Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
He conocido la vida y la obra de Brian Moser gracias a los buenos oficios de mi amiga Juanita Lascarro, la soprano colombiana que estudió en el Conservatorio de Colonia, donde vivo y la contacté por una sugerencia del doctor Castaño Castillo. Dicho sea de paso, es hija de la también soprano colombiana Marina Tafur, la segunda esposa de Brian Moser, quien debió ser un padrastro ejemplar.
Me escribe Juanita: “En febrero murió mi amado y admirado padrastro. Me interesa tu consejo, posiblemente tu colaboración, para redactar un significativo obituario que le haga justicia al gran hombre que fue”. Y me adjunta el que apareció el 3 de este mes en el diario londinense The Guardian: ocupa nada menos que 5.325 espacios, esto es: el doble de los que tendrá esta columna.
La escribo en base a ese obituario y a una extensa página que el portal cultural del Banco de la República dedica al fenomenal archivo fotográfico que Brian Moser nos legó.
Leo ahí: “Este archivo hace parte del prolífico trabajo fotográfico y audiovisual desarrollado durante más de 50 años por el fotógrafo, geógrafo, geólogo y documentalista inglés Brian Moser en Colombia. Pionero de la antropología visual en el país, Moser llegó a él como parte de una comisión científica promovida por la Universidad de Cambridge, en 1959, a partir de la cual se buscaba estudiar la sierra nevada del Cocuy”.
Y luego viene el relato pormenorizado de su actividad documentalista entre las comunidades indígenas del país, a las que dio voz propia, no pasada por el tamiz de una perspectiva del hombre blanco: “Esta colección fotográfica está compuesta por 2.454 fotografías digitales de las expediciones de Moser. Allí son protagonistas, entre otros, pueblos indígenas de la sierra nevada de Santa Marta, como los kogis y los ikas; de La Guajira, como los wayuus; del Amazonas, el Vaupés y los Llanos orientales, como los cuivas, los makús y los tukanos; del Pacífico y el suroccidente colombiano, como los kunas, los ingas y los emberas”.
Sus documentales, en especial la serie El mundo que desaparece, le hicieron ganar merecida fama internacional. Y no sé cuán conocida sea su obra fuera del mundo académico antropológico, pero espero y deseo que su nombre se perpetúe bautizando con él alguna de las veredas por las que caminó filmando. No en vano, enamorado del país, sus paisajes y su gente, se naturalizó colombiano y hacía gala de ello.
Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖
