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Tres lacayos y un destripador

Reinaldo Spitaletta

11 de noviembre de 2025 - 12:05 a. m.
“Los tres precandidatos, tan afectos a Uribe, han dado muestras suficientes de servidumbre a Estados Unidos”: Reinaldo Spitaletta
Foto: Mauricio Alvarado Lozada

Parece haber, como si fuera parte de un programa siniestro, una combinatoria de negacionismo estratégico, arrodillamiento hasta dejarse ver las rótulas por las raspaduras, y lenguaje dislocado con fraseología explosiva, como, por ejemplo, decir, a modo de chiste desabrido, que hay que “destripar a la izquierda”. Se advierten tales desbarradas y provocaciones en aspirantes presidenciales y en sus miopes seguidores.

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Vamos por partes, a lo destripador, para estar en sintonía. Una de las persistentes precandidatas del Centro Democrático, María Fernanda Cabal, ya ducha en negaciones y otros disparates, que le dijo a un blandengue periodista que tenía “cemento en el cerebro”, ha ido enhebrando una serie de barrabasadas, como aquella, tan de ignorancia supina, que la masacre de las bananeras fue un invento del “realismo mágico”.

Ahora la perla es que, en el caso del genocidio de la Unión Patriótica, no hubo tal participación del Estado, cuando ya existe, por ejemplo, una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que declara la “responsabilidad parcial” del Estado colombiano en ese exterminio político. Es parte de una reiterada campaña propagandística de negacionismo. Así ha sido con los “falsos positivos”, con los desplazamientos forzados, con el ejercicio criminal del paramilitarismo. Eso no existió, según esa cofradía de negacionistas.

Tales descaches pueden ser suficientes para pensar en la urgente necesidad de que haya cátedras y clases de historia de Colombia, con todos sus perfiles. Porque se volvió inveterada costumbre de politiqueros estar o tergiversando los acontecimientos o negándolos del todo. Según doña Cabal, es posible que haya que condenar, digamos, a García Márquez, a Cepeda Samudio, a Ramón Illán Bacca, entre otros, porque escribieron sobre ese episodio terrible de 1928.

Otra arista está en que, además del negacionismo, hay, en precandidaticos de una derecha burda y vulgarota, una alta dosis de repugnante cipayismo. Compiten entre ellos a ver cuál es el más arrastrado ante el patrón Donald Trump. Sucedió, por ejemplo, con la precandidata Vicky Dávila, que está obnubilada con el filibustero que por estos días vuela lanchas en el Caribe y recibió una “muenda” en Nueva York con el triunfo de Zohran Mamdani, alcalde electo. Sueña la doñita que, de ser presidenta, consentiría al pelianaranjado yanqui. “Hay que hacer lo que le convenga al país”, dijo sin sonrojo alguno.

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Un tercer acto de estas genuflexiones frente a la metrópoli lo ha dado el precandidato Abelardo de la Espriella, que en su juventud gustaba de quemar gatos con pólvora. Caso curioso: se hace llamar a sí mismo “tigre” (quizá en contraposición a su admirado “león” Milei), cuando lo que salta a la vista es que es un corderito al servicio de la política imperialista de Trump y compañía. Y para completar su prosternación, también está de acuerdo con Marco Rubio. De ambos, babeándose, ha dicho que son “defensores de la democracia” (qué término tan prostituido, sobre todo por Trump y Rubio).

Los tres precandidatos, tan afectos a Uribe, han dado muestras suficientes (y vergonzosas) de servidumbre voluntaria frente a los intereses estadounidenses en Colombia y buena parte de América Latina. Hacen carrera de lacayismo y peonaje. Y aunque no lo han dicho, pero se adivina, le embolarían los zapatos a Trump y lamerían sus suelas. Están matriculados en un cursillo intensivo de sirvientes, pajes y estriberos.

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Los tres han visto con beneplácito la arbitraria inclusión del presidente colombiano en la Lista Clinton. Se puede o no estar de acuerdo con Petro, se puede disentir de sus posiciones, se puede ser un seguidor, o un crítico o un contradictor, pero lo que sí es inadmisible es celebrar medidas del gobierno imperialista de Trump contra un presidente, en este caso el de Colombia. Ya es demostrar, como lo han demostrado estos figurines y papagayos, ser unos arrastrados (gusanos, al peor estilo cubano de Miami).

Volvamos al mensaje del “cuenta chistes”, al que, quizá, le pareció muy gracioso decir “¿qué tendría de malo destripar a la izquierda y que no existan más?”. Sí, tal vez es como matar un poco de gente de un partido político y después decir que nada que ver con genocidio, o declarar que era muy emocionante jugar al fútbol con cabezas de campesinos asesinados por paramilitares, sí, claro, a lo mejor eran de izquierda, o que los muertos y desaparecidos de la Escombrera algo debían, como los 6.402 muertos de los “falsos positivos” que no estaban propiamente, según el Señor de las sombras, “cogiendo café”.

En un país de abundantes violencias, de catastróficas injusticias sociales, de despojos e inequidades infinitas, no es para “jugar” con lo que parece un mal chiste, pero es una secuela del odio, de la falta de establecer controversias y disensos civilizados, de tener en cuenta la racionalidad… Estos precandidatos y el cómico de pacotilla parecen suscribir el malhadado lema: “bala es lo que hay y bala lo que viene”.

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