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'Los pantalones de Pitágoras'

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Ricardo Bada
16 de enero de 2015 - 04:19 a. m.
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Margaret Wertheim, quien fuera fotomodelo durante algunos años, abandonó su trabajo de doctorado en física y matemáticas al comprobar que una mujer no tenía absolutamente ninguna posibilidad, según ella, de llegar a ser alguien en ninguno de esos dos terrenos.

Se hizo periodista especializada en temas científicos, y su libro Los pantalones de Pitágoras, con el elocuente subtítulo La Física, Dios y las mujeres, es una estupenda muestra de su talento con la pluma (o con la computadora) y de su talante polémico. Recomiendo con fervor la lectura de este libro porque no tiene desperdicio.

De acuerdo con la línea de razonamiento de Margaret Wertheim, cuando Pitágoras enunció el axioma según el cual “todo es número”, nada menos que seis siglos antes de la era dizque cristiana, puso el fundamento de una fe: la fe en que el universo todo es una constelación armoniosa de números, y por lo tanto las matemáticas son una ocupación religiosa, o sea: por lo tanto, masculina. Y no sólo las matemáticas, también la física. En palabras textuales de Margaret Wertheim, “la Física es la Iglesia católica de las Ciencias”. En otras palabras, a las mujeres no se les ha perdido nada en ella.

Algo de verdad hay en el fondo de las palabras de Margaret Wertheim, si pensamos que en las cosmogonías hebrea y cristiana, y también en el islam, siempre se habla de un creador del universo, utilizando siempre, asimismo, un sustantivo inequívocamente masculino. El propio papa Juan Pablo II, durante una homilía a los pescadores de St. John’s, en Canadá, llegó a decir que “Dios es masculino”.

Ahora bien: establecer una ecuación según la cual física es igual a religión, y ésta, a su vez, igual a discriminación femenina, me parece exagerado. Pero exagerado por lo minimalista, pues que se sepa, y a lo largo de la historia, la mujer ha sido discriminada por algo más que por la religión y la física. La lista es larga. Pitágoras, por otra parte, y con ello concluyo, no sólo dejó dicho que “todo es número”, no sólo decretó que el 10 era el número perfecto por ser la suma de 1+2+3+4, también dejó dichas cosas de una altísima sabiduría humana, como p. ej. esta: “La mujer ha de usar sus gracias con tal tacto que siempre le quede una por enseñar”. Seguro que al viejo filósofo le parecería bastante estúpida la danza de los siete velos, por mucho que la bellísima Salomé mostrase al final todas sus gracias. O justamente por eso mismo.

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