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El término “Limpieza”, ha sido utilizado muchas veces, siempre de manera eufemística, atado a palabras como social o étnico, expresión con la cual se pretende justificar la presencia de aquellas acciones que expulsan, agreden o eliminan a miembros de una población o grupo de personas en grave situación de vulnerabilidad, por razones políticas, religiosas, étnicas, estratégicas, sociales o una combinación de estas.
Bajo la idea del surgimiento de la Super-Raza, concepto adecuado por Hitler del pensamiento del filósofo Alemán Federico Nietzche quién anunció el nacimiento del Superhombre, el Führer insufló en el espíritu de muchos germanos la ceguera que llevó al Tercer Riech a consumar el genocidio cometido contra cerca de 6 millones de judíos durante la Segunda guerra mundial.
Más recientemente, durante la guerra de los Balcanes, se acuñó el término “Ethnic Cleansing” o limpieza étnica, con el cual se pretendió justificar la agresión Serbia, contra el pueblo Bosnio, que tuvo su más cruda expresión en la masacre de Srebrenica en la que fueron asesinados 8.000 bosnios, cuyas muertes siguen en impunidad por falta de claridad en los tribunales que han pretendido juzgar a los presuntos responsables.
No tan lejos, especialmente en Guatemala y Salvador, la presencia de Escuadrones de la Muerte, ejecutaron lo que fuera llamado Limpieza Social, que implicó la masiva comisión de homicidios, agregando condiciones aun mas graves a la tragedia centroamericana, sufrida por sus países entre los años 80 y 90 del siglo pasado, que evidenció la graves consecuencias de la existencia de Estados débiles y de ciudadanos que toman la justicia por “propia mano”.
Todas las expresiones de limpieza han dado para emprender las más grandes y mayores agresiones contra pueblo o nación que haya conocido la humanidad. Ahora que han aparecido en Villavicencio y algunas otras ciudades del país, panfletos que anuncian acciones contra personas en frágil situación, pero además al parecer se han cumplido algunas de estas sentencias, es tiempo que nuestra sociedad haga un pronunciamiento claro y contundente contra estos actores, que sin duda son el embrión de amenazas genocidas, tal como ha sido probado por la historia.
La indiferencia social por un lado y el obstinado optimismo colombiano que nos lleva a esperar siempre lo mejor, no debe permitirnos desestimar aquellas agresiones contra vidas humanas de escasos dolientes directos, sin advertir que este comportamiento de no ser ejemplar y claramente censurado por la sociedad derivará males mucho mayores.
