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Reinaldo Spitaletta
09 de mayo de 2023 - 02:00 a. m.
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Nos levantamos o crecimos en una cultura de la ilusión, de los dogmas y la creencia en mundos venideros más allá del infierno terrenal (que también puede ser promesa de paraíso). Atados por la escuela, la familia, la política, los rituales religiosos, bebemos el agua contaminada de la esperanza, que se nos muestra límpida, como algo que advendrá, no se sabe qué cosa es, pero que está siempre ad portas. Quizá haya que traspasar la puerta que nos separa de la Ley, a lo Kafka. O creer que la libertad está cerca, como pasa en el atroz relato La tortura de la esperanza, del conde de Villiers de l`Isle-Adam.

Los clérigos y los políticos hablan de esperanza. Y se sirven, quieran o no, de la religión, cualquiera que esta sea. Los primeros de ellos, que tienen una larga historia, nos advierten que, más allá, en otras geografías ilusorias, que pueden, desde luego, poetizarse, nos aguarda una vida edénica, sin tantos afanes, alejados de verdugos y otros inquisidores. Los segundos, tan aprovechados, cabalgan sobre la necesidad del que nada tiene porque todo se lo han birlado, pero apuestan a la redención.

Por eso, y por otras circunstancias, cada tanto aparecen figuras que conectamos con presuntos milagros, con advenimientos mesiánicos, con salvadores. Ya el joven Marx lo había dilucidado cuando señaló que la religión es la esperanza de un mundo sin esperanza. Ya sabe que no es la religión la que hace al hombre, sino al contrario. Es otro recurso (¿del poder?) o táctica o arma, en fin, para estabilizar o inmovilizar en un estado de alienación al hombre, a la sociedad. La religión, asimilada también a la consolidación de un dominio ideológico, nos hace menos resistentes y facilita la domesticación como una herramienta de los que están en el poder.

Y más allá del opio que es o puede ser la religión para obnubilar la capacidad de rechazos, de oposición, esta se va emparentando con las expresiones políticas, de partido, de grupo, de capilla o, por qué no, de “masas”. En estas latitudes, tórridas y tropicales, hay una larga mentalidad de imposiciones que vienen desde el “más allá” con coronas y reyecitos, y que son, sin metáforas, puro pastoreo. Hay alguien con un cayado, con unos rangos, que gusta del besamanos y de la postración, y así, casi del mismo modo, está el otro jerarca: el político, el que puede ser la proyección de un esperado mesías.

Las nuevas servidumbres, ancladas en viejos sistemas y mecanismos de control del oprimido, no abandonan el dogma ni el dogmatismo. Parecen combatirlos, pero, en esencia, los acunan, alimentan y ejercen. Hay un largo terreno, con ejidos, con propiedades privadas, con palabrería que parece revolucionaria, para seguir alimentando las miserias y las prosternaciones a poderes de vieja data. “El Estado puede ser un Estado libre sin que el hombre sea un hombre libre”, decía Marx en La cuestión judía.

Como todavía no hemos cortado el ombligo que nos une a discursos en los que, incluso, la servidumbre voluntaria, la lambonería, el hecho de estimar que siempre debemos ser humillados por las “altas esferas”, porque ellas son parte de una representación de ciertas divinidades, el terreno está cultivado para creer, no para cuestionar. Así, somos presa fácil de “falsos profetas”, de demagogos disfrazados de “independientes”, de embusteros de frac, de presuntos enviados, de politiqueros que asumen el rol del “buen pastor”, de patanes de todos los pelambres.

El citado joven Marx llamaba a averiguar la “verdad del más acá” y clamaba por desenmascarar la “forma de autoenajenación humana” en sus formas no santas (en la política, en la vida social): “La crítica del cielo se convierte con ello en la crítica de la tierra, la crítica de la religión en la crítica del derecho, la crítica de la teología en la crítica de la política”, decía en la Crítica de la Filosofía del derecho de Hegel.

Lo que se ve por aquí y por allá es la preservación del venenoso influjo religioso en las proclamas y actitudes de la política, sobre todo en tiempos de comicios. Creemos que el otro es nuestro liberador, el que va a pelear por una causa común, el que nos representa. O de otra forma, es una versión del redentor, en quien hay que tener fe y esperanza. Son derivadas, o así parecen, de una vieja mentalidad construida a punta de inculcar servidumbres y otras esclavitudes.

Y dentro de esas desviaciones, en las que el figurón-sacerdote-líder-estrella se torna intocable, volvemos al pensamiento religioso, que indica cómo hay que clausurar la capacidad crítica para permanecer en la doxa, o en el mundo ilusorio de las “esperanzas muertas”, como diría un tango. Cuando los mecanismos y actitudes propios de la religión se toman la política, como puede pasar y pasa en tantas geografías, incluidas las de países muy “civilizados”, se abren los caminos para las nuevas maneras del dogmatismo.

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María(mz8ka)09 de mayo de 2023 - 02:32 p. m.
Ya se sabe p quien van esos vainasos sr Gregorio Samsa, perdón, rey espitaletta
Atenas(06773)09 de mayo de 2023 - 02:18 p. m.
Tantas vueltas y revueltas, o alharaca, de mi Rei pa no ir al grano. No dejando sin recordar q’ al bienamado AUV jamás lo vimos como mesías; a Santos se le puso el remoquete apropiado, el tartufo; a DUQUE, el ungido, y final/, quien siempre se vendió como el falso mesías y así a sus 11 millones de borregos engrupió, bien le cabe ese apelativo, y al único, pero q’, igual, será crucificado dentro de muy poco tiempo pa caer en seguidilla detrás de Boric y Pedro Castillo.
José(5470)09 de mayo de 2023 - 02:10 p. m.
De estos mesías uno es cruel el otro decente.
Jorge(18765)09 de mayo de 2023 - 01:16 p. m.
Señor Escritor, y no pagan impuestos.
Gines(86371)09 de mayo de 2023 - 01:05 p. m.
Perfecta radiografía de lo que nos ha pasado con el “Mesías” conocido como “El matarife”. ¡Ni más ni menos!
  • RAMON(31031)09 de mayo de 2023 - 06:20 p. m.
    Y con el MESÍAS conocido como el TRAMPOSO , SON IGUALITOS , PAR DE CAFRES.
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