Hugo Chávez le dijo “imbécil”; el presidente de Filipinas, Rodrigo Duarte, le dijo “idiota”. Angélica Lozano le recordó en un trino que una cosa es ser homosexual y otra cosa es hacerse el marica”. Pastrana lo acusó de cómplice en el proceso 8000. Álvaro Uribe lo llamó “cobarde”, “bellaco y “sinvergüenza”, y agregó: “gobernó con criminales”.
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A César Gaviria lo ha insultado media humanidad y no ha pasado nada. Tiene piel de caucho: todo le rebota. Pero viene Francia Márquez y le dice “neoliberal” y el hombre se rasga las vestiduras en átomos volando y cierra diálogos con el Pacto Histórico. Pero lo que le molesta a César Gaviria no es que le digan “neoliberal”, ni mucho menos. Es una verdad de a puño que el mundo conoce. Lo que le indigna es que se lo diga una mujer negra que él hubiera preferido tener en el servicio doméstico, y no liderando los debates más profundos de los últimos cien años en Colombia sobre la desigualdad, racismo, minería ilegal, empobrecimiento.
Esas cosas que son producto de políticas neoliberales y que la apertura económica de Gaviria (recomendada por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial), contribuyó a la quiebra de la pequeña y mediana empresa, como la industria del calzado en Cúcuta y Bucaramanga que no pudieron competir con el calzado de China.
Dice Gaviria que Francia lo insultó, y, como respuesta, saca un comunicado a la opinión pública donde se muestra “ofendido”, casi al borde de un desmayo. Un comunicado, no una carta dirigida a Francia, que sería lo correcto porque es la implicada. Un comunicado, digo, porque no espera rectificación de Francia, sino disculpas del país. Y justamente es eso a lo que se refiere Francia cuando habla de “los nadie”. Los invisibles, diría el escritor afroamericano Ralph Ellison, que somos todos los que no tenemos acceso al poder.
El ninguneo de Gaviria le da la razón a Francia: un viejo país agoniza para dar paso a uno nuevo, donde los expresidentes como Gaviria miren a los ojos, hablen de frente y no les dé vergüenza debatir con negros, indígenas, campesinos. O sea, con la gente que su política económica empobreció.
A Gaviria le faltó ir a la guerra para acendrar su carácter, para hacerse recio como los grandes patricios liberales de comienzos del siglo XX. No imagino a Rafael Uribe Uribe haciendo pataletas de ese tipo. Nadie cancela unos diálogos importantes para el país por un acto de vanidad. Las ideas liberales están muy cerca de las del Pacto Histórico y muy lejos de lo que propone el candidato de la derecha. El Partido Liberal tiene una oportunidad para reivindicarse con el país y contribuir a una reforma sustancial en todos los aspectos de la vida: en lo político, en lo económico, en lo social, en lo humano.
Ya es el momento de que “los nadie” alcen su voz. Y que no los maten como hicieron con el “negro Gaitán”, ni que los blanqueen como hicieron con Juan José Nieto Gil, el único presidente afrocolombiano que fue borrado de la historia por ser negro y que, cuando sale en algún texto escolar, lo pintan de blanco, no vaya a ser que los niños en las escuelas se enteren de que en Colombia hay negros, indígenas, campesinos, pobres. Esa es la grandeza de Francia Márquez: hacer visible a “los nadie”, a costa de sacarle la piedra al neoliberalismo.