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Lope de Aguirre, o Lope el Tirano, o El Peregrino, o El Loco, que así también se le conoció a este vasco de alucinación, que, según Simón Bolívar, fue el primero que con su rebelión contra el rey de España declaró la independencia de una parte de América, fue otro de los muchos que cayeron obnubilados por la leyenda de El Dorado.
Aguirre, o la Ira de Dios, asesino y truhán, como tantos que de las Españas advinieron a la tierra prometida de las Indias Occidentales, enloqueció con las visiones destellantes del “vil metal” o de la “vil ramera de los hombres”, que así llamó Shakespeare al oro.
Y el oro, además de pedrerías preciosas y otros metales, convirtió a las Américas en una fuente de riquezas para los europeos, que, con España a la cabeza, cabalgaron y navegaron por una larga historia de saqueos y conquistas sangrientas. El Dorado, que también fue una suerte de venganza indígena, embobó a millares de expedicionarios, muchos de los cuales, como el mismo Lope, naufragaron en su ilimitada ambición de metales y poder. La búsqueda de aquellos tesoros de fascinación hace parte de la historia de la estupidez del hombre.
Que no solo el oro sedujo a los que llegaron en plan de despojo. También la Fuente de la eterna juventud, que se creía estaba en La Florida, enloqueció a expedicionarios que, como Álvar Núñez Cabeza de Vaca, sobrevivieron para dar testimonio de naufragios y “desviaciones mentales”. América alborotó el avispero y las ganas de fortuna. Era una posibilidad para el sostenimiento del imperio español, pero, a su vez, de los otros reinos que le disputaban la hegemonía.
El Caribe, legendario e histórico, se pobló de piratas, corsarios, filibusteros y otros aventureros que pretendían apoderarse de las riquezas que los españoles embarcaban hacia la metrópoli. Y así, sujetos de alta alcurnia, como Sir Francis Drake, son parte de la lucha a muerte entre ingleses y los reyes de las Españas. Y en este marco puede configurarse el naufragio forzado del galeón San José, hundido por las tropas de Charles Wager, primer lord del Almirantazgo británico. El 8 de junio de 1708, en la batalla de Barú, en inmediaciones de las islas del Rosario, se fue a pique el galeón, con 600 personas y unas 200 toneladas de piezas de oro, plata y esmeraldas.
El galeón pobló de leyendas la imaginación popular, pero, a su vez, volvió a acrecentar las ansiedades de cazatesoros y aun de piratas contemporáneos. Las riquezas que transportaba, procedentes de Potosí, Quito, Veracruz y otros lugares, con el fin de financiar el reinado de Felipe V, alias El animoso, han permanecido en el mar colombiano, que, como el mismo país, ha sido objeto de saqueos y otros atentados contra su soberanía y recursos naturales.
El San José, con sus cañones de bronce, y sus cajas con 30 millones de monedas de oro, será a partir de ahora, objeto de discordias y de nuevos despertares de ambiciones públicas y privadas. ¿De quién es el patrimonio sumergido que allí se rescatará? Ya España ha dicho que reclamará el tesoro del galeón, y existe un pleito con la empresa estadounidense Sea Search Armada, que reclama a Colombia los derechos sobre la histórica embarcación y el hallazgo de la misma.
Florentino Ariza quiso aprender a nadar solo para ver las maravillas que Euclides, de 12 años y ojos amarillos, buzo a pulmón libre, le describía tras sus inmersiones. Deseó apreciar en el galeón San José, con su nombre grabado en letras doradas, un pulpo de más de tres siglos de viejo, “cuyos tentáculos salían por los portillos de los cañones”, y todas las visiones de ensueño, que provocaron en este personaje de novela el emprendimiento de una loca aventura, que García Márquez narra en un apartado de El amor en los tiempos del cólera.
El hallazgo del galeón San José, es, entre muchas otras cosas, la posibilidad para interesar a los curiosos sobre la historia del saqueo que durante más de 300 años mantuvo la corona española en sus colonias, y, después de la Independencia, de otras intervenciones y desmanes de potencias, como los Estados Unidos. La coyuntura también se debiera aprovechar para ahondar en los conceptos de patrimonio y riquezas culturales, en un país sometido a tantas desventuras e inequidades.
